“Que se vayan todos”, ese era el lema generalizado de una sociedad que, en 2001, estaba harta de la desocupación, de los ajustes y de que se quiera volver a un sistema que hace años había quedado obsoleto, y que su propia extensión generó los problemas que la sociedad vivió en uno de los años más fatídicos para los argentinos.
De todas formas, quienes vivieron y relatan la crisis del 2001 aseguran que la Argentina era una sociedad que sí, estaba harta de la clase dirigente, pero que lo que realmente quería es que se fueran los que hasta ese momento habían destrozado el país, pero ansiaban que llegara una nueva clase dirigente que sacara este país adelante y fue por eso que, tan solo dos años más tarde, comenzaría el kirchnerismo, el movimiento político más grande del Siglo XXI, que habiendo llegado al poder con cerca de un 20% de los votos en la elección, terminaría desatando una oleada de personas que se enamorarían de la concepción de peronismo que encarnaban Néstor y Cristina luego de que este haya sido captado por el neoliberalismo menemista de los años 90.
Años más tarde, la muerte de Néstor Kirchner, el empeoramiento de las variables económicas y el vuelco del kirchnerismo hacia la unipersonalidad de su esposa, ya presidente, generó que, de a poco, comience en la población de nuestro país un proceso que se definiría como “grieta” y que dividiría a los argentinos en kirchneristas y anti-kirchneristas.
En 2015, el sector que se oponía al gobierno de Cristina triunfó en las elecciones para hacer crecer la pobreza, aumentar la inflación y envolver a nuestro país en una deuda impagable. Fue por eso que, en la próxima elección presidencial de 2019, el kirchnerismo retornó al poder para hacer crecer la pobreza, aumentar la inflación y tratar de renegociar la deuda impagable del gobierno anterior, con pésimos resultados. Se acercan las elecciones y aunque parecía que el circuito se repetiría y el anti-kirchnerismo volvería al poder a causa del fracaso peronista, en los ojos de los ciudadanos todos son iguales y no hay certezas de quién nos gobernará a partir del 10 de diciembre.
Y sí, ¿cómo no vas a querer que se vayan todos si mientras unos despilfarran dinero haciendo populismo y no resuelven los problemas reales, los otros te prometen un ajuste que dejaría en la nada a los más desfavorecidos? ¿Cómo no vas a querer que se vayan todos si mientras unos les declaran la guerra a los medios, los otros los compran? ¿Cómo no vas a querer que se vayan todos si mientras unos proponen aliarse con Venezuela y Cuba, los otros quieren estar sumidos bajo el dominio yanqui?
En este momento, parece que no existe más una grieta entre kirchneristas y anti-kirchneristas, sino que la nueva grieta es entre la política y la gente. Y no digo políticos, porque en muchos casos las personas desconfían de algunos dirigentes en específico, sino que digo política, porque las personas dejaron de creer en ella como una herramienta de transformación y para quienes sufren de cerca los más grandes problemas que tenemos como país, la democracia parece absurda si hay que elegir entre qué es menos malo.
Y sí, ¿cómo no vas a querer que se vayan todos?
Por: Tomas Ingoglia