El planeta rojo, mejor conocido como Marte, es el tercer planeta de nuestro sistema solar y, sin lugar a dudas, es uno de los más aclamados del mismo. No solo por su cercanía a nuestro planeta ni tampoco por su grandiosa imagen a simple vista en el cielo nocturno; es más bien conocido por los diversos estudios desenvueltos en él y en donde suponemos que pudo haber condiciones favorables para el desarrollo de formas de vida.
Centrándonos en las misiones y estudios desarrollados en el planeta vecino, nos encontramos con diversos enfoques y formas de tecnología aplicada como consecuencia de la curiosidad acerca de la historia y el presente del mismo. Desde sondas como la Mariner 9, Mars 2 y Viking 1 y 2 ; rovers como el Spirit, Curiosity y Opportunnity –el cual sigue en actividad y hablaremos de él en próximos artículos-; y módulos de aterrizaje como la Pathfinder y la InSight, de la cual hablaremos hoy.
La misión nombrada “exploración interior utilizando investigaciones sísmicas, geodésicas y transporte de calor”, mejor conocida como InSight por sus siglas en inglés, fue un módulo de aterrizaje desarrollado mayormente por la NASA y retirado el 19 de diciembre de 2022. Fue determinado como una “misión no activa” al no enviar ni recibir señales, producto del agotamiento de sus baterías y el desgaste del equipo.
Fue lanzada un 5 de mayo de 2018 desde la Base de la Fuerza Aérea Vandemberg, California, y arribó al planeta rojo el 26 de noviembre de ese mismo año. Luego de una ardua planificación de aterrizaje, se asentó en la zona denominada Elysium Planitia, una planicie marciana cercana a su ecuador. A partir de ese momento, el módulo de aterrizaje comenzó a enviar señales e información a través de la Red de Espacio Profundo, que mediante dos CubeSats –microsatélites que fueron utilizados por primera vez en otro planeta- transmitían a la Tierra la información obtenida por InSight.
Su objetivo no era analizar la superficie marciana –tal y como hacen y han hecho los rovers u otros instrumentos- sino más bien su interior, y así poder responder dos cuestiones importantes: en primer lugar, investigar la formación del planeta rocoso para entender el entorno del sistema solar hace 4 mil millones de años, momento en el que se formaron los planetas interiores –Mercurio,Venus, la Tierra y el mismo Marte-; en segundo lugar, analizar la actividad sísmica y el flujo del calor interior del planeta.
Para abarcar estas cuestiones, el módulo contaba con 3 instrumentos generales, los cuales medían el pulso, la temperatura y los reflejos del planeta. Con estos, y algunos objetos más, lograron reconstruir parte de la historia marciana y revelar una actividad sísmica constante.
Tal y como fue nombrado al principio, esta mision dejó de funcionar recientemente. Sin embargo, su legado de información y avance tecnológico marcaron un antes y un después en la historia del estudio del planeta rojo; un lugar donde se espera enviar los primeros humanos en la próxima década y ampliar nuestro conocimiento del mismo.
Por: Santiago Dorsch