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CIENCIA

Energía nuclear doméstica: el innovador desarrollo de la resurgida Enron

Energía nuclear doméstica: el innovador desarrollo de la resurgida Enron

Enron, la empresa energética que cayó en quiebra hace 15 años por fraudes contables, vuelve a la escena con un desarrollo único.

El Enron Egg, presentado el pasado 6 de enero, es un micro reactor nuclear doméstico, el cual permitiría producir la energía suficiente para abastecer a un hogar tipo durante 10 años ininterrumpidos.

Este singular invento revoluciona la industria energética por motivos visibles. En primer lugar, es llamativo el ínfimo espacio que ocupa el reactor. Hasta antes de esta presentación, los reactores nucleares modulares (SMR) más pequeños podían llegar a medir unos pocos metros y pesar entre 20 y 40 toneladas. Frente a las dimensiones del Enron Egg, los SMR se ven inmensos.

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Por otro lado, la autonomía sobre este tipo de energía (tan tabú entre el resto de fuentes) se expresa en este reactor. El hecho de que se pueda tener un reactor nuclear funcionando en hogares, con riesgos por posibles fallas bajos y sin causar efectos adversos en sus consumidores, demuestra el control que ha alcanzado la empresa sobre el proceso de fisión nuclear.

Daniel Wong, director tecnológico de la empresa, detalló que funciona con hidruro de uranio y circonio enriquecido al 20%, material elegido por su eficiencia y seguridad. Además, el reactor posee barras de boro que permiten el control de la reacción nuclear dentro del reactor.

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La redefinición de la percepción pública sobre la energía nuclear es tan solo el preludio de los cambios que acarrea el Enron Egg. Cambia el paradigma energético, desafiando las tradicionales limitaciones de esta y otras fuentes energéticas, al mismo tiempo que pone en jaque al mercado de energía.

Hace poco más de un siglo, conocíamos a esta energía rodeada de incertidumbres. Hoy, el control sobre ella es tal que nos permite este tipo de desarrollos.


Luego de leer este artículo, ¿qué hacés con la información que acabás de adquirir? ¿Revisás su veracidad o confiás en quien la escribe?

Si tuviste la intención de revisar estos datos, o bien leer más acerca de este invento, te habrás dado cuenta por los titulares que este desarrollo es falso; una producción satírica.

Ahondando en los miembros de Enron -la cual poco tiene que ver con la empresa disuelta en 2001, más que comparten el nombre y los supuestos fines- nos daremos cuenta que Connor Gaydos, el supuesto CEO, estuvo implicado en el movimiento “Birds aren’t real”, una falsa teoría conspiracionista extendida hace unos años por Estados Unidos con fines sarcásticos. Si esto no bastara para percatarnos de que el Enron Egg es irreal, nos convenceremos si leemos la parte inicial de los términos y condiciones de la web de Enron: “La información en el sitio web sobre Enron es una parodia protegida por la Primera Enmienda, representa arte escénico y es solo para fines de entretenimiento.”

A pesar de lo fantasioso e irreal del Enron Egg -por lo menos para la tecnología actual-, el video en el que presenta al producto es tan verosímil como las presentaciones de tecnologías reales, así como el lenguaje técnico es igualmente de convincente.

La explicación de los fines de estas personas para hacer estas producciones, así como los que tienen aquellos que crean y viralizan fake news, se escapan de la finalidad de este artículo. Explicar los fines de ellos no nos permite avanzar hacia una conclusión. No obstante, el proceso por el cual nos informamos nos da margen para reflexionar.

Actualmente, recibimos información todo el tiempo. Nos basta con usar nuestros celulares o prender la televisión para que nos avasalle una gran cantidad de noticias y datos. Podríamos incluso afirmar que vivimos en una era de sobreinformación, donde cualquier dato que queramos saber podemos buscarlo por internet o preguntárselo a ChatGPT.  Ahora bien, esta sobreinformación viene con una letra chica: usualmente, la información que recibimos viene de manera aislada, sin suficiente contexto, o bien la recibimos sin ser grandes conocedores en el tema. Esto produce que, si no ahondamos en la información recibida, no podremos discernir fácilmente si se trata de datos verdaderos o verosímiles.

Esto abre la puerta a las famosas fake news o proyectos como el de Enron Eggs. Vemos un video en el que nos muestran un reactor nuclear doméstico y, si no tenemos otra información que nos diga qué tan real o ficción es lo que nos muestra, podemos creer fácilmente en ellas. Así, en una era de sobreinformación, vivimos inmersos en la desinformación.

Concluyendo, el problema no nace directamente en quienes crean esta información falsa, sino en quienes la distribuyen. Sea por medios masivos o en una conversación de sobremesa, la responsabilidad de quien divulga es la de verificar la veracidad de lo que habla. Esto no significa que debamos ser excelentes profesionales en un área para tener el derecho de hablar de un tema -la verificación de la información será tan exhaustiva como el contexto lo requiera-, pero nunca viene mal corroborar aquello que queramos divulgar.

De esta manera, no prevenimos el desarrollo de este tipo de noticias, sino que limitamos su expansión.

Escrito por: Dorsch, Santiago