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¿Ganó la “Libertad”?

“¿Con libertad ni ofendemos ni tememos?” De esta manera, terminaba mi último artículo, anterior a las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Ante esto, puedo asegurar que, en relación a esta pregunta, varios millones de argentinos se sintieron ofendidos y temieron por tales resultados.
¿Acaso no ganó la Libertad? Bien podría ser una pregunta ante la inmediatez de la ofensa y el temor, planteada por millones de argentinos que vieron debajo de Javier Milei a sus candidatos para la presidencia.
¿Quién podría sentirse ofendido o temerle a la Libertad? Quizás también podría ser otra posible pregunta ante las cuestiones que vamos a plantear en profundidad más adelante en este artículo, que quizás deje más preguntas que respuestas.
Como hijo de los 90, me tocó vivir, mas no comprender en profundidad, la situación política de aquel entonces (debido a mi edad), la crisis del 2001, la cual dejó secuelas hasta el día de hoy en nuestro país. Por esa época, era popular la frase “QUE SE VAYAN TODOS”, la cual parece reeditarse en el 2023, pero con otros políticos.
La famosa “Casta Política” (con sus límites por izquierda y por derecha totalmente difusos, más referenciados en la voluntad del líder político que de algún tipo de glosario político) pasó a ser el nuevo grupo a expulsar, esta vez con la épica de que una vez que esta “Casta” sea derrotada, la Libertad va a imperar en nuestro país.
La lógica amigo-enemigo, para nada nueva en nuestro querido país, y que en lo personal, desde el 2011 (año en el que comenzó mi militancia progresista en el Partido Socialista), aborrezco bastante y me parece letal para la democracia, y republicanismo, de Argentina, comienza a hacer de las suyas por enésima vez.
¿Ganó la Libertad? Vamos a la respuesta concreta de esta pregunta, y después sigamos divagando en otras cuestiones que considero muy importantes por plantear en este artículo. La respuesta es: SÍ. Por supuesto que sí: desde hace 40 años que podemos votar en elecciones libres; elecciones que en épocas del proceso militar hubiesen sido imposibles de llevar adelante, y por las que muchas personas, que ya no están con nosotros, les hubiesen encantado poder tener en LIBERTAD.
La cuestión a tener en cuenta es que los laureles de la Libertad no pertenecen siempre a la misma persona o grupo. Mientras que hace dos siglos atrás nuestros representantes “libertarios” eran patriotas que peleaban con sus propios cuerpos ante potencias extranjeras por la libertad de medio continente, pasamos a la actualidad, donde con suerte podemos hablar de “rebeldes”, con causas egoístas, y que solamente hacen discursos a sus barricadas, a quienes poco les atañen los intereses nacionales y colectivos. Es por estos motivos planteados que considero que el individualismo, tanto ciego como egoísta, pasó a reclamar, actualmente, los laureles de la Libertad.
Esta Libertad, donde la igualdad es solamente tomada desde el lado materialista, y donde la fraternidad tiene poca y nula relación con la misma, tiene como objetivo máximo el “sálvese quien pueda”, donde la competencia sin controles y la meritocracia son los máximos indicadores que prueban el valor de los individuos. La Justicia Social, y frases como “nadie se salva solo”, son sacrilegios para este concepto de Libertad, ya que la organización colectiva lo único que logra es mantener “cautivos” a todos los individuos, por ende, no pueden mostrar la verdadera valía de cada sujeto como individuos “libres”. Este concepto de Libertad es, lisa y llanamente, la victoria de lo monetario, económico, financiero, por sobre lo social.
Dejando de lado un poco el plano filosófico y de las ideas, la nueva Libertad tiene como principal objetivo desterrar todo lo precedente. Quiere ser refundacional, esto es, acabar con todas las nociones que el “kirchnerismo” (si bien es el principal movimiento sociopolítico al cual combaten, la realidad es que “kirchnerismo” es una reducción político-partidaria en el cual se engloba tanto al kirchnerismo propiamente dicho, como sus aliados, los mismos: el actual presidente Alberto Fernández, y el actual aspirante a la presidencia, Sergio Massa, quienes poseen partidos ajenos al kirchnerismo, pero que van en alianza con este movimiento socio-político) cree como positivas, ya sea llevadas a cabo por sus gobiernos, como las sancionadas legislativamente en los períodos donde gobernó el PJ-Kirchnerismo (leyes como la del aborto, ESI, matrimonio igualitario, entre otras). A su vez, esta Libertad busca derrotar también a Juntos por el Cambio, a quien no duda de tildar como un “kirchnerismo amarillo”, pero que también no duda en quitar de la clasificación de “casta” a algunos de los máximos exponentes de ese frente, como el ex-presidente Mauricio Macri, siendo uno de los casos más notables.
Fuera de la obviedad de quien puede sentirse ofendido por la victoria electoral del frente “La Libertad Avanza” luego de las últimas elecciones, quiero detenerme en aquellas personas que temen por esto. Como se mencionó anteriormente, las leyes sancionadas durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, así como también durante el gobierno de Alberto Fernández, son consideradas por esta Libertad como “leyes kirchneristas”, por lo que deben ser derogadas o modificadas. La realidad es que la mayoría de estas leyes (por no decir la totalidad de las mismas), y sus posteriores sanciones legislativas, se deben a la lucha de diversas organizaciones políticas y sociales, donde es una realidad que el kirchnerismo tuvo un peso importante dentro de estos grupos, pero gran parte de los mismos tuvo importantes complementos de partidos progresistas (Partido Socialista, Libres del Sur, Proyecto Sur, etc.) y de partidos de izquierda (englobados en el Frente de Izquierda y los Trabajadores –FIT-), así como también de grupos políticos apartidarios de derechos de las mujeres, del colectivo LGBTIQ+, movimientos barriales, entre otros. Todos estos grupos, sin importar el lugar de militancia, son quienes ven con más temor el avance de esta nueva Libertad, la cual consideran que va a cercenar uno por uno los derechos por los que lucharon por tantos años.
Ante la realidad actual, las quejas, en parte totalmente válidas, de esta nueva Libertad se hacen oír y hacen mella en los oídos de los ciudadanos indignados de la política nacional. El no poder llegar a fin de mes no se transformó solamente en una preocupación de las clases más desfavorecidas (como si antes hubiesen sido menos válidos sus reclamos), si no también de las populosas clases medias argentinas, históricamente las de mayor volumen poblacional y porcentual de nuestro país, que en los últimos 10 años vieron cómo la inflación impactó de lleno en su poder adquisitivo, lo cual es mortal para cualquier tipo de proyecto nacional oficialista que desee renovar sus votos electorales con la ciudadanía.
Esta nueva Libertad inteligentemente llegó al oído del ciudadano indignado también por el lado de los derechos, pero de sus derechos a una vida digna, donde sus sueldos alcancen para poder vivir de manera tranquila, sin que el fantasma de la inflación, y los impuestos, vivan lacerando y achicando su forma de vida. Esta Libertad concibe que la única manera de ser libre es pudiendo utilizar el dinero ganado por el fruto del esfuerzo de la manera que el individuo desee, sin que el Estado sea un “parásito” que deba ser mantenido para solventar gastos “superfluos”.
La realidad es que, y obviando la violencia característica del principal líder de la Libertad, los planteos son tanto básicos como brillantes. Nadie podría oponerse a una vida cómoda. Resultaría raro que alguien se oponga a que no haya tantos impuestos, como también nadie podría oponerse a reformar un Estado que desde hace varios años viene siendo ineficiente, y que hasta no lleva adelante de manera eficiente, e inclusive muchas veces incumple los derechos sancionados años atrás. Pero la realidad nos muestra que se excede a esto, tanto por derecha y por izquierda. Ni la que se creía principal oposición al gobierno actual (Juntos por el Cambio) pudo hacerlo en sus cuatro años de mandato, como tampoco pudo hacerlo el “kirchnerismo”, en sus distintas variantes y en sus distintos períodos como oficialismo nacional.
La indignación excede la ideología y encuentra en la Libertad su nuevo cobijo. Mientras los frentes electorales que polarizaban posiciones hasta hace dos años siguen en peleas estériles e internas, el líder de la Libertad, desde su imponente torre de marfil, desafía con sus gritos a la heterogénea casta, alienta a sus seguidores a la rebeldía de oponerse a derechos conseguidos por las minorías, y en la comodidad de que la realidad actual solamente se cambia yendo a votar al líder mesiánico cada dos años. El participar en política, más allá del espacio elegido, en caso de que no genere un rédito monetario es una pérdida de tiempo, porque el verdadero hombre líder debe valerse de sí mismo para progresar, no se debe caer en los vicios propios de los “zurdos”.
La mesa está servida, cada vez con menos comida, más enojo, y con menos boletas para las elecciones generales. Quiera el pueblo votar.

Por: Matias Russo