Hace algunos días, trascendió una noticia geopolítica muy importante no solo para nuestro país, sino para varios actores involucrados en el futuro del continente blanco, la Antártida. Tal noticia, según medios británicos, tiene como protagonista a la Federación Rusa y al hallazgo de una enorme reserva de petróleo y gas en la zona reclamada por Argentina, Chile y Reino Unido (los tres países en cuestión tienen zonas de reclamación que se superponen unas con otras), la cual superaría por más de 30 veces las reservas de Vaca Muerta.
Más allá de cualquier especulación (debido a que no se conocen estudios formales sobre dichas reservas hidrocarburíferas) de si en efecto son reservas probadas o si son recursos potenciales, bien podemos hacernos las siguientes preguntas: ¿Acaso es posible extraer recursos naturales de la Antártida? ¿La exploración con fines comerciales está permitida?
Las respuestas son sencillas, y, a continuación, vamos a comentar un poco más sobre por qué se determinó que así fuera. Las mismas son un rotundo no, debido en gran parte al Sistema del Tratado Antártico (o simplemente Tratado Antártico), el cual determina las relaciones internacionales con respecto al continente blanco. El mismo se firmó el 1 de diciembre de 1959 en Washington, Estados Unidos, entrando en vigor en 1961. Sus firmantes originales fueron: Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Japón, Noruega, Nueva Zelanda, Reino Unido, Sudáfrica y la Unión Soviética. Cabe destacar que, si bien sus miembros originales fueron estos 12 países, el tratado dejó en libertad de acción para que cualquier miembro pleno de la Organización de las Naciones Unidas pudiera unirse al Tratado Antártico. Debido a esto, hasta febrero de 2023, el tratado creció hasta los 56 miembros.
El espíritu del Tratado Antártico es el de transformar al continente en tierra de ciencia y de paz, libre de los conflictos entre Estados y de posibles amenazas (bélicas o desastres ambientales causados por la mano del hombre) que puedan destruir la armonía y biodiversidad únicas que presenta la Antártida. Si bien en la actualidad son siete los países que reclaman formalmente territorios antárticos (Argentina, Chile, Reino Unido, Noruega, Australia, Francia, Nueva Zelanda), los mismos se han comprometido a no utilizar el continente como bases de operaciones bélicas para cumplir con sus objetivos de soberanía nacional. Por el contrario, dichos países poseen bases científicas que, en muchos casos, cooperan entre sí mismas, y que inclusive admiten a otros países para que instalen sus propias bases y puedan contribuir en avances científicos (como las bases de Estados Unidos y de China, por citar ejemplos notables).
Según Leonardo Stanley, economista e investigador del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES), que sigue datos sobre el derretimiento de los casquetes polares y la evolución de la temperatura media mundial, la eventual exploración y explotación petrolera en la Antártida, desde el punto de vista económico, sería inviable, debido en gran parte a los altos costos de extracción. Desde el punto de vista geopolítico, sería riesgosa, gracias a los actores involucrados en la cuestión. Y desde el punto de vista ambiental, sería trágica, ya que cualquier error humano podría ser letal para la Antártida.
Un dato de color para tener en cuenta el rigor con el cual el Tratado Antártico ha delimitado acciones en su territorio. El mismo es anecdótico para los argentinos, pero poco conocido, y es el de la prohibición en territorio antártico del Perro Polar Argentino. En 1994, luego de 43 años de servicio ininterrumpido, y debido al Tratado Antártico de Protección del Medio Ambiente (TAPMA), se ordenó a la Argentina a retirar a los caninos de sus bases antárticas, aduciendo que eran especies exóticas, y que podían poner en riesgo la salud de animales endémicos del continente (como focas y pingüinos). El futuro próximo de los caninos, al no poder habitar nuevamente el territorio, fue su rápida extinción.
Si bien el tratado tiene vigencia indefinida y no ha sufrido enmiendas que hayan modificado sus principales estatutos, el año 2048 será clave para el futuro del Tratado Antártico, debido a que fue elegido como la fecha en la cual se podrá solicitar su revisión entera y, por ende, de todo su sistema de normas. Si bien debe aprobarse por una mayoría, no resultaría raro que grupos económicos hidrocarburíferos puedan viciar la votación y permitir que su modificación permita la extracción de recursos en la Antártida. El futuro parece lejano, pero en un mundo que muchas veces se mueve por egoísmos y el dinero, las preocupaciones por el futuro del continente blanco son cada vez más inminentes.
Escrito por: Russo Matias