Los datos son cada vez más preocupantes. Con el pasar del tiempo, son menos los chicos llegan con la edad esperada a terminar la secundaria pero, ¿a quién le podemos “echar” la culpa de esto? ¿A los paros? ¿A los profesores? ¿A la pandemia? ¿Al sistema educativo? ¿A las escuelas públicas? ¿A las notables diferencias que presentan las escuelas privadas respecto a las anteriormente mencionadas? ¿A la necesidad que presentan los chicos de trabajar antes que estudiar? Son muchas las interrogantes, pero nunca vamos a saber con certeza cuál de estas es el pilar y la razón principal de estos porcentajes tan elevados, que indican cómo cae la educación y, consigo, los futuros miembros de la comunidad argentina.
Solo 13 de cada 100 estudiantes que comenzaron primer grado en 2011 llegaron al final de la secundaria en el tiempo teórico esperado, en 2022, y con los conceptos suficientes, tanto de Lengua como de Matemática. La cifra, basada en datos posteriores a la pandemia, supone un retroceso con respecto a los resultados de cohortes (corresponde al año de inicio de estudios de la/el alumna/o) previas de alumnos, como las de 2005-2016 y 2009-2020.
Este último arrojó que solo 16 de cada 100 alumnos llegaban en tiempo y forma al final de la secundaria. El índice muestra que, por cada 100 estudiantes que ingresaron en primer grado en una cohorte, cuántos llegan al último año de la secundaria en el tiempo teórico esperado (sin repetir ni abandonar) y habiendo alcanzado los aprendizajes en Lengua y Matemática, según las pruebas Aprender.
Las dos jurisdicciones con mejores índices en 2022 son CABA (29%) y Río Negro (18%). Hay varias jurisdicciones donde el porcentaje baja y no puede superar el 10% de los estudiantes que llegan al último año de secundaria, con la edad y los conocimientos esperados. La cifra desciende drásticamente al 5% en Corrientes, Formosa y Santiago del Estero.
Según Magdalena Benvenuto, Directora Ejecutiva de la ONG Educar y Crecer, “los datos revelados por este informe se traducen en una realidad alarmante: a los 18 años, solo 1 de cada 10 jóvenes en Argentina puede enfrentar el mundo de los estudios superiores. Esta tragedia no puede explicarse exclusivamente como un fracaso de la escuela secundaria o por factores coyunturales como la pobreza, porque la tendencia negativa del desempeño de los estudiantes del secundario en Argentina ya arrastra 20 años. Es, entonces, necesario analizar al sistema educativo de raíz”.
Si cada vez son más preocupantes los resultados que arrojan estás pruebas, trayendo consigo que menos estudiantes pueden concluir la secundaria en tiempo y forma, ¿no tendríamos que revertir el sistema educativo? ¿Con cuántos aprendizajes están abandonando los estudios los chicos? ¿Los profesores no motivan ni retienen a sus alumnos para seguir aprendiendo? ¿Las necesidades socioeconómicas son las que ponen un stop en la formación de los jóvenes? Obviamente, es diferente para cada persona, y cada quien tendrá sus motivos. Pero una cosa es clara, y es que no hay forma que la educación se encuentre en este estado. Los salarios tan precarios a los instructores, tanto de vida como de mente, a los que llamamos profesores. La plata que se destina a las escuelas públicas, que siempre se ve perdida. Hay que cambiar, pero, ¿con qué lo vamos a hacer? ¿Propuestas que no llevan a ningún lugar? ¿Propuestas jamás antes pensadas que no sabemos si resultarán o deteriorarán aún más la educación? Muchos interrogantes, pocas respuestas.