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CIENCIA

¿Qué está pasando con “La vuelta a la Luna”?

¿Qué está pasando con “La vuelta a la Luna”?

Desde el alunizaje del Apolo 17, ocurrido en diciembre de 1972, ningún hombre volvió a pisar la Luna. La falta de motivaciones, aparte de la ostentación que movió al gobierno de Estados Unidos a crear la NASA y, posteriormente, el programa Apolo, llevó a que no surjan proyectos lunares tripulados antes del inicio del siglo XXI.

Las investigaciones no tripuladas realizadas de por medio, mediante sondas y módulos de aterrizaje, dieron un importante sentido a la presencia humana en la Luna, conduciendo a distintos organismos a planificar futuras misiones. El descubrimiento de la presencia de hielo en los polos lunares, así como también los intereses por la minería lunar o el establecimiento de bases permanentes -las cuales servirían como puntos de chequeo/emergencia para misiones a otros cuerpos celestes- son ejemplos clave que dieron inicio a lo que algunos llaman como “la nueva carrera espacial”.

A diferencia de la carrera espacial transcurrida en plena Guerra Fría, esta nueva era se caracteriza por la participación de nuevos actores, así como también por un notable cambio de objetivos y formas. Lo que antes era exclusivamente el enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética por ver quién era el primero en lograr ciertos hitos, sin importar la inversión realizada, la sustentabilidad o la utilidad, hoy nos encontramos con la presencia de nuevos organismos nacionales y empresas privadas, que colaboran entre sí -aunque solo en casos particulares- con la intención de volver a nuestro satélite natural, diagramando una continuidad y permanencia por medio de los avances tecnológicos y la reutilización de infraestructura.

En este contexto, ¿qué avances han alcanzado los distintos organismos hasta el momento? ¿Qué planes tienen para el futuro cercano? Analicemos caso por caso.

Estados Unidos

El país del que más información se tiene acceso. Su proyecto lunar, Artemis, es un programa con múltiples aristas.

Desde que fue dado a conocer en 2019, Artemis llama la atención por la ambición plasmada en cada una de las misiones, procurando no solo llevar nuevamente personas a la Luna, sino también establecer una estación orbital lunar y posibles bases en la superficie del polo sur.

La tecnología empleada no deja de llamar la atención. Su cohete principal, el SLS, es el cuarto más grande de la historia, con una altura de 98 metros. La cápsula para la tripulación, llamada ORION, es una nave basada en la utilizada por el programa Apolo, con la diferencia en que posee tecnología avanzada y un diseño que fue trabajado por más de 20 años.

Hasta el momento, solo se realizó Artemis I, en la que se lanzó el cohete sin tripulación para que llevara a cabo el recorrido sin alunizar, probando los sistemas y la ruta de viaje. El éxito de esta misión permite continuar hacia Artemis II, misión tripulada que orbitará la Luna. Artemis III, por su parte, realizará el primer alunizaje con tripulación, para proceder con Artemis IV, que iniciaría la construcción de Gateway: una estación orbital lunar con colaboradores internacionales.

Ahora bien, saliendo de lo utópico de este programa, no podemos dejar de analizar las serias dificultades con las que se encuentra Artemis, las cuales ponen en riesgo su viabilidad. Los múltiples retrasos de Artemis II -que al momento de la fecha ya debería haberse realizado- son un reflejo de los problemas burocráticos, políticos y tecnológicos a los que se enfrenta.

A forma de contextualizar estas dificultades, debemos saber que la NASA funciona como un empleador, donde paga a distintas empresas privadas -principalmente Boeing, Lockheed Martin y Aerojet Rocketdyne- para que construyan o condicionen las partes de la estructura necesaria para sus proyectos. Por tanto, la NASA solo diseña las misiones y utiliza su presupuesto para pagar al sector privado que realiza el trabajo.

La dependencia que tiene por pocas empresas lleva a que las misiones de Estados Unidos estén atadas a los precios y tiempos de estas empresas. Si le sumamos que existe un constante flujo de dinero de estas empresas para condicionar al gobierno que deben emplearlas -o por otros medios de persuasión-, el resultado es que la NASA pierde todo tipo de poder de decisión.

Otra gran problemática, que surge de la anterior, son los altos costos del programa. Al día de hoy, con tan solo haber realizado Artemis I, ya se han gastado más de 100 mil millones de dólares entre el diseño, la compra y el lanzamiento. Para entender lo desorbitante de esta cifra, con el dinero que se compra uno de los motores RS-25 del SLS -equivalente a unos 420 millones de dólares-, Space X puede lanzar 21 cohetes Falcon 9.

La cadena de problemas nos lleva a un nuevo eslabón. Si de por sí es desmesurado lo que ha costado hasta ahora el programa Artemis, ¿cómo reaccionarías si te digo que muchas de sus piezas ni siquiera son novedosas? Nos ingresamos al problema tecnológico del proyecto. Múltiples partes del cohete -como los motores mencionados anteriormente- son los mismos que fueron utilizados por el Transbordador Espacial. Pero cuidado, no solo el mismo modelo, sino las mismas unidades que volaron.

Estamos hablando de piezas de segunda mano, que vienen de un proyecto que no alcanzó sus respectivos objetivos y, además, se cobró la vida de 14 personas en los accidentes del Challenger y el Columbia. Si bien estas piezas fueron reacondicionadas y revisadas, ¿qué tanta seguridad pueden proveer para las próximas misiones tripuladas del proyecto?

Esta situación pone en serias dudas la continuidad de Artemis tal y como se encuentra diseñado. A partir de esto, hay distintas vertientes, desde la cancelación total del proyecto a la contratación de empresas aeroespaciales privadas que se encarguen íntegramente del proyecto. De ser el caso, ¿qué empresas podrían afrontar este programa?

Empresas privadas

El sector privado emerge como un actor principal en esta nueva era aeroespacial. Mientras en el pasado dependían de otros organismos para desarrollar cohetes, al día de hoy existen alrededor de 60 empresas en el mundo con la capacidad de diseñar y crear cohetes orbitales.

En lo que respecta a las misiones lunares, la que ha tenido notables avances es Space X. Su cohete Starship Super Heavy, con más de 120 metros de altura y una capacidad de transportar hasta 150 toneladas de carga útil, es el más grande jamás construido, lo que lo plantea como un excelente vehículo para llevar a la Luna lo que sea necesario.

A pesar de que aún se encuentra en fase de prueba, la metodología de trabajo que utilizan en la empresa -prueba y error- permite una rápida corrección de errores, avanzando hacia una configuración óptima del vehículo para que pueda no solo llevar carga útil, sino ser íntegramente reutilizable. No obstante, todavía necesitan un par de años para que la Starship pueda comenzar a ser utilizada en misiones.

Si bien Elon Musk -fundador de Space X- plantea constantemente que se podrá llegar a la Luna y a Marte con estos cohetes, aún no creó ningún programa espacial que englobe a este tipo de misiones. De todas formas, además de la Starship, también vienen desarrollando un módulo de aterrizaje lunar, que sería utilizado en la misión Artemis III, bajo un convenio entre la NASA y la empresa.

Esto último demuestra que, teóricamente, Space X tiene la capacidad de crear misiones lunares a través de sus propios diseños y producción. Lo que aún no es claro es el tiempo que les llevará alcanzar este nivel de desarrollo.

Así mismo, otras empresas podrían llegar a alcanzar desarrollos útiles para misiones lunares. Blue Origin -empresa del Jeff Bezos- y Rocket Lab han desarrollado potentes cohetes que podrían ser utilizados, siempre y cuando quede comprobada su seguridad y reutilidad.

Por último, si hablamos del sector privado no podemos dejar de mencionar al programa Comercial Launches Playout Services, de la NASA. Lanzado en 2018, es una iniciativa que busca fomentar el avance y desarrollo de tecnologías para misiones lunares de empresas aeroespaciales de Estados Unidos mediante un apoyo económico. De esta manera, no se centraliza la capacidad de enviar misiones a la Luna en pocos organismos, sino que desarrolla una economía lunar fomentando al sector privado.

Este programa ya dio sus resultados. Intuitive Machines y Firefly Aeroespace ya lograron alunizar sus módulos en la superficie lunar, así como también se encuentran otros landers de capitales privados en camino. Es la primera vez que empresas privadas logran alunizar módulos espaciales.

China

No hay mucha información ni detalles de sus misiones, tanto presentes como futuras. De todas maneras, se puede afirmar que la capacidad que tiene el sector aeroespacial estatal chino es notable. Desde la fundación de la Administración Espacial Nacional China -CNSA- en 1993, el país logró hitos que solo Estados Unidos -con más de 60 años de historia aeroespacial- había alcanzado. La capacidad de enviar cargas a la órbita terrestre, astronautas al espacio, rovers a Marte y crear su propia estación espacial son ejemplos a destacar.

Su desarrollo en tecnología lunar tampoco se queda atrás. Las misiones Chang’e han realizado observaciones lunares, así como recolección de muestras del suelo lunar para su posterior vuelta a la Tierra y análisis. La última de ellas, la Chang’e 6, ha recolectado muestras del lado más lejano de la Luna. Según algunos informes, las próximas Chang’e se dedicarán a analizar el polo sur lunar y la viabilidad de utilizar recursos in situ.

Aparte de estas misiones -las cuales están programadas dentro de los próximos 5 años-, la CNSA espera enviar humanos a nuestro satélite natural para 2030. Como el resto de proyectos espaciales, no deja de ser una fecha que puede respetarse o no, puesto que se ve atada a imprevistos o desafíos técnicos.

Por último, las autoridades chinas realizaron un acuerdo internacional para realizar una estación lunar con otras naciones y organismos -no está claro si será orbital o en la superficie lunar-. El principal socio es Roskosmos -agencia aeroespacial rusa-, a lo que se suman otros colaboradores, como la Organización de Cooperación Espacial Asia-Pacífico, Bielorrusia, Azerbaiyán, Tailandia, entre otras. Su puesta en funcionamiento está estimada para la segunda mitad de la próxima década.

India

Posiblemente el caso más llamativo. Si bien no tiene una gran realización -como el resto de casos anteriores-, vale destacar los grandes desarrollos hechos hasta la fecha y sus planes a futuro.

Las misiones Chandrayaan tienen por objetivo investigar y estudiar la Luna. Hasta ahora, se han realizado tres de ellas, logrando aterrizar con éxito en la superficie lunar. Como dato no menor, la Chandrayaan-3 convirtió a la Organización de Investigación Espacial India -ISRO- en la primera agencia en lograr un aterrizaje exitoso en el polo sur lunar.

Con un círculo productivo mayoritariamente nacional, la ISRO tiene como próximas misiones la extracción de muestras del suelo lunar, así como también la investigación a fondo de los polos lunares mediante su colaboración con la Agencia Aeroespacial Japonesa.


A partir de esta recopilación de datos, podemos observar que el sector aeroespacial ya no se encuentra centralizado en unas pocas potencias, sino que múltiples organismos buscan incursionar en esta área y poseer su soberanía espacial.

Los objetivos están claros; las recompensas también. En el futuro cercano veremos cómo siguen estos proyectos, los cambios que puedan ocurrirles y, tal vez, la realización de algunos de ellos. La nueva carrera espacial marca el inicio de una era de desarrollos, en los que el humano busca establecerse en otro lugar fuera de nuestro pequeño punto azul. Una colonización, pero en el siglo XXI y sin Colón.

Eso sí: hasta el momento no sabemos si quienes pisarán primero la luna tendrán el Mahabharata, perseguirán el Sueño Americano o dirán “一个人的一小步,人类的一大步”.

Escrito por: Dorsch, Santiago