La situación del gabinete de Javier Milei tiene millones de aristas que trabajar. Lo cierto es que el chiquitaje mediático y el sentimiento abrumador de querer abarcarlo todo, hacen que perdamos de vista algo central a la hora de pensar el rol estatal: el Estado NO es una empresa.
No podemos naturalizar la crisis política que implica la renuncia o despido constante de funcionarios públicos bajo la creencia meritocrática de que en una empresa, cuando un empleado no cumple las expectativas, se lo despide. Como si los despidos se dieran siempre bajo criterios objetivos o exclusivamente meritocráticos.
En este caso, el despido de funcionarios es casi indiscriminado. Todos son vigilados y posibles sospechosos, a pesar de haber sido seleccionados por el Gobierno. Esto, sumado a las renuncias crecientes en el Ministerio de Capital Humano, manifiesta lo contrario a lucidez y claridad sobre el camino a tomar. Infiere, contrario a lo que aseguran desde el Gobierno, que no pueden manejar el quilombo institucional que se les viene.
El presidente seleccionó funcionarios que venían de fuera de la política; outsiders. Lentamente, estos outsiders van demostrando su debilidad e inoperancia, llevándose por delante al pueblo hambriento. Pettovello “auditaba” comedores mientras la leche en polvo se acerca a su vencimiento en julio y Posse, ex jefe de gabinete, prácticamente el segundo del presidente y responsable de la administración general del país, habló públicamente una sola vez y fue acusado de espiar al presidente y a otros cercanos a él.
Repasemos un poco el chiquitaje:
El ascenso de Sandra Pettovello al Ministerio de Capital Humano no estuvo exento de controversias. Lo primero que hizo fue pausar transferencias de recursos a los comedores, desacreditando a todos los intermediarios, a quienes llama ”Gerentes de la pobreza”, alegando corrupción y prometiendo atención directa a afectados, cosa que no se concretó.
Tras denuncias por el confiscamiento de alimentos por vencer, que ni eran todo yerba ni se destinaron a emergencias cuando las hubo, la Justicia obliga al ministerio a presentar un plan de reparto de alimentos por vencer, dictamen que se apeló alegando división de poderes, pero que es perfectamente legal, ya que no te están diciendo cómo gobernar, sino que te están obligando a hacer tu deber.
Entonces, rápidamente la doctrina anti-intermediarios se desdibuja ante los acuerdos con organizaciones evangélicas como CONIN, para la entrega de alimentos, y la OEI para la compra.
La entrega de alimentos perjudica a las provincias donde la fundación CONIN no tiene sede física. Se quedan sin comer Formosa, CABA y “los niños hambrientos de Chaco”.
La compra de alimentos terciarizada está bajo la lupa de la Justicia por contrataciones irregulares. Quisieron instalar a Pablo De La Torre como principal culpable de esa mala gestión de alimentos comprados, pero el chivo expiatorio les salió mal. No solo porque después del despido de De La Torre le siguió un récord de despidos a funcionarios nombrados por él, sino porque es poco creíble que sea solo de su autoría el desastre administrativo de este ministerio, ya que todas las decisiones, incluidos los acuerdos acusados de sobreprecios con la OEI, son responsabilidad final de Pettovello.
Resumidamente, muchos ñoquis para el Gobierno y poca polenta para el pueblo.
Denuncias de todo tipo, en todos los niveles operativos: récord de renuncias, caprichos infundados contra la Justicia, representantes que dan vergüenza y, mientras tanto, la gente tiene hambre.
El ministerio está mal organizado. Una sobrecarga de tareas y áreas atosigan a la ministra, de quien se rumorea una variedad de intentos de renuncia fallidos y una personalidad caracterizada por la inestabilidad emocional. Tal vez ese rasgo es lo que hace que Milei se sienta tan vinculado a ella. En palabras del autor de su biografía no autorizada, titulada “El loco”: Milei banca a Pettovello por la contención emocional que ella le brinda, no por razones objetivas o meritocráticas.
(La imagen que Javier Milei publicó en sus redes al defender a la ministra)
Nadie en el Gobierno se atreve a cuestionar la gestión de la ministra por el voto de absoluta confianza que el presidente depositó en ella. Como ya sabemos, la intransigencia del presidente contra los que piensan distinto se potencia cuando se trata de “los propios”, y la mera sugerencia de una renuncia significaría una mancha de expediente irreconciliable con los delirios de grandeza libertarios.
Tener un ministerio efervescente, del que nadie se quiere hacer cargo, lanzando culpas como quien lanza una papa caliente, es signo de una crisis política. A seis meses de gobierno, es un diagnóstico temprano, pero muy preocupante. Esto es lo que no termina de trascender en la cosmovisión del grueso de la gente.
Algunos negocios pueden cambiar de personal constantemente sin que eso afecte la rentabilidad. Pero cuando se trata del gabinete presidencial, el cambio constante de miembros burocráticos, es decir, los “expertos” en cada materia, desestabiliza las instituciones y ralentiza, como ha sido demostrado, decisiones urgentes. Pero el peor efecto que tiene la crisis política del inestable gobierno de Javier Milei es que extingue las potenciales inversiones privadas, en cuyas manos el Gobierno ha puesto el destino de todo un país.
(El jueves se difundió una entrevista que Milei concedió a un portal estadounidense, The Free Press, la semana pasada en California. En ella, afirmó que “ama ser el topo que viene a destruir al Estado”)
Efectivamente, cuando estás convencido de que el Estado no funciona y vas a ocupar vos el Sillón de Rivadavia, el Estado no va a funcionar. Ni siquiera se trata de una cuestión individual del presidente; es una inutilidad y desconocimiento colectivo de la mayoría de funcionarios “outsiders” seleccionados por él. Entonces, ¿qué vino primero?¿El Estado o la ineptitud? Queda en uno mismo reflexionar sobre si lo que no funciona es una cuestión sistemática del Estado como institución o de quien lo ocupa con aras no de reformarlo, sino de destruirlo desde adentro.
Escrito por: Lucia Gaitan