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CIENCIA

Historias cruzadas: ¿que eventos permitieron el desarrollo nuclear en nuestro pais?

La obtención de energía a través de procesos propios del núcleo atómico es un campo de estudio que cuenta con casi un siglo de historia. Desde sus inicios, alrededor de la Segunda Guerra Mundial, ha tenido grandes implicancias en la geopolítica global, el cuidado del medio ambiente y el desarrollo de tecnologías, acompañado de innovadores descubrimientos.

Pese a los beneficios de esta energía, el número de países que actualmente cuentan con reactores nucleares -utilizados con diversos fines- es muy reducido. Tan solo 33 países cuentan con los 422 reactores que se encuentran en operación.

Los puntos que motivan a las naciones a llevar a cabo proyectos nucleares son notorios. Sin embargo, estos no se ven reflejados en las estadísticas de desarrollo a nivel global. ¿Qué los detiene? Uno puede pensar en lo costoso de estos desarrollos, o bien en el miedo asentado por accidentes de gran magnitud, como los ocurridos en Chernóbyl o Fukushima.

Son impedimentos reales; no permiten un análisis extenso mas que tenerlos en cuenta, reconociendo su existencia. No obstante, el desarrollo de educación especializada, poseer personal capacitado, contar con organizaciones de procedencia publica como también del ámbito privado, tener la capacidad de extraer las materias primas necesarias son también requisitos para desarrollar energía nuclear. Son obstáculos que, de ser superados, no solo atenderían al fin común, sino también que afectarían de manera positiva a múltiples sectores subyacentes.

Teniendo en cuenta este contexto, Argentina es un caso bastante especial. Ha superado las distintas dificultades mencionadas y no solo pertenece al selecto grupo de países que cuentan con desarrollo nuclear, sino que fue uno de los primeros en fijar su atención en él. El largo proceso que dio como resultado su aclamado presente en materia nuclear tiene un comienzo abierto a ambigüedades y combinaciones propias del contexto en el que se desarrolló; una mezcla de historias; historias cruzadas.

La década de los ’50 se abre paso con una resolución histórica, llevada a cabo por el gobierno de Juan Domingo Perón, la cual establecía la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), con fines de investigar y allanar el camino de esta novedosa energía de la época.

La presencia en Argentina de mentes pertenecientes al antiguo Régimen Nazi, quienes arribaron al país producto de la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, es un dato no menor, puesto que fueron ellos quienes plantearon que nuestro país, si quisiese, podría desarrollar las mejores tecnologías del momento. Muchos nombres pertenecen a la lista de personas que comparten estos factores. De momento, a nosotros solo nos importa uno de ellos: Ronald Richter.

Este científico de procedencia austríaca fue quien motivó el desarrollo nuclear en Argentina, a través del contacto que tuvo con el presidente de aquel entonces, Domingo Perón. Luego de un discurso del presidente, aclamando haber logrado “reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica” -lo cual nunca había sucedido-, ofreció a Richter la Isla Huemul, ubicada en el Lago patagónico Nahuel Huapi, con el objetivo de que lleve a cabo tal tipo de reacciones. Eso sí, sin ninguna limitación de recursos económicos.

Los meses pasaron y Ronald, el “Rey de Huemul”, no conseguía su cometido. Ante esto, se envió un grupo de científicos en 1952 -entre los que se encontraba el argentino José Antonio Balseiro-, con el objetivo de evaluar qué avances se habían alcanzado. Ante los infructuosos experimentos de Richter, el gobierno decidió descontinuar el programa.

Con el objetivo de no desperdiciar las inversiones en material que ya se habían hecho, donaron las mismas al Dr. Balseiro quien, años posteriores, fundaría el Instituto Balseiro: un centro de estudios universitarios especializado en carreras relacionadas al ámbito nuclear.

Un hecho sin precedentes, puesto que aún las reacciones termonucleares no habían podido ser realizadas con éxito en nuestro país.

Luego de esta controversial historia, el resto son logros producto de la inversión en el campo nuclear, a costas del fracaso de Richter. Desde el descubrimiento de los yacimientos uraníferos Papagayo y Agua Butana en la provincia de Mendoza y la explotación de estos a partir de 1955, hasta la creación del primer reactor nuclear argentino (el RA1) en 1958 y la puesta en marcha de Atucha I, la primera central nuclear en Latinoamérica, en el año 1974.

En la actualidad, contamos con 3 reactores operativos (Atucha I, Atucha II y Embalse), 6 reactores experimentales y el proyecto CAREM, el décimo reactor nuclear argentino que integra nuevas tecnologías, diseño nacional e implicancias positivas en el tratamiento de enfermedades.

Pero no todo son reactores nucleares. Argentina cuenta con centros educativos, tales como el Instituto Balseiro, que preparan profesionales para que operen y desarrollen las pertinentes Tecnologías, como así también existen instituciones, como el ya mencionado CNEA o el INVAP, que se encargan de la organización de proyectos y planes a mediano y largo plazo. La inversión en educación es tan importante como la inversión en las tecnologías mencionadas.

Cuesta creer que exista un vínculo entre ese fallido proyecto en la Isla Huemul y el presente científico en materia nuclear. Es importante recordar la importancia y la influencia que tiene el desarrollo de la energía nuclear en nuestra sociedad, así como también las implicaciones históricas que trae consigo: nada ocurre sin una razón.

Escrito por: Dorsch Santiago