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EDUCACIÓN

Estonia, su sistema educativo y la revolución tecnológica

Estonia, su sistema educativo y la revolución tecnológica

No todo el mundo conoce a este pequeño país de Europa del Este y, si los argentinos lo conocemos, seguramente el motivo sea el amistoso que jugamos contra su selección, en el que Messi se despachó con 5 goles. Aunque no lo crean, Estonia es mucho más que una pésima selección de fútbol y, fuera del deporte, hay muchas cosas de ese país que el nuestro debería admirar.

En tiempos de turbulencias en lo que refiere al sistema educativo, donde todas las Universidades Públicas reclaman por el desfinanciamiento que provocó el gobierno de Javier Milei, se opacan problemas que, aunque no sean tan urgentes, son iguales de importantes, y son aquellos que tienen que ver con cómo adaptar nuestro sistema educativo a las necesidades del Siglo XXI.

Al hablar de estos temas, muchas personas lo ven como una utopía innecesaria ya que se dificulta debatir el rumbo de la educación y la inserción a nuevas tecnologías mientras en las escuelas secundarias se caen los techos, no hay calefacción en el invierno ni ventilación en el verano, o mientras los docentes universitarios (de los trabajos más importantes que existen) reclaman por mejoras salariales y las Universidades Públicas hacen lo posible por lidiar con el congelamiento del presupuesto.

Así y todo, no podemos suponer que sólo los países desarrollados invierten en educación, sino que la gran mayoría de ellos llegaron a serlo por invertir en educación, como es el caso de Estonia. Si bien muchas de las medidas no parecen ser políticas que un gobierno anarcocapitalista quiera aplicar, debemos pensarlas no como políticas de gobierno sino como políticas de Estado, que atraviesen colores políticos y persistan en nuestro país a lo largo de las décadas.

Con todas las deficiencias antes nombradas (y muchas más), Argentina tiene un sistema público de educación, principalmente universitario, envidiable por muchos países en vías de desarrollo, con ocho universidades en el top 2.000 de universidades mundiales, y con más universidades en el top que, por ejemplo, México.

Este dato me lleva a reflexionar acerca de cómo podría evolucionar nuestro sistema educativo no sólo si invirtiéramos en educación, sino también si lo hiciéramos de manera ordenada, planificada, eficiente y honesta. Cuatro valores que en Argentina parecen casi inexistentes. Así que hablemos de Estonia, un país que cambió radicalmente invirtiendo en educación con estos cuatro pilares.

Para ponerlos en contexto, Estonia es un país de poco más de 1.3 millones de habitantes situado al Este del continente europeo. En el año 1997, a tres años del cambio de siglo, Estonia era un país muy pobre y de los más subdesarrollados de su continente.

En el año 1997 podemos encontrar el punto de quiebre en la historia estonia. En aquellos años, el presidente Lennart Meri, dirigente conservador y especialmente antisoviético, encaró este revolucionario proceso, que, si bien sigue hasta el día de hoy, fue especialmente transformador hasta el año 2007, cuando el presidente ya era Toomas Hendrik Ilves, del Partido Socialdemócrata. Esta contextualización es para que puedan darse cuenta de que el proyecto de revolución educativa fue trasversal a las ideologías políticas y se llevó a cabo como una política de Estado.

Pero ¿qué hizo Estonia para revolucionar su sistema educativo? Principalmente, adaptarse a las necesidades del nuevo siglo e invertir en tecnología. Para el año 1997, en Estonia había 160 escuelas. De esas 160, 150 no tenían conexión a internet y las otras 10 tenían una muy débil. Una vez encarado el proceso de transformación, para el 2007 Estonia no sólo cuenta con conexión a internet en todos sus centros educativos, sino que desde nivel inicial acceden a educación en robótica, las clases se dan con pizarrones multimedia, cada escuela cuenta con sets de robótica y todos los profesores tienen formación tecnológica.

Además, todos los niveles de educación obligatoria son completamente gratuitos, y tienen un reconocimiento enorme a la profesión docente. El sueldo mínimo docente en Estonia es de 1.250 euros y el sueldo promedio es de 1.600 euros. Mientras tanto, en Argentina, hay docentes universitarios con un salario de 200 dólares. ¡8 veces menos que en Estonia!

Con estas decisiones de Estado y este reconocimiento a la profesión docente, Estonia está consolidada como la referencia educativa de Occidente, es considerado el país más digitalizado del planeta y tiene un PBI per cápita que triplica al argentino.

Esta historia nos demuestra la importancia de la calidad educativa en el desarrollo de un país. Mientras en otros países revolucionan, a través de la tecnología, sus sistemas educativos, en Argentina continuamos estudiando en escuelas idénticas a las del siglo XIX y con los mismos métodos de enseñanza.

Resulta difícil pensar, con un gobierno que desprestigia constantemente a la educación pública, sus profesores y sus estudiantes, así como lo hace con sus sistemas de investigación y desarrollo científico y tecnológico, en hacer una revolución educativa. Allí reside la importancia de apoyar a nuestro sistema educativo en este momento tan drástico, pero una vez solucionados algunos de los problemas de fondo por los que reclamamos en el día a día y por los que la sociedad reclamará este 2 de octubre, pensemos en cómo hacer que nuestro sistema educativo sea aun más de excelencia y que ningún presidente, por más sesgado que esté por una ideología anarcocapitalista o rupturista, pueda desprestigiar la calidad de la educación en Argentina.

Escrito por: Ingoglia Tomas