
Un ciclón tropical es un sistema atmosférico compuesto por tormentas y vientos que giran en torno a un centro de baja presión sobre las aguas cálidas de los océanos tropicales. A medida que este sistema se intensifica y los vientos dentro del mismo alcanzan una velocidad considerable, se convierte en un huracán.
La peligrosidad de un huracán está directamente relacionada con la velocidad de sus vientos: cuanto más rápido giren, mayor será el impacto destructivo sobre las áreas que toque. Aunque en su núcleo, conocido como el ojo del huracán, hay calma (sin tormentas ni vientos fuertes), esta zona está rodeada por la pared del ojo, que es la parte más peligrosa del ciclón, donde los vientos son más intensos y las tormentas, más violentas. Este contraste entre la tranquilidad en el centro y la furia destructiva en sus bordes es una característica única de los huracanes.
El ojo es esencial porque equilibra la dinámica del ciclón, pero es justamente alrededor de esta área donde ocurren los mayores daños debido a la fuerza extrema de los vientos y las lluvias.
La intensidad de un huracán se mide con la escala Saffir-Simpson, que clasifica los ciclones en categorías del 1 al 5.
Un huracán de categoría 1 tiene vientos de entre 119 y 153 km/h, causando daños leves a estructuras y árboles, y provocando inundaciones costeras moderadas.
En la categoría 2, con vientos de hasta 177 km/h, los daños en tejados, ventanas y árboles son más severos, y las inundaciones son más generalizadas.
Los huracanes de categoría 3 superan los 178 km/h y ya causan daños estructurales en edificios, con inundaciones que afectan áreas extensas.
A partir de la categoría 4 (210-249 km/h), los daños son devastadores: casas residenciales se desploman, las playas sufren erosión significativa y las inundaciones pueden abarcar más de 10 kilómetros.
Un huracán de categoría 5, como el famoso huracán Katrina, supera los 250 km/h, destruyendo ciudades enteras, arrancando árboles de raíz, colapsando edificios y causando inundaciones de más de 3 metros de altura.
El impacto del huracán Katrina (2005)

El huracán Katrina, uno de los más devastadores de la historia reciente, tocó tierra como un huracán de categoría 5, trayendo consigo una marea de destrucción. Con vientos de hasta 280 km/h y una marejada ciclónica de más de 8 metros en su paso por Nueva Orleans, Katrina no solo inundó el 80% de la ciudad, sino que también colapsó el sistema de diques que debía protegerla. El desastre dejó más de 1.800 muertos, y la lenta respuesta de las autoridades fue duramente criticada. El Superdomo, donde se refugiaron miles de personas, se convirtió en un símbolo de la falta de preparación y las condiciones infernales que enfrentaron los sobrevivientes. El huracán arrasó con la infraestructura y dejó cicatrices profundas en la comunidad, visibles incluso después de años de reconstrucción.
Huracán Milton: un ejemplo reciente de destrucción

El huracán Milton, de reciente impacto, es otro recordatorio del poder destructivo de estos fenómenos naturales. Con vientos de hasta 205 km/h, tocó tierra entre Tampa y Sarasota, trayendo consigo devastadoras consecuencias. En total, se han confirmado 10 muertos, barrios enteros arrasados y millones de personas sin electricidad. Las tormentas asociadas a Milton incluyeron tornados que se formaron dentro del sistema principal, destruyendo infraestructuras, derribando postes de luz y causando explosiones eléctricas. Las marejadas ciclónicas de casi 300 mm de agua acumulada anegaron calles y destrozaron edificios en Tampa.
La ciudad de San Petersburgo Beach fue duramente golpeada, con una grúa derribada por los vientos y construcciones arrasadas. En Palm Beach, la mañana posterior al impacto reveló casas destruidas, autos volcados y techos arrancados. El huracán Milton, que tocó tierra como categoría 3, no llegó a ser tan devastador como Katrina, pero causó daños severos y evidenció la necesidad de estar preparados para estos eventos.
El rol de los huracanes en la naturaleza
Aunque catastróficos, los huracanes cumplen una función crucial en el equilibrio climático del planeta. Estos fenómenos trasladan el calor de las zonas más cálidas a las más frías, ayudando a moderar las temperaturas globales. Al mismo tiempo, pueden poner fin a períodos de sequía en ciertas regiones, trayendo lluvias necesarias. Sin embargo, el costo en vidas humanas y destrucción material puede ser inmenso, como lo evidencian ejemplos como Katrina y Milton.
La temporada de huracanes se extiende desde el 1 de junio hasta el 30 de noviembre, con su mayor actividad concentrada en los meses de más alta temperatura oceánica. Es vital que las poblaciones en riesgo sigan las recomendaciones de las autoridades para minimizar el impacto de estos fenómenos.
Como consecuencia:
Los huracanes no solo son un recordatorio del poder implacable de la naturaleza, sino también de la importancia de la preparación y respuesta adecuada. Tanto en el caso de Katrina como en el reciente Milton, la relación entre la actividad humana y la intensificación de los huracanes no es solo una cuestión de ciencia climática, sino una advertencia urgente sobre el futuro. El cambio climático, impulsado por la quema de combustibles fósiles, la deforestación y la contaminación, está creando un entorno cada vez más propenso a fenómenos meteorológicos extremos. El aumento de la temperatura de los océanos y la elevación del nivel del mar están generando huracanes más destructivos y letales, como hemos visto en los últimos años.
De no tomar medidas inmediatas para frenar el calentamiento global y proteger nuestros ecosistemas costeros, el impacto de estos fenómenos será cada vez más devastador. Las comunidades costeras sufrirán más inundaciones, destrucción de infraestructuras y pérdidas económicas irrecuperables, mientras que los países en vías de desarrollo, menos preparados para enfrentar estos desastres, pagarán el precio más alto.
El futuro no es solo un desafío climático; es también un reto para la supervivencia humana y la estabilidad global. Si no actuamos ahora, las consecuencias de nuestra inacción seguirán incrementándose: más huracanes de gran intensidad, más pérdidas humanas, más desplazamientos forzados y un planeta cada vez más hostil.
¿Estamos realmente preparados para enfrentar las consecuencias de nuestros actos sobre el medio ambiente y el futuro de nuestro planeta?
Escrito por: Monzón, Kevin