Dentro de la gran variedad de misiones espaciales llevadas a cabo a lo largo de la historia, las sondas Voyager 1 y Voyager 2 se llevan mucha de la atención del público general, pues son los únicos objetos creados por la humanidad que han salido de nuestro sistema solar.
Lanzadas en octubre y septiembre de 1977, respectivamente, son dos de las misiones espaciales más longevas de la historia, con 46 años de actividad hasta la actualidad.
Muchos son los tópicos que podemos desarrollar acerca de estas sondas gemelas. No obstante, haremos foco tan solo en uno de los componentes de ambas sondas, un objeto que llama la atención por su simpleza, a pesar de la complejidad de su objetivo. Hablamos del pequeño disco dorado que se encuentra en el exterior de ambas Voyager.
El objeto en cuestión mide unos 30 centímetros de diámetro y está hecho de cobre recubierto en oro. Su finalidad es llevar consigo información codificada acerca de nosotros -abarcando al planeta y quienes viven en él-, por si algún tipo de vida extra-terrestre encuentra alguna de las sondas.
Uno puede pensar, a priori, que es algún tipo de broma o que es un simple objeto que se ubicó en ambas sondas para generar polémica. La realidad es que fueron diseñados de manera meticulosa para cumplir, en caso de que ocurra, su cometido.
¿Qué información llevan estos discos? ¿Cómo se diseñaron? ¿De qué forma se comunica algo a quienes no entienden o conocen nuestras lenguas, culturas e incluso nuestros conocimientos?
Lo sé, chino mandarín parece ser más fácil de entender que este disco. Sin embargo, estos pocos símbolos transmiten una amplia y valiosa información a sus posibles receptores. Eso sí, para entenderlo, deberían contar con un mínimo conocimiento de leyes físicas y naturales, para lo cual consideramos que poseen.
La información que se encuentra en la parte superior izquierda es para explicar cómo funcionan los discos. Al fin y al cabo, funcionan como un vinilo convencional. En estos gráficos, se muestra cómo debe ser ubicada la aguja -la cual se encuentra junto a los respectivos discos de ambas sondas- y con la velocidad que deben ser reproducidos para que se comprenda el contenido -expresado en código binario-.
Dentro de los discos, se encuentra una multitud de datos: música de distintas culturas, saludos en diversos idiomas, sonidos de animales e imágenes. Estas últimas, para que puedan ser sintetizadas correctamente por los posibles receptores, deben cumplir múltiples parámetros. Estos mismos están explicados en la parte superior derecha de los discos. En estos gráficos se muestra qué tipo de señal se transmite antes de cada imagen, como así también cómo deben ser ordenados los datos para que construyan las imágenes de manera efectiva.
¿Qué imágenes se grabaron en los discos? Principalmente son fotos, tanto de humanos realizando distintas actividades como así también imágenes de distintas culturas y de múltiples especies animales. Después de todo, en este planeta no somos solo nosotros.
Siguiendo con la parte inferior de los discos, se puede ver, por un lado, múltiples líneas que convergen a un punto y, por el otro, a dos círculos unidos. El primero de estos gráficos explica la ubicación de nuestro planeta -sí, tal como lo leyeron-. Las diversas líneas indican la distancia que hay de nuestro planeta -en esta analogía, el punto donde se encuentran las rectas- a los 14 púlsares más cercanos.
Haciendo un paréntesis explicativo, un púlsar es un tipo de estrella que, debido a su fuerte campo magnético y su veloz rotación, produce pulsos de luz con una determinada frecuencia e intensidad. Por esto mismo, son objetos celestes perfectos para ubicarse en el espacio.
Ahora bien, el gráfico ubicado en la parte inferior derecha simboliza a dos átomos de hidrógeno en dos de sus estados más bajos. El objetivo de esto es que, al interpretar el tiempo empleado por el hidrógeno para pasar de un estado al otro, esto es la unidad temporal utilizada en el funcionamiento del disco.
De manera adicional a toda esta información codificada en cada disco, se le suma una pequeña muestra ultra pura de una clase de uranio radioactivo. Esto con el objetivo de que, al momento de ser encontrada la pieza y que identifiquen esta fuente radiactiva, puedan medirla y determinar qué tan antiguo es el disco, trazando un contexto temporal con la información plasmada en los discos.
El encargado de diseñar y dirigir este proyecto fue el astrónomo Carl Sagan, uno de los primeros divulgadores científicos en la era digital, como así también de los primeros activistas del cambio climático.
Un par de discos gemelos, que guardan tanta información en poca simbología. Un esfuerzo que demuestra aquello que muchos han anhelado -o temido-: poder ser escuchados por vida de otros mundos y ser entendidos.
Escrito por: Dorsch Santiago