El show político argentino una vez más nos da de qué hablar. Esta vez con un discurso denso y aburrido que retoma viejas acusaciones, pero con un plot twist sin buenas intenciones y vacío de contenido práctico. Además, adelanta proyectos que nos demuestran que ni Javier Milei ni sus lacayos tienen una mínima idea de cómo funciona el mundo y actúan en consecuencia llevándose todo por delante.
La inesperada propuesta del Pacto de Mayo no tiene en absoluto intenciones propositivas sino impositivas. Pues se hará bajo la condición de un preacuerdo de una “nueva” ley ómnibus que debe ser aprobada para proseguir luego con el Pacto de Mayo, un documento preestablecido de principios completamente generalizados, mal abordados y discutibles.
Los principios serían:
Este “Pacto de Mayo” se trata de una pretenciosa búsqueda de legitimidad luego de que la imagen del presidente comience a bajar estrepitosamente ante su conflicto con los gobernadores, un telón que esconde las actitudes autoritarias de nuestro principal mandatario y que vuelve a posicionarlo en un aparente equilibrio y disposición al diálogo. Aún cuando todos aquí sabemos la falta de escrúpulos y de respeto que tiene el presidente al hablar tanto de los demás poderes del Estado como de otros mandatarios con igual o mayor legitimidad que él. A los cuales invita desafiantemente a firmar lo que él piensa que es bueno para la Argentina.
No pongan intenciones democráticas en una persona que no le hace asco al conflicto y al autoritarismo. Él mismo afirma que no le importa pagar el precio del ostracismo con tal de que se cumplan sus más neoliberales caprichos, no le importa ser desterrado políticamente porque no tiene ningún arraigo con este país. No se confundan, Argentina no le dio nada a Milei y él en respuesta nada dejará.
Durante su discurso y previamente a tirar la bomba inesperada y muy bien guardada, el presidente anticipa el “Paquete anticasta”. Una de cal y una de arena, va enumerando algunas propuestas racionales y otras que denotan una falta de reflexión sobre las razones de origen de las disposiciones a eliminar. Y a su vez haciendo alarde de que son cuestiones de (aparente) sentido común.
Fiel a su estilo político de blancos y negros, Milei contrapone a los buenos y a los malos. ¿Quién podría estar en contra de que se reduzcan las supuestas “PYMES” de asesores políticos financiados por los impuestos de la gente de bien?¿Quién podría estar en contra del equilibrio fiscal o de la prohibición de candidaturas para corruptos? Sólo un enemigo nacional y feroz villano al que hay que aplastar: la casta.
Pero entre estas propuestas obvias y de necesaria aplicación efectiva, se esconden algunas que me hacen sospechar de las intenciones del presidente o de su inocencia, cual Simba engañado por las hienas, ante susurros de otros animales sedientos de poder.
En primer lugar, la desfinanciación de los partidos políticos. Si el común del pueblo trabajador a duras penas puede hacer frente al caos informativo que es la política argentina, poco menos podría hacer si quiere participar en ella. Es una cuestión de lógica, un trabajo de 8hs no alcanza para subsistir, menos para financiar un partido político. Solo habría lugar entonces para los ricos, relegando la representación a solo un sector de la población. Ya anticipa Max Weber en sus obras sobre la política que era necesario democratizarla. Pues un país donde solo hacen política aquellos que pueden financiar, no hay lugar para la pasión y la entrega por una causa real sino sólo para intereses corporativos.
La desfinanciación de los partidos políticos pone en riesgo la representación de los Argentinos y por ende la esencia de la democracia.
Ante la tan aplaudida propuesta de quita de jubilaciones de privilegio solo de presidente y vice, aunque cargue un montón de simbolismos de justicia e indignación, cabe hacerse una simple pregunta: ¿De qué vive un presidente que ya terminó su mandato?
Claramente, una persona que fue máximo representante de la Nación no puede ir como vos o yo a tirar CV a una empresa, tal vez lo salve un emprendimiento. Pero ¿Qué nos asegura a nosotros que sabiendo esto, el presidente no gobierne pensando en su retiro? Financiando empresas, decretando leyes beneficiosas para el sector al que planea emprender, en otras palabras: dejando todo acomodado para su beneficio personal y no en pos del interés general.
La quita de jubilaciones de privilegio deja el camino liso y llano para la corrupción.
Esta propuesta del presidente y su explícita disposición a ser desterrado políticamente si su plan falla puede levantar al menos sospechas de cuál es su plan cuando termine su mandato. ¿Por qué deberíamos creer en el simbolismo de la propuesta y no en el beneficio personal que le brindaría al presidente actual, a futuros mandatarios e incluso a sectores económicos y corporaciones?
El show político que tiene montado Javier Milei no es más que un pantallazo para desviar la mirada de los padecimientos argentinos a ya más de dos meses de gobierno. Ya no hay excusa, todo esto escapa de la responsabilidad del gobierno anterior. Con el libertario a la cabeza el hambre en los comedores no es prioridad, el transporte público es para privilegiados y la universidad pública Argentina, de las mejores de la región, amenaza con su cierre de actividades. La visión ciega en contra del Estado es una contradicción en sí misma del discurso de campaña de Milei. Desconociendo los lugares donde se necesita al Estado y utilizándolo para salvaguardar deudas privadas aun si eso implica regalar plata. Se ajusta al pueblo para darle a la casta.
Escrito por: Gaitan Lucia