Todos los conflictos bélicos entre países tienen una fecha de inicio y una de fin. Incluso las dos Guerras Mundiales, en las que participaron una gran cantidad de países, terminaron pocos años después del estallido de las agresiones. Pero lo que ocurre en Siria es algo especial: la guerra civil, que comenzó en marzo de 2011, aún continúa, afectando a toda la población y desestabilizando a toda la región. Para entender la complejidad de la situación, voy a describir lo que ocurrió, y está ocurriendo, en Siria, para luego analizar el papel de las principales potencias mundiales y de la ONU en el conflicto, con el fin de comprender por qué la paz está lejos de alcanzarse en el que fue el Estado más importante de Medio Oriente.
En primer lugar, es importante analizar los aspectos internos del conflicto. Siria está gobernada por el clan Al-Assad desde 1970, cuando Hafez Al-Assad llegó al poder mediante un golpe de Estado. Tras su muerte, en el año 2000, su hijo Bashar, el actual presidente, heredó el poder. Pero fue en marzo de 2011 cuando comenzó la lucha, a raíz de que un grupo de adolescentes comenzó a pintar grafitis en Dera, una ciudad fronteriza con Jordania al sur del país, para protestar contra la corrupción del régimen y el deterioro de la democracia. A esto, se le sucedieron grandes manifestaciones populares, que derivaron en un violento conflicto entre el Gobierno y la oposición armada, el Ejército Sirio Libre. 13 años después, la oposición política aún no ha presentado un plan capaz de unir a todo el pueblo. Además, en el territorio sirio hay muchas fronteras fijadas por diferentes grupos armados, como el Estado Islámico, el Frente Al-Nosra y el Consejo Nacional Kurdo (CNK), los cuales controlan varias regiones del país.
En segundo lugar, las superpotencias como Rusia, Estados Unidos e incluso las Naciones Unidas han tenido una gran influencia en esta conflagración. Rusia, por ejemplo, ha utilizado repetidamente su derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para impedir la aprobación de sanciones contra el régimen de Al Assad. Así mismo, ha intervenido directamente en el conflicto, bombardeando a los opositores del Gobierno desde 2015. Esta fue la primera vez que dicho país participó en un conflicto armado de forma activa en un territorio que no pertenecía a la Unión Soviética. Estados Unidos, por su parte, ha impuesto sanciones económicas al país de Oriente Medio y también ha financiado a la Coalición Nacional Siria (CNS). Esta clara rivalidad entre las principales potencias mundiales socava la posibilidad de alcanzar un consenso para resolver esta situación. Por último, aunque la ONU ha organizado varias conferencias o “conversaciones” entre el Gobierno y la oposición moderada (la CNS y la CNK), con la mediación de los dos países antes mencionados y de Turquía, apenas se ha hecho un progreso.
Para ir finalizando el artículo, podemos decir que, evidentemente, la situación en Siria es compleja. La falta de una oposición con un proyecto sólido, la multiplicidad de fronteras en Siria, los diversos intereses de las grandes potencias y los grupos paramilitares, sumado a los esfuerzos fallidos de las Naciones Unidas, contribuyen a perpetuar la guerra civil en Siria, la cual ha hecho que aproximadamente 14 millones de personas huyan de sus hogares desde el estallido del conflicto.
Escrito por: Cáceres, Matías