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La jaula dorada de la educación: cómo la estructura limita la creatividad artística y la enseñanza

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Desde tiempos inmemorables, la educación tiene como eje la adaptabilidad de los jóvenes dentro de las aulas y cómo se desarrollan en las mismas, tanto cognitiva como socialmente. Sin embargo, su sistema estructurado tiende a limitar la creatividad y la enseñanza de las nuevas generaciones, a tal punto de ni siquiera comprender los temas dictaminados en clase.

Pero, ¿a quién le resignamos la culpa de esto? ¿A los estudiantes, por su falta de “atención” y “compromiso”? ¿A los profesores, por no poder enseñarles de forma eficiente a sus estudiantes? ¿O al sistema educativo, que encadena a todas las estructuras que la componen?

Definitivamente, todas estas incógnitas comparten una misma respuesta: el sistema, tan rígido y estructurado que nos viene acompañando desde siempre, es el culpable de esta problemática. No solo es responsable de las barreras que posee actualmente la enseñanza, sino que también es el encargado de la carencia de creatividad que disponen los chicos a la hora de superar desafíos.

Desde el ámbito artístico, podemos resaltar la poca importancia que se le da a esta área dentro del sistema, lo que no se puede llegar a comprender, ya que es una herramienta poderosa que fomenta el desarrollo integral de los estudiantes. Al implementar el arte en la currícula escolar, se promueve la formación de ciudadanos más creativos, críticos, empáticos y preparados para enfrentar a este nuevo siglo.

A pesar de las actividades recreativas que ofrecen las escuelas a lo largo del año, estás no son suficientes para lograr ampliar las visiones de los jóvenes, debido a que la mayoría del tiempo se ven obligados a pensar  y actuar de cierta manera, poseyendo un solo camino hacia el saber.

Si bien es de justo razonamiento que estas instituciones sean un espacio para crear adultos que el día de mañana puedan insertarse en el mundo laboral, al mismo tiempo están instaurando dentro de la sociedad máquinas inoperantes a nuevas adversidades e incapaces de pensar fuera de lo estudiado.

Por estas, y por muchas razones más, la educación necesita un cambio de aire; una nueva visión que sea más inclusiva y adaptativa; que no restrinja a los estudiantes, sino que explote al máximo su potencial, que se sientan seguros de poder elegir el camino en el cual se sientan más cómodos, y no el que se les impone; que puedan poder dejar volar su imaginación y, en base a eso, crecer como personas.

Hay que recordarnos todos los días que la escuela no tiene que ser una cárcel generadora de “oficinistas” o sus derivados, sino un trampolín que impulse a las mentes jóvenes hacia un mejor futuro.

Escrito por: Petacci Rafaela