«Todos mis activos realizables restantes se desembolsarán de la siguiente manera: el capital, convertido en valores seguros por mis albaceas, constituirá un fondo, cuyos intereses se distribuirán anualmente como premios a aquellos que, durante el año anterior, hayan conferido el mayor beneficio a la humanidad.”
Este es un fragmento del último testamento de Alfred Nobel, donde anunciaba que una parte de su patrimonio sería dedicado a lo que hoy conocemos como Premios Nobel, uno de los galardones académicos más reconocidos e importantes.
Desde su primera edición, en 1901, ha premiado a reconocidos científicos, literarios y personas que cumplieron lo que Nobel buscaba que sea premiado: la labor de conferir un beneficio a la humanidad.
Ahora bien, lo que Alfred -permítanme llamarlo así, ya que entramos en confianza- no consideró en 1895 fue especificar si esos “aquellos” que recibirían este galardón fuesen o no humanos, pues en esos tiempos la idea de inteligencias no naturales -o distintas a la humana- eran inconcebibles o, a lo sumo, eran existentes solo en el plano fantástico. De la misma manera, tampoco precisó hasta dónde debería llegar la influencia humana en un descubrimiento o desarrollo que vaya a ser galardonado. No lo culpemos; en su época aún no había necesidad de hacerse estas preguntas.
Hoy, en los años en que las barreras entre lo humano y lo artificial se vuelven difusas, no es un tema que debe tomarse a la ligera. El anuncio de los ganadores de este premio en la edición 2024 ha captado la atención, tanto del público como del ámbito académico, por los desarrollos premiados.
Vayamos al caso. John Hopfield y Geoffrey Hinton resultaron ganadores en el área de física «por descubrimientos e invenciones fundamentales que permiten el aprendizaje automático con redes neuronales artificiales». Por otro lado, David Baker, Demis Hassabis y John Jumper merecieron el Nobel de Química “por el diseño computacional de proteínas y la predicción de estructuras complejas de las mismas”. ¿Qué significa todo esto?
Salvando tecnicismos que no van al caso, el Premio Nobel de Física reconoció los desarrollos clave que estructuran y permiten el aprendizaje de inteligencias artificiales, dando paso a sus capacidades de aprendizaje, memorización y corrección. Por otro lado, los merecedores del premio en química utilizaron esta gran herramienta, las redes neuronales artificiales, con el fin de describir y predecir con rigor estructuras de proteínas. Desarrollaron una IA, llamada AlphaGo2, capaz de realizar estas operaciones.
Ahora vamos entendiendo la importancia del “aquellos” que utilizó Nobel en su testamento. si bien en ambos casos el premio fue entregado a humanos, el rol que ha jugado la IA en estos trabajos es novedoso en el ámbito Nobel.
Si bien los ganadores en el área de física han desarrollado estos trabajos con la intención de mejorar el aprendizaje y otras habilidades de la IA -lo cual constituye un trabajo científico como el resto que se desarrollan-, los ganadores en química han creado y utilizado de forma directa esta herramienta para los fines de investigación en el campo de las proteínas.
Desde luego, esta sinergia intelectual entre humanos e inteligencias artificiales promueve el avance en conocimientos científicos, lo cual constituye una interacción de gran valor en áreas de investigación. No obstante, en ámbitos como el de los Premios Nobel, la meritocracia y la influencia en aquello que es premiado -las investigaciones- juega un papel protagónico.
Es evidente que los ganadores de este año han demostrado no solo la gran importancia e impacto que tienen sus investigaciones, sino también que su esfuerzo es merecedor de un Nobel. Ahora bien, somos conscientes de las capacidades de las inteligencias artificiales actuales y cómo de rápido escalan en cantidad y capacidad, asimilándose, al menos en algunos aspectos -entre los que entra la actividad científica-, a nosotros.
A sabiendas de esto último, la IA puede ser una poderosa herramienta y una gran colaboradora en actividades científicas: es lo que ha ocurrido con AlphaGo2 en esta edición. Pero, ¿hasta dónde puede escalar esto? ¿Llegará un momento en el que haya investigaciones llevadas a acabo exclusivamente por inteligencias no naturales? Este tipo de actividades parecen inevitables frente al progreso disruptivo de esta tecnología.
Y todo nos vuelve a nuestro querido Alfred. ¿Consideraría a estas inteligencias como miembros de esos “aquellos”? Es claro que no tenemos respuestas. En el presente, es un comité quien toma las decisiones y su juicio declara a los ganadores. En ellos estará la tensión entre mantener la tradición de estos premios u optar por progresar junto a estas tecnologías.
Escrito por: Dorsch, Santiago