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EDUCACIÓN

¿Escuela o refugio? La realidad del abuso infantil

Las escuelas son instituciones creadas para fomentar la educación, desarrollando las capacidades de las personas, inculcándoles valores y bienes culturales. Ayuda a la adaptación de los individuos a diferentes entornos y contribuye en la convivencia de estos con sus pares. Para la mayoría de los niños es como su segunda casa, pero para otros es más que eso.

Los abusos infantiles son cada vez más comunes y las escuelas cumplen un rol fundamental para detectar y denunciar estos casos. Los maestros son los encargados principales en su intervención ya que interactúan de manera más frecuente y concisa con los niños que el resto de los agentes educativos. Esto da paso a otros conflictos que se vinculan con cómo los educadores deben actuar ante estas problemáticas, que sumado a los problemas sociales que atraviesa el ámbito educativo, los llevan a enfrentarse con estudiantes que presentan distintas necesidades ante los cuales deben, a veces, representar roles que no corresponden netamente a la docencia, actuando como trabajadores sociales, psicólogos, etc. Por esto, es fundamental otorgarles a los educadores las herramientas e información necesarias para que se capaciten y se sientan competentes para lidiar con estas situaciones posibles de vivenciar.

A continuación, nombraremos algunas señales para reconocer si el menor sufre algún tipo de abuso:

  • Indicadores físicos: Dolor corporal, golpes, moretones de diversa evolución, quemaduras o heridas en alguna zona del cuerpo, dificultades para andar o sentarse, mordeduras humanas, cortes o pinchazos, fracturas en algunas zonas del cuerpo, etc.
  • Indicadores comportamentales: Pérdida de apetito, trastornos del sueño, hiperactividad, regresión de conductas, tendencia al secretismo, agresividad, problemas escolares, llanto, resistencia a desnudarse o bañarse, aislamiento social, enuresis (mojar la cama) o encopresis (defecación involuntaria), etc.
  • Indicadores emocionales: Tristeza, irritabilidad, miedo, odio, sentimientos de culpabilidad, impotencia, vergüenza, frustración, etc.
  • Indicadores en la esfera sexual: conductas precoces o conocimientos sexuales inadecuados para su edad, rechazo de las caricias, de los besos y del contacto físico, etc.

Además de estos indicadores, hoy en día varios estudios nos permiten distinguir que el maltrato en la infancia modifica las redes neuronales del cerebro. Los niños abusados poseen menos conexiones neuronales que los niños que no sufrieron de ningún tipo de maltrato, lo que los deja más vulnerables al consumo y abuso de sustancias, por la falta de regulación y control de emociones e impulsos.

La escuela puede ser un refugio y la salvación para miles de infantes agredidos. La intervención de las autoridades educativas son sumamente necesarias en este tipo de circunstancias. No hay lugar para excusas en el abandono de personas, y menos cuando se trata de niños indefensos. Ayudemos a darles a estos chicos la vida que se merecen.

Por: Rafaela Petacci