Existe una gran diferencia entre la percepción de la seguridad que tienen los hombres y las mujeres. Mientras el mayor temor de los hombres es el robo, el miedo más grande de las mujeres es la violación. Este miedo de la mujer asume una lógica geográfica: las mujeres evitan lugares en los que piensan que se podrán encontrar con hombres desconocidos, peligrosos o amenazantes. Escapan de lugares donde parece ser que el peligro acechara, y no solo lugares sino horarios; el mayor peligro lo corren en la noche.
Es cierto que, frecuentemente, las agresiones infligidas sobre las mujeres son causadas por hombres de su entorno en un espacio cerrado, lo que no quita que el acoso y/o abuso en el espacio público es una de las más invisibilizadas y sostenidas formas de violencia.
En Argentina, el 90% de las mujeres alguna vez experimentó una situación de acoso callejero. La totalidad de las mujeres encuestadas, admitieron también tener diferentes estrategias para sentir más seguridad en la vía pública. Según estudios realizados en 2007, que contó con 1.300 mujeres encuestadas en once provincias diferentes, el 45% fue perseguida por un varón, al 36% le tocaron o mostraron los genitales y el 17% observó como un desconocido se masturbaba frente a ella. Dato no menor: el 80% de las mujeres se siente insegura en el espacio público y teme por su integridad, tanto física como sexual. Dicha sensación aumenta en la noche y en espacios poco transitados e iluminados.
Las mujeres, además, tienen más probabilidades de ser víctimas de un delito (73%) que los hombres (58%). Durante la noche, el 74% de las mujeres evitan salir de su casa sin compañía frente a un 41% de los hombres. Durante el día, un 46% evita hacerlo, exactamente el doble que los hombres (23%). Por último, las mujeres evitan, en promedio, tres acciones cotidianas más que los hombres.
Esta violencia que las mujeres sufren en las ciudades restringe su acceso y uso de los servicios públicos, hecho que constituye uno de los más grandes obstáculos para su autonomía y desplazamiento.
En conclusión, las inseguridades y violencias de género generan consecuencias no solo en los espacios públicos, sino también en el acceso a los bienes y servicios públicos en las ciudades por parte de las mujeres.
Por: Tomas Ingoglia