En Nueva Zelanda, el haka es mucho más que una danza: su fuerza trasciende el terreno de juego y se convierte en un símbolo de identidad, desafío y resistencia cultural. Este fue el caso en el Parlamento neozelandés, donde la diputada maorí Hana-Rawhiti Maipi-Clarke, junto a otros miembros de Te Pati Maorí, ejecutó un haka de protesta tras romper el proyecto de ley que debatía cambios controvertidos sobre los derechos de la población indígena. Este acto simbólico paralizó la sesión legislativa y desató una intensa controversia, dejando claro que, al igual que en el rugby, la lucha por la cultura y los derechos no se da por perdida.
El haka: grito de resistencia
Popularizado internacionalmente por los All Blacks, el haka es un grito ancestral que combina movimiento, canto y expresión facial. En el contexto deportivo, intimida al rival y muestra unión y fuerza. Pero su esencia va más allá del espectáculo: es una declaración cultural profundamente arraigada en la historia maorí, utilizada tanto para celebrar como para resistir.
En el Parlamento, ese grito tomó un cariz político. Los representantes maoríes desplegaron su haka como un acto de desafío contra el proyecto de ley propuesto por el líder del partido libertario ACT, David Seymour. Este busca reinterpretar el Tratado de Waitangi de 1840, un acuerdo fundamental que prometía proteger los derechos de los pueblos indígenas. Sin embargo, la población maorí percibe que las enmiendas propuestas erosionarían los avances logrados en justicia y derechos sobre la tierra, ganados a lo largo de décadas.
La analogía con el rugby
En un partido de rugby, el haka es un preámbulo a la batalla física. En el Parlamento, fue un acto de confrontación política y cultural. La acción de Maipi-Clarke y sus compañeros refleja la misma determinación que muestran los All Blacks: defender con valentía los valores y la identidad del pueblo maorí, incluso ante adversarios más numerosos.
El colíder de Te Pati Maorí, Rawiri Waititi, lo resumió en una frase: “Nos encanta cuando lo hacen los All Blacks, pero, ¿qué pasa cuando se hace para desafiar la violencia continuada de una Cámara que ha ejercido violencia durante cientos de años?”. En esta ocasión, el haka no era una amenaza deportiva, sino un grito de justicia contra la violencia estructural ejercida a lo largo de la historia contra los maoríes.
Protestas fuera del Parlamento
Mientras el haka resonaba dentro de la Cámara, miles de personas marchaban en las calles de Wellington. Por noveno día consecutivo, las comunidades maoríes y sus aliados se movilizaron en defensa de sus derechos. Aunque el proyecto de ley logró su primera lectura, su futuro es incierto, ya que varios partidos de la coalición gobernante han mostrado dudas sobre su aprobación definitiva.
Un partido sin final predecible
El Tratado de Waitangi ha sido un punto de tensión desde su firma en 1840. Con diferencias de interpretación entre los textos en inglés y maorí, los pueblos indígenas fueron marginados durante décadas. No obstante, desde los años 70, movimientos sociales y sentencias judiciales han ido restableciendo algunos de los derechos prometidos.
Este proyecto de ley, según sus críticos, es un intento de retroceder en esos logros. Para sus defensores, busca unificar derechos bajo un marco común para todos los ciudadanos. Pese a ello, la historia del haka parlamentario muestra que esta no es una simple disputa legislativa: es un choque entre visiones de país, donde la identidad cultural está en juego.
Conclusión: más allá de la legislación
El haka de Maipi-Clarke y sus compañeros ha dejado una marca imborrable en la política neozelandesa. Como en un partido de rugby, cada movimiento cuenta. Para el pueblo maorí, este es un nuevo capítulo en una lucha centenaria por la dignidad, los derechos y el reconocimiento.
En Nueva Zelanda, el haka no es solo un baile: es un recordatorio de que la cultura y la resistencia están entrelazadas. Y, como en el rugby, el partido no termina hasta que suene el último silbatazo.
Escrito por: Torrens, Máximo