Uno suele imaginar que la ciencia, al igual que sus autores, siguen lineamientos básicos para ejercer y llevar a cabo su labor -ya que, como todo grupo social, está atado a estereotipos-. Imaginamos al científico como un ser totalmente racional, exento a problemáticas que no sean de su campo de estudio y una infinidad de etiquetas similares.
Por otro lado, una gran parte de la sociedad tiene lejana a la figura del científico, quien se encuentra en algún remoto laboratorio del mundo, descubriendo y desarrollando cosas. En general, nos encontramos de forma directa con los productos del ámbito científico y no tanto con la escena en donde ocurren esos desarrollos ni con los protagonistas de los mismos.
Esta lejanía con el ámbito en cuestión permite preguntarnos: ¿Acaso los científicos y sus terrenos de estudio siguen estas etiquetas?
Creo que, con la mera experiencia que tenemos con otros grupos sociales y sus estereotipos, la pregunta se responde sola. No obstante, vamos a llevar esta cuestión al contexto histórico para ejemplificar y derribar estas creencias.
En efecto, la Alemania en tiempos del Führer, Adolf Hitler, es un escenario que nos permite visualizar de forma clara distintos factores relacionados con la problemática planteada. En un contexto donde las creencias religiosas inculcadas tenían “bases científicas”, investigadores realizaban trabajos a favor del régimen y médicos llevaban a cabo experimentos -y la eutanasia- sobre los recluidos en los campos de concentración nos da una amplia gama de datos.
A modo de organizar, fraccionaré la problemática general en tres ítems, en relación con el lapso histórico:
El líder del Partido Nacionalsocialista no solo aportó políticas a llevar a cabo, sino un conjunto de creencias con el objetivo de afianzar a sus seguidores y comprometerlos con su causa mayor.
Efectivamente, la creencia central de Hitler estaba sustentada en la Cosmogonía del Mundo Helado (Welteislehre). A grandes rasgos, esta antigua teoría planteaba un origen y una cosmovisión del mundo de forma única. Luego, por las interpretaciones del Führer y sus influencias, la única raza del hombre original era la raza aria.
A estas ideas, se le sumaba la cultura Volkish, la esvástica y demás símbolos de culturas nórdicas, conectadas con esta supuesta raza superior.
Este conjunto de creencias y símbolos adquiridos, sumados a la facilidad a la hora de transmitirlos, hicieron que gran porcentaje de la sociedad alemana -e internacional- simpatice con las ideas del partido.
Por otro lado, la creación de un grupo fuertemente unido por este conjunto de creencias llevaba, consecuentemente, a la creación de un enemigo. A pesar de que el Judaísmo ya era odiado por los Nacionalsocialistas, ahora, con estas creencias, había respaldo a la idea de que eran una raza inferior.
Para complementar y sustentar este conjunto de ideas, Heinrich Himmler -político en el régimen Nazi- creó, en 1935, la Ahnenerbe: una institución, aparentemente científica, que buscaba explicar los orígenes de la raza aria, la Cosmogonía del Mundo Helado y demás creencias. Con este objetivo en mente, los miembros de la institución llevaron a cabo múltiples investigaciones de corte científico.
De esta forma, el nazismo -y en especial su líder- mezclaron la ciencia con la pseudociencia y, por si fuera poco, con la religión y los mitos. Con este escenario, la sociedad misma ya ni siquiera sabía sus diferencias.
Si bien el punto anterior refleja la transmisión de mitos y pseudociencia como ciencia fáctica, en ese contexto no estaban implicados científicos como tal, sino defensores de las ideas aparentemente sustentadas por la ciencia.
Sin embargo, bajo el régimen nazi, había científicos -y muchos ganadores del Premio Nobel- que fueron autores de la creación de bombas, sistemas de comunicaciones, cohetes y hasta partícipes del Club del Uranio, donde experimentaron con la recientemente descubierta energía nuclear. ¿Qué hacían ahí esos científicos?
Algunos, a pesar de su disgusto con el nazismo, eran fuertes nacionalistas y se negaban a abandonar su país. Otros aprovecharon para llevar a cabo sus investigaciones con el presupuesto promovido por el régimen. Después de todo, los mandatarios nazis no podían entender qué hacían los científicos y, consecuentemente, no podían juzgar si avanzaban o no en los proyectos que ellos querían. Por otra parte, algunos, acorralados por el miedo, trabajaron al servicio del Tercer Reich.
Este hecho derrumba las etiquetas de las que hablaba al principio. Detrás del científico, se encuentra la persona, y, detrás de ella, sus intereses, ideologías, virtudes y miedos. Cada investigador detrás de estos proyectos tenía sus justificativos y razones para estar ahí y no en otro lugar.
La realidad, al final, es que, por cualquier razón que haya sido, grandes científicos fueron partícipes y seguidores –tanto sea por convicción como por no oponerse- de los actos llevados a cabo por el nazismo. En este sentido, la manipulación a los científicos por parte de los mandatarios es un tanto ambigua, puesto que muchos de ellos eran conscientes de lo que hacían y hasta hubieron otros que aprovecharon la incredulidad de los dirigentes -en el ámbito científico- para sacar beneficios propios.
Como ya he mencionado, el contexto proveído por las creencias nazis adjudicaba a los judíos el rol de enemigo, lo que desencadenó los hechos ocurridos en los campos de concentración.
De forma paralela, una gran multitud de médicos -de quienes se espera la procuración por la salud y la vida- llevaron a cabo actividades de corte científico con los recluidos judíos y homosexuales, experimentando con ellos como si fuesen seres sin valor. ¿Qué los motivaba? ¿Tenían justificativos aparentes?
Ya el hecho de practicar la eugenesia -reducción de grupos sociales específicos para perfeccionar la raza humana- estaba avalada en este contexto, por lo que ellos denominaron a esta situación “biocracia”: anteponer la salud de la Nación por la del individuo.
Ahora bien, el accionar de muchos de estos médicos se vio justificada por considerar como una oportunidad única el hecho de poseer tantas personas que, de una manera u otra, iban a terminar muriendo. A través de esta idea, llevaron a cabo experimentos de vacunas, tratamientos y demás procedimientos médicos con la intención de ver si eran efectivos o no.
Después de las historias expresadas en este artículo, supongo que no queda estereotipo alguno en pie de la ciencia y sus protagonistas, dejando expuesta la trama humana que hay detrás de cada descubrimiento e invención.
Volviendo al tema desarrollado, es complejo imaginar cómo un partido que llegó a dirigir un país entero pudo manipular conceptos científicos, pseudocientíficos y religiosos, con la intención de unificarlos y crear una visión seguida por tantos individuos, incluso profesionales de la salud y la investigación.
Hablar de estos temas y tratar de entenderlos es una tarea que Omar López Mato, autor del libro “Ciencia Nazi”, tituló como “explicar lo inexplicable”.
Escrito por: Dorsch Santiago