
¿Es posible que la hamburguesa más famosa de McDonald’s tenga una relación directa con la situación económica de nuestro país? Sí, esta se vincula con la economía a través del índice Big Mac: una estadística publicada por la prestigiosa revista The Economist. Esta nació en 1986 como forma de medir la paridad del poder adquisitivo entre diferentes países.
Ahora bien, ¿por qué se usa una Big Mac y no otra herramienta de medición económica? Esto es así porque esta hamburguesa es un producto homogéneo, que lleva los mismos componentes en igual proporción, que se vende en muchos mercados alrededor del mundo. Bajo la idea de que un dólar debería comprar la misma cantidad de bienes y servicios en cualquier parte del mundo, este ranking permite comparar cuán cara o barata está una moneda, convirtiendo a dólares el precio de la hamburguesa en la divisa local. Se pueden encontrar dos tipos de distorsiones en el tipo de cambio: una apreciación artificial, cuando el precio está por encima del promedio mundial, o una depreciación, cuando el precio está muy por debajo del global.
En este ranking, Argentina se ubicó en el segundo lugar a nivel mundial, y es el país con la Big Mac más cara de América Latina. El único país que se encuentra por encima del nuestro es Suiza. Para darnos una idea de la sobrevaluación del peso, nos basta con mostrar que, en Argentina, una Big Mac cuesta 6,95 dólares, mientras que en los Estados Unidos cuesta 5,79. Según The Economist, el peso argentino está un 20% sobrevaluado. En la comparativa regional, nos siguen Uruguay, México y Colombia, mientras que Brasil se encuentra por detrás luego de una histórica devaluación, con la Big Mac cotizando a $4,49.
El atraso cambiario no solo se ve en este índice, sino que podemos verlo diariamente con lo caro que se encuentra nuestro país en dólares, la constante sorpresa de extranjeros al visitarnos por los exorbitantes precios y la cantidad de argentinos que han decidido viajar al exterior, por lo barato que nos resultan algunos países de Latinoamérica.
Pero lo importante de este índice no radica en el precio de una hamburguesa, sino que el atraso cambiario es un fenómeno con muchos efectos negativos. La mayoría de los economistas, desde Domingo Cavallo hasta Alfredo Zaiat, pasando por Carlos Melconian, Emanuel Álvarez Agis y muchos otros, coinciden en que el peso está sobrevaluado de manera artificial. Y para los más cercanos al Gobierno, este atraso es el talón de Aquiles del plan económico.
Argentina ha atravesado muchas veces períodos de atraso cambiario, y por lo general tiene las mismas consecuencias. Esto permite importar de manera muy barata y que se encarezcan las exportaciones, perjudicando al sector exportador y principalmente a la balanza de pagos, donde se generan grandes desequilibrios. Entre los muchos casos de momentos donde el peso estuvo sobrevaluado, los más característicos son el Plan Austral y el Plan Primavera, la Convertibilidad, el cepo cambiario impuesto por Cristina Fernández de Kirchner y el endeudamiento de Mauricio Macri. De todas formas, el período más parecido al actual es el de la dictadura militar iniciada en 1976, con la famosa “tablita” de Martínez de Hoz: un mecanismo muy similar al actualmente denominado “crawling peg” del ministro Caputo. Un denominador común entre todos estos episodios es que terminaron con abruptas devaluaciones, alta inflación o depresión, tales como la crisis del final de la dictadura, la hiperinflación de 1989, la crisis de 2001 y las crisis con las que Cristina Fernández y Mauricio Macri terminaron sus mandatos. El caso más reciente de apreciación del tipo de cambio fue mientras Sergio Massa era el ministro de Economía, que con su mala gestión nos llevó a una brecha inédita entre el dólar oficial y el paralelo, que terminaría con una fuerte devaluación posterior a las elecciones.
La gran sorpresa es que, aunque para todos los economistas el tipo de cambio está atrasado, para Milei y Caputo no lo está, e incluso podría valer menos. El presidente y su ministro no solo no creen que la sobrevaluación del peso sea un fenómeno negativo, sino que no creen que lo esté. La pregunta que surge entonces entre los economistas es: ¿Por qué, si el tipo de cambio no está atrasado, el Gobierno no levanta el cepo? Según los profesionales, una salida del cepo con este precio del dólar -barato- generaría un efecto similar a lo sucedido durante el Gobierno de Mauricio Macri; muchas empresas y particulares se aprovecharon del dólar barato para comprar en grandes cantidades, generando dos problemas: caída de reservas y fuga de capitales.
En esa situación hay dos escenarios: uno, en el que Milei tiene razón y el tipo de cambio no está atrasado, que debería culminar con el levantamiento del cepo. El otro, en el que efectivamente el peso está sobrevaluado, lo que amenaza con una devaluación. El presidente aseguró, en varias ocasiones, que no tiene pensado devaluar. Pero para mantener este nivel del tipo de cambio sin devaluar, deben llegar capitales, lo que hasta ahora no está sucediendo: no llegaron grandes inversiones, no se acordó con el FMI ni llegó financiamiento externo privado.
No queda claro qué es lo que va a suceder. Puede que una oleada de inversiones o un nuevo acuerdo con el FMI le permitan al Gobierno salir del cepo, manteniendo la cotización del dólar, pero, si esto no se da, pueda que el Gobierno deba incumplir su promesa y recurrir a la temida devaluación, que afecta principalmente a las clases medias y bajas. Hasta ahora, el presidente ganó muchas de las discusiones con el heterogéneo grupo de economistas antes mencionado, como la reducción del gasto público y la baja de la inflación, sin tener efectos sociales tan dramáticos como muchos esperaban.
Escrito por: Ingoglia, Tomás