Toda tradición está atravesada por algún tipo de suceso o situación, ya sea social o no, que arraiga la costumbre a aquellos que la llevan a cabo. El caso del que vamos a hablar hoy no es, ni cerca, la excepción de esta condición.
Entremos en contexto. A unos 11 mil kilómetros de nuestro país, se encuentra un archipiélago de 18 islas, ubicadas entre Gran Bretaña e Islandia, llamadas “Islas Feroe”.
Cuenta con una población menor a 50.000 habitantes y es considerada una nación constituyente, dependiente del reino de Dinamarca -al igual que Groenlandia, por ejemplo-.
Este conjunto de islas, aunque insignificantes territorialmente, cuentan con llamativos biomas, climas e infraestructura. Dejaremos estos factores a un lado para centrarnos en una práctica única que llevan a cabo sus habitantes desde hace más de 1.000 años. Hablamos del Grindadráp.
Esta costumbre se basa en la caza de distintos cetáceos, en especial calderones y delfines de flancos blancos, para su posterior consumo a lo largo de todo el año. Esta práctica se lleva a cabo 4 o 5 veces en la temporada, matando un promedio de 1.200 ejemplares.
Históricamente, los pobladores de estas islas realizaban esta caza masiva por un bien mayor: la supervivencia de sus comunidades. Al no existir animales terrestres o plantas autóctonas para consumir, la opción viable era la caza de ballenas. Con esto no solo obtenían una gran cantidad de carne para consumir, sino que también veían útiles la grasa y los huesos del animal para abastecer otras necesidades.
Los años pasaron y la conexión entre las sociedades no tardaron en llegar. A las islas arribaron las tecnologías, especies de animales que se adaptaron al clima, alimentos producidos en otras partes del mundo y hasta cuenta con un aeropuerto para quien quiera ir a visitar las Islas Feroe. A pesar de los visibles efectos de la globalización, los nativos continúan con su ancestral tradición.
Ya no existe esa necesidad de cazar y consumir a estos animales, pues, en la actualidad, hay otras fuentes de alimento mucho más variadas. Por otro lado, la contaminación de los océanos por parte de la industria a nivel global muestra sus consecuencias en los altos porcentajes de metales pesados en la carne de las ballenas.
De esta forma, la continuación de esta práctica ya no es solo innecesaria, sino hasta peligrosa. ¿Qué motivación existe detrás del Grindadráp en pleno siglo XXI?
El presente de esta práctica se ve envuelta, como es fácil de imaginar, en críticas y manifestaciones de grupos ambientalistas y proteccionistas de la fauna marina. Tanto los pobladores como el mismo Gobierno se justifican con los índices de ejemplares de las especies cazadas, como así también con el constante análisis de la población de las mismas. Según estos recurrentes informes, la caza de estos animales es una caza responsable y no pone en riesgo la población de estos cetáceos.
Por otro lado, según algunos investigadores de esta problemática, la agresividad con la que se comunican estos grupos ambientalistas ha reforzado el apoyo de los feroenses al Grindadráp. Una encuesta en 2021 muestra esto de forma clara, pues el 83% de la población apoya la práctica en cuestión.
Con estos datos, que nos muestran lo innecesario y los puntos negativos de continuar con esta tradición, dejan al descubierto la motivación detrás del Grindadráp: la mera costumbre de una tradición milenaria, resistiéndose a un presente que no apoya sus prácticas. ¿Sus defensores? Los pobladores de las islas, quienes resisten a abandonar una tradición que mantuvo con vida a sus antecesores.
Escrito por: Dorsch Santiago