
Desde mediados de marzo, Turquía se encuentra sumida en un caos. En Estambul, el epicentro de las protestas, miles de personas se reúnen por la noche frente al Ayuntamiento para manifestarse contra el gobierno de Recep Erdogan, tras el encarcelamiento por supuesta corrupción del alcalde de dicha ciudad, Ekrem Imamoglu, su principal opositor político y recientemente confirmado por su partido político como candidato a las elecciones presidenciales de 2028.
Antes de explicar la crítica situación en dicho país, ¿por qué Turquía es un actor importante en el escenario internacional? Para empezar, es una nación que se encuentra en dos continentes: Europa y Asia. Al mismo tiempo, controla los estrechos del Bósforo y los Dardanelos, ambos sumamente estratégicos debido a que conectan el mar Mediterráneo con el mar Negro. Es justamente gracias a su ubicación lo que la convierte en un actor clave en su región, teniendo influencia en Medio Oriente y la zona de los Balcanes, por ejemplo. Es importante mencionar que es un país miembro de la OTAN y esencial para la seguridad europea, pero que a su vez Erdogan mantiene una buena relación con Vladimir Putin. Esto le da cierta imprevisibilidad a su política exterior.
Ahora bien, si vamos a los hechos, la policía arrestó a casi 2.000 personas (muchas de ellas estudiantes), encarceló a 7 periodistas y muchas veces recurrió a la violencia para disipar a los manifestantes. Desde el Gobierno, afirman que los ciudadanos han «abusado del derecho a manifestarse” y acusó a los manifestantes de «intentar alterar el orden público, incitar a actos callejeros y atacar a la policía». Erdogan condenó las manifestaciones y aseguró que el Partido Republicano del Pueblo (CHP, por sus siglas en turco), del cual Imamoglu es uno de sus principales figuras, trata de «polarizar al pueblo».
Para empeorar la situación, desde Ankara prohibieron las manifestaciones en Estambul, se limitó el tráfico y el transporte público y se restringió drásticamente el acceso a redes sociales como X, TikTok, YouTube e Instagram, según pudo comprobar Netblocks, un organismo de vigilancia de Internet con sede en Reino Unido.
 ¿Cómo reaccionaron los poderes internacionales? Por un lado, desde Europa, el portavoz de la Comisión Europea, Guillaume Mercier, declaró: «Queremos que Turquía permanezca ligada a Europa, pero esto requiere un compromiso claro con las normas y prácticas democráticas (…). Los derechos de los funcionarios electos y el derecho de manifestaciones pacíficas deben ser completamente respetados”.
Por otro lado, el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, expresó que “están observando la situación con preocupación” y que “no les gusta ver inestabilidad en el gobierno de ningún país que sea un aliado tan cercano».
A modo de conclusión, me gustaría resaltar el concepto de “autoritarismo competitivo”, muy presente en las relaciones internacionales. Este se aplica a un régimen en el que las instituciones democráticas existen formalmente, pero son vaciadas de contenido por el control hegemónico del poder ejecutivo. Esto puede derivar, por ejemplo, en el control del poder judicial y de los medios de comunicación, la inhabilitación de candidaturas opositoras.
Por lo mencionado durante el artículo, y si tenemos en cuenta de que Erdogan está por cumplir 22 años consecutivos en el poder (desde 2003 hasta 2014 como primer ministro y desde entonces como presidente), este término puede ser útil para describir el tipo de régimen político presente en Turquía.
Escrito por: Cáceres, Matías