El contexto pandémico de 2020 dejó al descubierto ciertos puntos frágiles de los sistemas de salud de distintos países, incluyendo el nuestro, a la hora de enfrentar la enorme cantidad de afectados por el Coronavirus.
Sin embargo, frente a esta crisis sanitaria, la rápida respuesta de diversos laboratorios para producir vacunas fue uno de los grandes logros a destacar de este hecho. En poco menos de dos años luego del comienzo de la pandemia, la OMS ya había autorizado la primer vacuna para el virus SARS-CoV-2.
Hoy, luego de cuatro años, parece que todos hemos olvidado aquella pandemia, un hecho histórico pero que se encuentra frente a una sociedad que tiende más al olvido que al recuerdo. No obstante, médicos, investigadores y demás grupos no solo que no depositan este hecho en el pasado, sino que siguen trabajando para prevenir futuros similares.
Un ejemplo claro de esto es un grupo de más de 600 profesionales argentinos, quienes se encargaron se diseñar, ejecutar, poner a prueba y aprobar a ARVAC: la primer vacuna argentina creada en su totalidad por argentinos.
Luego de varios años experimentando, adaptándose a las variantes del virus emergente y cumplir todos los requisitos sanitarios pertinentes, esta vacuna sale a la venta en farmacias, siendo posible su prescripción por cualquier médico.
Quienes estuvieron detrás de este proyecto fueron investigadores de la Universidad Nacional de San Martín (UNSaM), científicos del CONICET y la Fundación Pablo Cassará. Esta última, encargada especialmente de la producción en masa y su posterior comercialización.
Así mismo, estos grupos recibieron gran parte del financiamiento por parte de la Agencia Nacional de Promoción Científica y del ex Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.
ARVAC pertenece a un tipo de vacunas basadas en proteínas recombinantes, lo cual hace, entre otras cosas, que sus efectos adversos sean bastante improbables y que su manipulación deba ser a temperaturas de entre 2°C y 8°C -algo que facilita su transporte y aplicación-. Por otro lado, su generación de seroconversión -anticuerpos- se produce en un 90% de los casos, lo cual determina su gran efectividad.
Frente a estos resultados, está en consideración que esta vacuna ingrese al Calendario Nacional de Vacunación para aquellos sectores de riesgo, a modo de refuerzo.
Este desarrollo es tan solo uno de tantos otros en los que queda evidenciado el potencial de la ciencia argentina. ¿Sus consecuencias? Muchas y de gran variedad, dirigidas a mejorar la calidad y la forma de vida de la sociedad. De esta forma, quedan pocas dudas acerca de que el sistema científico nacional es incompetente, sino que, con el apoyo necesario, es capaz de formular respuestas eficientes a problemáticas emergentes.
Escrito por: Dorsch Santiago