Ruido. Humo. Prejuicio. Eso es todo lo que hay, eso es todo lo que son.Todo lo que podes
encontrar en un cúmulo de egoístas, viles e impuros seres que infectan la ciudad.
Convirtiendo todo su potencial en mugre, tristeza y desesperanza. Empresarios, contadores,
políticos… Nada más que escoria. Eso es todo lo que hay, eso es todo lo que son.
Esto es lo único que podía pensar mientras salía de la ciudad, sin poder ocultar su asco. Sin
nombre, sin identidad.Un don nadie. Así se sentía, eso era. Nada.
Pero aún así, a pesar de su profundo odio por los bichos de ciudad, nada más contrario le
sucedía con la humanidad. Es un profundo amante de la cultura y el arte. Un antropólogo
fascinado por su propia especie que oculta su anhelo de ser aceptado. No, admirado por
ella. Pero es este amor-odio lo que lo desconcierta.Se pregunta si es posible amar algo tan
impuro. ¿Es posible hacerlo, obligarlo a ser perfecto? ¿Puede Él hacer a la humanidad
mejorar? Su curiosidad lo lleva al origen, a los inicios. Para eso, toma su valija y emprende
este viaje.
Paz. Aire. Risas. Eso es todo lo que hay, eso es todo lo que encuentra en un cúmulo de
indígenas, una de las tribus más primitivas, tal vez de las primeras según sus estudios. Tal
vez también de las más alegres. El origen de todo. Jefes, Cazadores, Criadoras. Nada más
que motores de la próxima, renovada humanidad. Amor, compañerismo y respeto serán sus
bases. Así es su gente. Tienen algunos detalles, nada que no se pueda corregir. Aunque no
puede perfeccionarla si no es desde adentro.
Su gente lo recibe amorosa y tranquilamente, él pronto se habitúa a sus extrañas
costumbres: compartir lo que caza , comer insectos y plantas, vestirse adecuadamente,criar
cerdos y adorar vacas. Pero aún no es parte. Aún no es aceptado, mucho menos admirado.
Lo de adorar vacas no es literal, aunque podría. Vacas parecen los 7 Jefes, que más allá de
su inteligencia o valentía, denotan riqueza. Son los únicos capaces de engordar tan
asquerosamente como para merecer el respeto de los demás. Engordar hasta que no
pueda más. Esa es la clave.
Sangre. Grasa. Carne. Eso es lo que hay que hacer, eso es lo que es Él. Sin hambre, sin
pensar, despedaza parte por parte y se devora un animal entero en la noche. Todas las
noches. Hasta que la séptima noche alguien lo sigue.
Es observado entrando en su tienda, moviéndose con dificultad por su enorme masa
corporal. Haciendo temblar el piso, con el cuerpo empapado de sudor y relamiéndose de la
emoción. Cada vez era más difícil pero cada vez estaba más cerca. Tenía que hacerlo una
vez más para alcanzar el peso que necesitaba. Tenía que comer, tenía que matar.
Alguien lo ve tomando de su valija una herramienta extraña, brillante y alargada. Algo
desconocido. Pero alcanza a ver algo completamente conocido también guardado en la
valija.
Con el machete se dirige en medio de la oscuridad hacia donde las vacas duermen. Donde
la última vaca duerme.Y ante los ojos de una secreta admiradora, corta y le arranca el
corazón al último obstáculo para conseguir una humanidad perfecta. Sin hambre,
disfrutando, desarma el cuerpo del último jefe vivo y entierra sus dientes en sus órganos.
Pureza. Respeto. Poder. Eso es lo que hay, eso es lo que encontró. En un conjunto de
indígenas, en una tribu recóndita. Su enorme cuerpo postrado en una especie de trono,
junto a su trofeo más preciado, su símbolo de victoria: una valija abierta con 7 cráneos. Su
tribu lo adora y su admiradora espera su primer hijo. Espera una nueva generación de fieles
puros que corrijan la miseria, el sufrimiento y la avaricia de este mundo. Una nueva
sociedad, los orígenes de una nueva humanidad.
Por: Lucia Gaitán