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Errados y errantes somos todos

Errados y errantes somos todos

Errados y errantes somos todos.

Vuelvo al punto de partida.

Las reglas del juego son confusas,

el tablero es un espiral.

No nos toman a la fuerza

ni nos obligan a nadar,

pero hablan (el mejor – el primer discurso que escuché).

Y yo les creo (me convencen).

Nos querés hacer trampa,

intentás engañarme,

intento parecerme a vos,

pero es tu tablero.

Es tu juego.

¿Soy un títere? (No tires de mi hilo, no para tu beneficio).

El juego no termina; solo vuelve a empezar.

Me mira con compasión.

“Gana el que primero sacrifica”.

No vale robar, digo yo.

Nunca entendí las reglas, y recién ahora comprendo lo que sacrifiqué. Solo espero que no trascienda al resto del pueblo.

Acá se goza, se disfruta. Pero en su mayoría, no se vive: se sobrevive (por lo menos aquellos eso intentan).

La amoralidad, en estas tierras, muchas veces, se adueña de la pluma.

El común denominador se presenta, seduce, y, finalmente, logra su objetivo: corromper.

La viveza criolla tiene una contradicción muy interesante. Latinoamérica contiene, por un lado, un patrón aglutinante, y por otro, uno disgregante. Porque trasciende toda clase social; penetra en todos los estratos y franjas sociales, los une tanto como los separa, los hace jugar a la defensiva, fulminado el respeto mutuo y coronando la desconfianza.

Pueblos sumidos en la desesperanza, por un dejo de complicidad insistida.

Donde el que ejerce el poder, no respeta los principios básicos del ser humano.

¡Al fin advertís la locura de tu ambición! Ahora, entonces, te será preciso buscar la cifra que sabe construir el orden. No es la tierra innúmera quien te dará ese guarismos creador, porque bien sabés que la tierra, lejos de darlo, recibe su número del hombre, porque es el hombre la verdadera forma de la tierra.

¿Hasta dónde llega la mala literatura?

– Hasta convertir en héroes nacionales a unos pobres poetas.

El corto diálogo que acababa de sostener me había dejado inmóvil.

Interrumpiendo el incómodo silencio exclamó << entonces el poeta y el filósofo nos acompañan o yo no entiendo este miércoles de clasismo >>.

Un loco tejedor de historias no necesitaba mirarse al espejo del salón para conocer que tenía su semblante contraído. Desde aquella memorable ocasión, guardaba una idea contradictoria de sí mismo: el cobrador se admiraba, pero también se temía.

–  Tirá, pero no errés.

  • Puntaje: 8/10 -a su juicio, erró-.

Extranjero, pasó el tiempo y te volviste bastante ambicioso y, con la plata del Estado, todavía más codicioso.

Lo peor del caso es que no solo nuestras fuentes de riqueza están ya en manos extrañas, sino que, además, el extranjero viene realizando entre nosotros una verdadera obra de corrupción.

– ¡¿Cómo?!

Por naturaleza, fuimos y debemos ser hombres sobrios. Pero cuando llegó el extranjero, nos embarcó en un vivir alegre, inventándose miles de necesidades que nacieron a partir de él.

La falla de nosotros es que no nos tomamos nada en serio; y la solución de nuestros problemas, exige mucha seriedad.

¡Enhorabuena! Eso le indica que mi fortuna política está en ascenso. Forastero y estudioso de la gran ciudad a la que acabas de llegar, portador de un mensaje que todavía no sabes manifestar.

Tus partidarios te elogian; una poética virgen; un discurso sin números ni medidas, como los grandes ríos de la patria.

Bien saben ustedes mi camino cuando llegue allá (busca sin encontrar en el resto miradas cómplices).

Pues entonces, ¿cuál es el encanto de la corrupción? ¿Qué hace con ellos? Es brutal, y perversamente deslumbrante… quizás. Poco a poco, la toma de decisiones han cedido su lugar a cierto tipo de gobernantes que operan bajo el imperativo absolutista, enmascarado en la corrupción institucional en diferentes niveles.

La ambición de perpetuarse en el poder funciona como un círculo vicioso, y nuestra comarca se especializó en perder desde los remotos tiempos.

La ambición rompe estructuras, deshace lazos y se hinca en lo más profundo del poder, dando como resultado la inequidad y la desigualdad.

Este tipo de políticas se jactan de falsas promesas: la codicia los lleva a ahondar en la famosa burocracia del poder político, escalando a costa de sus pares, haciendo todo lo que se tiene a su alcance para ganar fama y votos.

El germen político rompe estructuras morales, adueñándose de la voluntad popular y, muchas veces, entorpeciendo la delgada línea que divide el mundo político de los ciudadanos. Ser parte de un acto de corrupción implica una transgresión a las instituciones y a la conveniencia social, lo cual deteriora la confiabilidad.

La política así es un ámbito donde la ética y la razón, a menudo, son sacrificadas a favor de intereses de unos particulares.

La política así, no vale la pena.

Úlcera de capitalistas desalmados, inspectores coimeros, y cobradores de medio pulso, porque todavía algo de moral les quedaba. Las milicias invisibles que a su alrededor ahondaban, saboreando la amargura de los reproches íntimos.

«¿Por qué suponer que todos entienden de política?».

En boca de algunos, la política termina siendo un terreno en el que la realidad se ve distorsionada. En manos de otros, es una tierra sentenciada a la mediocridad.

El poder es ambición. Se convence a la razón con argumentos racionales y se persuade con todas las armas posibles; todas.

Podríamos decir entonces que la metáfora de América Latina es el relato de una tierra de impostores, de una tierra que abraza la corrupción. ¿Dónde está el combativo pueblo de Latam?

Condenados a las garras ambiciosas de quienes desean explotarte; aún así cuando la explotación sea más severa, solo aquel día se oirá gritar, Latinoamérica será poeta.

Escrito por: Ugartemendía, Maite