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MEDIO AMBIENTE

La biomasa en Argentina

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En un mundo donde cada vez hay más preocupación por el agotamiento de los recursos fósiles y el cambio climático, la búsqueda de fuentes de energía alternativa y sostenible se ha vuelto imperativa. La biomasa, como materia orgánica de origen vegetal o animal, emerge como una opción prometedora para generar energía de manera renovable y reducir nuestra dependencia de los combustibles convencionales.

Este artículo tiene como objetivo realizar una investigación sobre las centrales eléctricas de biomasa, no sin antes explorar sus diferentes tipos, procesos de conversión, ventajas y desafíos. A través de este estudio, se busca proporcionar una visión completa y actualizada sobre este tipo de energía.

La relevancia de este tema radica en la necesidad de desarrollar alternativas energéticas más limpias y eficientes que contribuyan a mitigar los efectos del cambio climático y a promover un desarrollo sostenible. Además, la biomasa ofrece una oportunidad para aprovechar los recursos locales, generar empleo y fortalecer la economía circular.

Historia

Orígenes y evolución de la biomasa como fuente de energía

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La biomasa ha sido el primer combustible utilizado por la humanidad y fue la principal fuente de energía hasta la Revolución Industrial. En sus usos tradicionales, se empleaba para cocinar, calentar los hogares, fabricar cerámica y, posteriormente, para la producción de metales y la alimentación de máquinas de vapor. Sin embargo, con el desarrollo de nuevas tecnologías, que requerían mayores cantidades de energía en espacios más reducidos, el uso del carbón comenzó a sustituir progresivamente a la biomasa a mediados del siglo XVIII.

A medida que avanzaba la Revolución Industrial y se descubrían fuentes de energía con un mayor poder calorífico, como el petróleo y sus derivados, el uso de la biomasa disminuyó hasta alcanzar niveles mínimos históricos. A pesar de esta reducción, la biomasa nunca desapareció por completo y continuó desempeñando un papel importante en aplicaciones domésticas e industriales.

Hoy en día, el uso moderno de la biomasa ha evolucionado hacia la producción de electricidad y calor a gran escala, utilizando tecnologías más eficientes como calderas especializadas y biocombustibles procesados (como los pellets). Su carácter renovable y su capacidad para generar empleo y activar la economía en zonas rurales han colaborado a que sea considerada una alternativa energética con gran potencial para el futuro.

El potencial de la biomasa en Argentina

Argentina es un país con un alto potencial para la generación de energía a partir de biomasa debido a su fuerte actividad agropecuaria y forestal. En particular, las provincias de la región mesopotámica, como Misiones, Corrientes y Entre Ríos, concentran al menos el 78% de los bosques cultivados del país, lo que representa una fuente importante de biomasa disponible para la producción de energía renovable.

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La implementación de la biomasa como fuente de energía eléctrica podría traer múltiples beneficios a estas provincias, ya que permitiría generar una nueva actividad económica con valor agregado y mayor demanda de empleo local. Al mismo tiempo, el desarrollo de este sector podría seguir el modelo de países como Finlandia, donde la biomasa es utilizada para generar tanto electricidad como calor para el secado de granos, optimizando así la eficiencia del proceso energético.

PROBIOMASA: impulsando la biomasa en Argentina

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Para fomentar el desarrollo de la biomasa como fuente de energía, se creó el Proyecto para la Promoción de la Energía Derivada de la Biomasa (PROBIOMASA) durante el 2011 hasta el año 2020, donde su objetivo principal es aumentar la producción de energía térmica y eléctrica a partir esta fuente, asegurando un suministro confiable de energía renovable y sostenible para la sociedad.

Este programa busca potenciar el aprovechamiento de los residuos agrícolas, forestales y agroindustriales, promoviendo una transición hacia una matriz energética más limpia y diversificada. A nivel provincial, se identifican varias fortalezas en la implementación de este modelo:.

  • Creación de valor agregado y generación de empleo local.
  • Posibilidad de desarrollar tecnología propia y seguir modelos exitosos, como el de Finlandia.
  • Alternativa económica viable para industrias que generan grandes cantidades de residuos orgánicos.
  • Reducir el riesgo de incendios tanto en terrenos forestales como agrícolas, evitando su quema en el terreno.

Así mismo, el desarrollo de la biomasa podría contribuir a cumplir con el objetivo de que al menos el 8% del consumo eléctrico del país provenga de energías renovables, alineándose con las políticas energéticas sostenibles a nivel global.

Pero, como todo proyecto, aunque sea muy favorable, también cuenta con sus desventajas:

  • Baja eficiencia energética → Se necesita más material que los combustibles fósiles para generar la misma energía. Es menos eficiente que la energía solar o eólica.
  • Altos costos logísticos → Recolección, transporte y almacenamiento pueden ser costosos.
  • Disponibilidad variable → Su producción depende de factores climáticos y estacionales.
  • Alto consumo de agua → Algunos procesos requieren grandes cantidades de agua.

¿Qué es la biomasa?

Se entiende como biomasa a toda la materia orgánica susceptible de ser utilizada como fuente de energía. El origen de la energía de la biomasa, como antes fue mencionado, puede ser tanto animal como vegetal, pudiendo haber sido obtenida de manera natural o proceder de transformaciones artificiales que se realizan en las centrales de biomasa. Esta materia se convierte en energía al aplicarle distintos procesos químicos.

Según la Directiva Europea de Energías Renovables, también se entiende por biomasa «la fracción biodegradable de los productos, residuos y desechos de origen biológico procedentes de actividades agrarias, incluidas las sustancias de origen vegetal y de origen animal, de la silvicultura y de las industrias conexas, incluidas la pesca y la acuicultura, así como la fracción biodegradable de los residuos, incluidos los residuos industriales y municipales de origen biológico».

El material más utilizado en la producción de bioenergía es la madera, ya sea en forma de pellets, astillas, briquetas, serrín o leña. Gracias a la combustión de estos materiales orgánicos, podemos obtener calor, combustibles y electricidad.

Los diferentes tipos de biomasa y su procedencia

La biomasa puede proceder de varios orígenes:

Biomasa residual

Procede de las acciones del hombre, es decir, de actividades agrícolas, ganaderas o la industria maderera. Estos restos, en lugar de desecharlos, se procesan para crear combustible. Sus costes de producción son bajos y generan puestos de trabajo. Un ejemplo son los pellets, el hueso de aceituna o las cáscaras de almendra.

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Biomasa natural

Procede de entornos naturales, como son los bosques. Son los restos de poda o tala controlada. Esta recogida implica el reciclaje de estos restos para el uso de calefacción. De lo contrario, estos restos serían pasto de incendios. Aquí tendríamos todos los tipos de leña.

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Cultivo energético

Proceden de cultivos exclusivos para la producción de energía, como son la caña de azúcar o el sorgo dulce.

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Biomasa agrícola

Procede de los excedentes agrícolas, que mediante procesos de fermentación o procesos enzimáticos producen un biocombustible. Ejemplos de esta biomasa son el biodiésel, a partir de aceites vegetales, grasas animales, aceite de microalgas o el bioetanol, que viene de la fermentación de azúcares.

Aunque todas están teniendo un considerable auge, las que más conocemos todos y las más generalizadas son el pellet y la leña o briquetas.

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Aspectos técnicos

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Proceso de conversión de la biomasa en energía

El proceso para transformar biomasa en energía comienza con la recolección y preparación de la materia orgánica. Esta biomasa puede incluir madera, residuos agrícolas, forestales, alimenticios, industriales, urbanos o cultivos energéticos cultivados específicamente para este fin. La recolección se realiza mediante maquinaria agrícola, procesos industriales o desde residuos urbanos. Luego, se transporta a las plantas de procesamiento en camiones, trenes o a través de tuberías, y se almacena según su estado (sólido, líquido o gaseoso) en silos o búnkeres.

Una vez recolectada, la biomasa suele necesitar procesos de acondicionamiento físico para que cumpla con las condiciones necesarias para su conversión en energía (tamaño, forma, humedad, etc.). Por ejemplo, se puede triturar para lograr un tamaño uniforme o secar para reducir su contenido de humedad. Esto es esencial, especialmente si se va a usar en procesos termoquímicos. En cambio, en procesos bioquímicos (como la digestión anaeróbica), ciertos residuos húmedos, como restos de comida o estiércol, pueden utilizarse sin mucho tratamiento previo.

Es importante controlar factores como la humedad, la contaminación con otros residuos y la compactación debido a que pueden afectar negativamente el rendimiento del proceso de conversión energética.

Existen dos grandes métodos para obtener energía a partir de la biomasa:

  • Procesos termoquímicos, que utilizan el calor para descomponer la biomasa.
  • Procesos bioquímicos, que usan microorganismos o enzimas para transformarla.

La elección del método depende del tipo de biomasa disponible, la infraestructura existente y los objetivos ambientales o energéticos del proyecto.

Procesos termoquímicos

Los procesos termoquímicos transforman la biomasa mediante reacciones químicas provocadas por altas temperaturas. Esto da lugar a distintos productos, como gas sintético, biocarbón o aceites, dependiendo del método usado.

Combustión

La combustión es el método más antiguo y directo. Consiste en quemar biomasa de forma controlada para liberar calor. Este calor se usa para generar vapor, que mueve turbinas conectadas a generadores eléctricos.

Funciona mejor cuando la biomasa tiene menos del 50% de humedad, ya que un contenido más alto reduce su eficiencia. Durante la combustión, la biomasa se seca completamente y pierde cerca del 20% de su peso, pero conserva hasta el 90% de su energía.

Aunque se considera una fuente relativamente neutra en carbono, si no se controla adecuadamente, puede emitir gases contaminantes y contribuir al cambio climático. Por eso, se deben aplicar tecnologías que controlen las emisiones.

Gasificación

La gasificación es un proceso que convierte biomasa en gas de síntesis (syngas), compuesto principalmente por monóxido de carbono (CO), hidrógeno (H₂) y metano (CH₄). Se realiza a temperaturas entre 500 y 1400 °C, en un ambiente con poco oxígeno y algo de vapor de agua.

Este gas se puede usar para producir electricidad en motores o turbinas, luego de ser purificado para eliminar impurezas. Sumado a eso, se genera biocarbón como subproducto. La gasificación es más eficiente que la combustión gracias a que permite un mejor control del proceso energético. Es especialmente útil para tratar distintos tipos de residuos, desde agrícolas hasta urbanos.

Pirólisis

La pirólisis es la descomposición térmica de la biomasa en ausencia total de oxígeno. Se lleva a cabo en un reactor cerrado, a temperaturas entre 350 y 700 °C. El proceso produce tres tipos de subproductos: un sólido (biocarbón), un líquido (biocombustible) y un gas.

A diferencia de la gasificación, la pirólisis se centra en obtener biocombustible líquido, que puede sustituir a los combustibles fósiles en motores o turbinas para generar electricidad. Este líquido es fácil de almacenar y transportar. Su uso está ganando relevancia por su eficiencia energética, alta producción de combustible (hasta un 75 % en peso), menor costo y menor impacto ambiental.

Procesos bioquímicos

Los procesos bioquímicos utilizan microorganismos o enzimas para descomponer la biomasa y obtener energía útil, especialmente a partir de residuos orgánicos húmedos.

Digestión anaeróbica

La digestión anaeróbica se lleva a cabo en un tanque cerrado llamado digestor, donde bacterias descomponen materia orgánica (como estiércol o restos de alimentos) sin presencia de oxígeno. Como resultado, se genera biogás, una mezcla de metano (CH₄), dióxido de carbono (CO₂) y pequeñas cantidades de otros gases, como sulfuro de hidrógeno (H₂S).

Este biogás se purifica y se utiliza como combustible para motores generadores de electricidad. Aunque su poder calorífico es menor que el de la biomasa sólida, permite aprovechar residuos orgánicos con alto contenido de humedad (hasta un 90%), como los generados en actividades ganaderas o de tratamiento de aguas residuales.

Distribución de la energía generada

Una vez generada la electricidad a partir de la biomasa, esta se integra a la red eléctrica. Primero, se transforma a alta tensión para transportarla de forma más eficiente a largas distancias. Seguido a esto, se distribuye a hogares, industrias y empresas para su uso final.

Impacto ambiental

La energía proveniente de la biomasa es considerada una fuente renovable debido a que su materia prima residuos orgánicos o cultivos energéticos puede regenerarse de manera natural. Así y todo, su impacto ambiental no es neutro: depende en gran medida de cómo se produce, procesa y utiliza la biomasa.

En el caso de Argentina, el uso de biomasa presenta un impacto ambiental dual. Por un lado, representa una herramienta eficaz para la gestión de residuos y la diversificación de la matriz energética. Por otro, si no se acompaña con una regulación estricta y tecnologías adecuadas, puede contribuir negativamente a problemas como la deforestación, la contaminación del aire y el uso intensivo del agua. En comparación con otras energías renovables, como la eólica o la solar, su huella ambiental suele ser mayor, especialmente en términos de uso de suelo y emisiones. No obstante, su principal ventaja radica en el aprovechamiento de recursos ya existentes y en su capacidad de generación constante.

Impactos negativos

 Emisiones contaminantes: la combustión de biomasa puede emitir contaminantes como óxidos de nitrógeno (NOx), partículas finas (PM2.5) y compuestos orgánicos volátiles (COV), que deterioran la calidad del aire y afectan la salud humana si no se controlan adecuadamente. Este problema es especialmente relevante en zonas rurales, donde no siempre se dispone de tecnologías de filtrado avanzadas. Por ejemplo, en regiones del Litoral argentino, donde operan plantas forestales, la quema no controlada de residuos ha generado episodios significativos de contaminación atmosférica.

▪ Deforestación y pérdida de biodiversidad: la extracción no sostenible de madera o biomasa vegetal para energía puede fomentar la deforestación, provocando la degradación del suelo, la pérdida de hábitats y una fuerte reducción de la biodiversidad local.

▪ Uso intensivo del agua: el cultivo de especies energéticas requiere importantes volúmenes de agua. En zonas con estrés hídrico, como el noroeste argentino, esta demanda puede afectar gravemente los ecosistemas acuáticos y los recursos disponibles para otros usos. Para añadir, la producción de biocombustibles como el bioetanol o el biogás genera efluentes líquidos que, si no se gestionan correctamente, pueden contaminar ríos y napas freáticas.

▪ Degradación del suelo: la recolección intensiva de residuos agrícolas o forestales, si no se realiza con criterios de sustentabilidad, puede reducir el contenido de materia orgánica del suelo, disminuyendo su fertilidad y capacidad de retención de agua a largo plazo.

Impactos positivos

Como en cada análisis, la biomasa también ofrece importantes beneficios ambientales:

▪ Reducción de gases de efecto invernadero (GEI): la combustión de biomasa puede ser considerada neutra en carbono si se utilizan residuos, ya que el CO₂ emitido fue previamente capturado por las plantas durante su crecimiento. Un ejemplo concreto es la planta de FRESA en Gobernador Virasoro, Corrientes, que genera 36 MW a partir de residuos forestales, evitando así su quema descontrolada y la liberación de metano (CH₄), un gas con un potencial de calentamiento 25 veces mayor que el CO₂.

▪ Gestión eficiente de residuos: el aprovechamiento de desechos orgánicos como cáscaras, restos de poda o estiércol contribuye a reducir la acumulación de basura en vertederos, disminuyendo la contaminación del suelo, del agua y las emisiones de metano. En Argentina, se generan más de 5 millones de toneladas anuales de residuos forestales, según ENERFE, además de otros residuos agrícolas, como cáscara de maní (Córdoba) o bagazo de caña de azúcar (Tucumán).

▪ Prevención de incendios forestales: la limpieza de residuos forestales para su uso como biomasa puede prevenir incendios, un problema creciente en provincias como Chubut o Mendoza, donde el cambio climático y la sequía aumentan el riesgo de focos ígneos.

▪ Sustitución de combustibles fósiles: la biomasa puede reemplazar al gas, el carbón o el petróleo en la generación de calor o electricidad, ayudando a reducir la dependencia de fuentes fósiles no renovables.

Factores que determinan su impacto ambiental

El impacto ambiental de la biomasa no es uniforme y depende de diversos factores:

  • Tipo de biomasa utilizada: los residuos orgánicos generan un impacto ambiental menor que los cultivos energéticos específicos, que requieren tierra, agua y agroquímicos.
  • Tecnología empleada: sistemas modernos de combustión con filtros reducen significativamente las emisiones contaminantes. Procesos como la gasificación o la digestión anaeróbica son más eficientes y limpios que la quema directa.
  • Gestión sostenible: prácticas como la reforestación, el uso de residuos locales, la rotación de cultivos o el monitoreo de efluentes ayudan a minimizar impactos negativos.
  • Escala y localización del proyecto: proyectos a pequeña escala que emplean recursos locales suelen ser más sostenibles que grandes plantaciones intensivas que alteran ecosistemas.

Detalles económicos

Generación de plantas y empleo en Argentina

El mercado de la biomasa en Argentina ha experimentado un crecimiento sostenido, especialmente en el sector de calderas. En 2024, este segmento generó ingresos por USD 156,2 millones, y se proyecta que alcanzará USD 243,7 millones en 2030, con una tasa de crecimiento anual compuesta (CAGR) del 7,9% entre 2025 y 2030. Las calderas de pellets representaron el 43,66% de los ingresos en 2024, constituyéndose como el segmento más lucrativo y con mayor potencial de expansión. Actualmente, Argentina representa el 2,2% del mercado global, lo que indica una oportunidad de desarrollo competitivo a nivel regional e internacional.

En cuanto a su aporte energético, la biomasa representa aproximadamente el 5% del mix energético nacional, según datos de la Agencia Internacional de Energía (IEA). Su uso se basa principalmente en la generación de electricidad y calor a partir de residuos agrícolas como cáscara de maní, soya y caña de azúcar. En 2023, la producción de biocombustibles alcanzó los 25 mil barriles equivalentes de petróleo por día, aunque esto representa una disminución respecto a años anteriores, en parte debido a la inestabilidad macroeconómica.

Caso destacado: planta de biomasa en Córdoba

Uno de los proyectos emblemáticos se ubica en Córdoba, donde desde 2017 opera una planta que genera energía eléctrica utilizando cáscara de maní como principal insumo. Esta instalación:

  • Procesa anualmente 140.000 toneladas de maní.
  • Emplea de forma directa a 450 personas.
  • Cuenta con una turbina de vapor de 10 MW de potencia, con una capacidad de generación de 840 MWh anuales.
  • El 65% de la energía generada se inyecta a la red nacional, el 25% se utiliza en procesos industriales y el 10% para el funcionamiento interno de la planta.
  • Tiene capacidad para abastecer a unos 8.000 hogares por año.

Al mismo tiempo, la bioeconomía argentina, que incluye a la biomasa como uno de sus pilares, representó, en 2021, más del 20% del PIB nacional, según el informe de GPS (Grupo de Países Productores del Sur), lo que demuestra su relevancia estratégica en el desarrollo productivo.

Exportaciones y política energética

En el ámbito internacional, Argentina fue un actor destacado en la exportación de biodiésel. En 2008, se exportaron 680.353 toneladas, principalmente a Países Bajos y Estados Unidos, lo que equivaldría a un potencial energético de 51.746 terajulios (TJ) anuales si se aprovechara toda la capacidad instalada, según datos del World Energy Council.

Desde 2016, a través del programa RenovAr, el país adjudicó 244 proyectos de energía renovable, incluidos varios de biomasa, sumando 6.300 MW de capacidad instalada. Sin embargo, la volatilidad económica y el riesgo país han dificultado el cierre financiero de varios de estos proyectos, lo que limita su ejecución y proyección a gran escala (Trade.gov, 2023).

Proyecto WISDOM Argentina

El proyecto WISDOM Argentina (Woodfuel Integrated Supply/Demand Overview Mapping) fue impulsado con el objetivo de fomentar el uso energético sostenible de la biomasa a nivel local. Esta iniciativa nació como continuación del proyecto “Bioenergía: Desafíos para la Argentina”, aplicando una metodología que permite representar y equilibrar la oferta y la demanda de biomasa combustible en las distintas regiones del país.

El análisis WISDOM identificó zonas con alto potencial de aprovechamiento de residuos agroindustriales y forestales:

  • Mendoza: genera grandes volúmenes de residuos derivados de la vitivinicultura, como restos de poda y subproductos del procesamiento de uvas.
  • Tucumán: presenta un alto potencial debido al procesamiento de la caña de azúcar, generando residuos como bagazo y desechos de cosecha.
  • Misiones y Corrientes: la industria forestal produce residuos como aserrín, corteza, viruta, despuntes y chips, todos aprovechables como biomasa.

En conjunto, el potencial de residuos oscila el millón de toneladas anuales, lo cual posiciona a Argentina como un país con amplias oportunidades para escalar el uso de biomasa en su matriz energética, bajo criterios de sustentabilidad y desarrollo regional.

Zonas de aprovechamiento

La energía de biomasa, generada a partir de materiales orgánicos como residuos agrícolas, subproductos forestales y desechos urbanos, constituye una fuente renovable de gran relevancia en el contexto energético argentino. Su distribución responde a las características productivas de cada región, permitiendo el diseño de proyectos adaptados a la disponibilidad local de insumos.

Distribución geográfica de los proyectos de biomasa

El aprovechamiento de la biomasa se concentra principalmente en las regiones central y noreste del país. Las provincias con mayor desarrollo en este sector son:

  • Buenos Aires: cuenta con 5 proyectos centrados en el tratamiento de residuos sólidos urbanos y orgánicos, impulsados por su alta densidad poblacional.
  • Córdoba: registra 4 proyectos, destacándose la planta Ticino, que utiliza cáscara de maní, en línea con la fuerte actividad agrícola local.
  • Entre Ríos: con 4 proyectos, aprovecha residuos agrícolas y forestales característicos del Litoral.
  • Santa Fe: posee 4 proyectos, incluyendo la planta de biogás Avellaneda (6 MW), basada en residuos orgánicos.

Otras provincias con proyectos activos incluyen:

  • Jujuy: con 3 proyectos, emplea procesos de gasificación y pirólisis de madera, beneficiándose de su riqueza forestal.
  • Misiones: dispone de 2 proyectos, utilizando residuos forestales y de mataderos.
  • Salta: promueve biodigestores familiares asociados a residuos agrícolas y ganaderos.
  • San Juan y Mendoza: aplican residuos de la industria vitivinícola en proyectos de biogás y energía solar térmica.
  • Chubut: desarrolla un proyecto de cogeneración con biomasa maderera residual.
  • Tierra del Fuego: inicia un proyecto innovador de revalorización de residuos industriales.
  • Tucumán: utiliza subproductos de la caña de azúcar.
  • Corrientes: aloja instalaciones destacadas como la Central Térmica de Virasoro y la planta Dominion Santa Rosa (18 MW), ambas operando con desechos de madera.

Patrones regionales y relación con los recursos

Los proyectos se alinean estrechamente con las actividades económicas predominantes:

  • Regiones agrícolas (Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe): utilizan residuos de cultivos como cáscaras, bagazo y restos orgánicos.
  • Zonas forestales (Misiones, Corrientes, Jujuy): se valen de chips, aserrín y viruta provenientes de aserraderos y cosechas.
  • Áreas vitivinícolas (Mendoza, San Juan): transforman subproductos como orujos y restos de poda.
  • Entornos urbanos (Buenos Aires): enfocados en residuos sólidos y orgánicos urbanos.
  • Regiones patagónicas (Chubut, Tierra del Fuego): exploran el uso de madera residual e incluso residuos industriales, destacando su potencial emergente.

Potencial de expansión y zonas futuras

El crecimiento del sector aún tiene margen en regiones donde los residuos agrícolas y forestales no están siendo plenamente aprovechados. Provincias como Formosa y Santiago del Estero, con una importante producción primaria, podrían incorporarse a este esquema mediante estrategias de valorización energética de biomasa, aunque actualmente no cuentan con proyectos activos documentados por las principales fuentes (como PROBIOMASA).

El desarrollo futuro dependerá del fortalecimiento institucional, incentivos económicos y mejoras en la logística para recolectar y transformar los residuos dispersos.

Consideraciones sociales y económicas

Además del impacto ambiental positivo, los proyectos de biomasa generan beneficios socioeconómicos:

  • Creación de empleo: en zonas rurales, donde se instalan plantas y se gestionan residuos locales.
  • Desarrollo productivo: por ejemplo, la planta de Virasoro (Corrientes) no solo produce energía, sino que reutiliza cenizas como fertilizante agrícola, contribuyendo a la economía circular.
  • Descentralización energética: permite que zonas alejadas o con infraestructura limitada accedan a fuentes confiables de energía.

Conclusión

En el contexto actual de crisis ambiental y necesidad de diversificación energética, la biomasa emerge como una alternativa estratégica para reducir la dependencia de combustibles fósiles y promover una economía sustentable. Su capacidad para convertir residuos orgánicos en electricidad, calor o biocombustibles mediante procesos termoquímicos o bioquímicos la posiciona como una fuente renovable versátil y complementaria a la energía solar o eólica.

Argentina posee un gran potencial para expandir su matriz energética a través de la biomasa, aprovechando su riqueza agrícola, forestal y agroindustrial. Las regiones del noreste y centro del país, como Misiones, Corrientes, Córdoba y Santa Fe, lideran este proceso mediante proyectos que generan empleo, reducen pasivos ambientales y valorizan los residuos.

Pese a estos beneficios, su desarrollo presenta desafíos: requiere una gestión adecuada de recursos hídricos y del suelo, sistemas logísticos eficientes y regulaciones ambientales estrictas. Si se integran tecnologías limpias, políticas públicas sostenibles y modelos de gestión responsable, la biomasa puede ser una solución energética constante, viable y ecológicamente equilibrada para el futuro argentino.

Escrito por: Monzón, Kevin