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Países de Oriente y de todo el mundo prenden sus alertas frente al notificado de Japón a inicios del 2023, en el cual anunciaron la liberación de agua utilizada en la limpieza del desastre de Fukushima al mar.

Para entrar en contexto, hay que retroceder hacia ese fatídico 2011 en la Prefectura de Fukushima, Japón. En dicho escenario, se desarrolló un terremoto 9.1 en escala, dejando como consecuencia, días después, un tsunami que azotó las costas del país. Sin dejar ninguno de todos los daños generados, hubo uno que desató una gran problemática: la gran ola destruyó la Central Nuclear de Fukushima, una de las más importantes del país, y provocó el desastre nuclear más grande de la historia, luego del ocurrido en Chernóbil en 1986.

El daño estuvo presente en 4 de los 6 reactores presentes en la central, liberando radiación y esparciendo materiales radiactivos al ambiente. La población cercana al desastre debió emigrar y la economía de la Prefectura de Fukushima decayó drásticamente.

Sin embargo, frente a este pésimo escenario, las entidades políticas y científicas a nivel nacional y mundial actuaron rápidamente, generando una planificación de limpieza para los próximos 40 años. En primer lugar, utilizaron grandes cantidades de agua para enfriar el combustible, generando agua radiactiva, pero logrando enfriar el material nuclear. En segundo lugar, prosiguieron con retirar este material de los reactores afectados a través de robots comandados, logrando extraer y encapsular dos terceras partes del material. Por último, en la actualidad y a lo largo de los próximos años, se llevará a cabo la retirada de escombros de forma cuidadosa.

De forma paralela, Estados Unidos desarrolló el Sistema ALPS, el cual permite extraer, mediante distintos procesos, los componentes radiactivos del agua contaminada, reduciendo a una radiactividad dentro de los valores aceptados por la OIEA (Organización Internacional de Energía Atómica).

A lo largo de todo el proceso, se generaron 1,3 millones de metros cúbicos de agua contaminada, la cual fue almacenada en tanques especiales. Frente a los avances del sistema ALPS y al hecho de que el espacio para almacenar agua de este tipo se ha acabado, se propuso liberarla en aguas abiertas, generando inquietud en las comunidades cercanas y en muchas partes del mundo, sin importar la veracidad que tienen los resultados obtenidos. Por esta razón, el gobierno de Japón aguarda alguna confirmación de la ONU para avanzar en este proyecto.

Otra inquietud de las comunidades periféricas es que vuelva a decaer su economía y que los productos facturados en el área no sean aceptados en el mercado, puesto que en la actualidad las exportaciones superan a cualquier año anterior, ya sea antes o después del desastre.

Aunque hoy en día la radiactividad en Fukushima sea mucho menor que en su pasado, en comparación con otras megas ciudades como Nueva York o Londres, la historia del lugar compromete su presente. Se espera el mensaje de la ONU acerca del proyecto para poder avanzar o retroceder para buscar otras alternativas. Por mientras, la problemática continúa en tensión.

Por: Santiago Dorsch

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