Si hablamos de IA, chips cerebrales, cohetes espaciales y otras tantas tecnologías de vanguardia, no podemos dejar de mencionar al magnate sudafricano, Elon Musk. Las millonarias sumas invertidas en estos proyectos sorprenden por sus resultados positivos en lapsos de tiempo abismalmente cortos.
En esta oportunidad, hablaremos de uno de todos estos proyectos, el cual se centra principalmente en el desarrollo de nuevas inteligencias artificiales. Bajo el nombre de Cortex, se está desarrollando un supergrupo gigante de entrenamiento de IA, ubicado en la sede de Tesla de Austin, Texas.
Según el CEO de la empresa, quien mostró una parte de las instalaciones en una publicación de X, será utilizada para “resolver la IA del mundo real”.
Como suele suceder con muchas de las invenciones de Musk, buena parte de los datos específicos no son dados a conocer. No obstante, sabemos que este centro está compuesto por unas 50.000 GPU Nvidia H100s y que, cuando sea puesta en marcha, consumirá unos 130 MW; pudiendo alcanzar los 500 MW de consumo frente a un aumento en la cantidad de GPU en años venideros.
Sus aplicaciones directas serán el entrenamiento de IA’s aplicadas a la conducción autónoma total de vehículos Tesla, así como también en la robótica (como en el proyecto Optimus).
En este tipo de centros, se desarrolla una actividad esencial -por no decir troncal- en la creación de una inteligencia artificial. Es en el entrenamiento en el que la IA adquiere conocimientos a través de la web y material digitalizado y lo evalúa -dividiéndose en una suerte de profesor-estudiante, donde se autoevalúa si ha adquirido correctamente los conocimientos-. Además, en este proceso aprende la confección del lenguaje, a cómo comprender la información recibida y cómo expresarse de forma humana. Es gracias a estos complejos procedimientos que la IA alcanza los niveles de inteligencia y capacidad que observamos hoy en día.
Esta invención, tal como el resto que son desarrolladas por Musk u otros, son de lo que nos suele parecer futurista. Sin embargo, muchas de ellas se han materializado en proyectos: se han plasmado en la realidad. Ideas como las de robots autónomos, inteligencias artificiales, vehículos autónomos, cohetes espaciales reutilizables y una infinidad de tecnologías que solemos etiquetar como fantasías de un tiempo futuro se han ubicado en el plano real o bien en un futuro alcanzable. No se ha matado la imaginación de esos futuros, simplemente se han llevado a la realidad.
De estos avances, surge una cascada de preguntas. En aquella que quiero hacer especial énfasis, puesto que hemos hablado de inteligencias no naturales, es: ¿dónde está el límite? ¿Acaso existe?
Sistemas cada vez más inteligentes, su aplicación en cuerpos físicos -robots- y su posible autodeterminación son puntos de partida a un innumerable número de futuros de los más distintos. El avance tecnológico de nuestra era acarrea ya no solo aplicaciones determinadas a la sociedad, sino también una buena cuota de incertidumbre. Desde las bellas utopías hasta las oscuras distopias ha de vacilar nuestro porvenir y el de estas tecnologías, pero la pendiente que incline a uno u otro extremo -o tal vez el equilibrio- esta, hoy por hoy, en el poder de unos pocos.
El futuro en esta materia ha dejado de ser puramente avances: se ha adquirido un gran sentido de responsabilidad de qué hacemos, cómo controlamos y a dónde orientamos lo que se ha desarrollado.
Escrito por: Dorsch Santiago