Hoy en día, es prácticamente imposible no estar al tanto del impacto que genera el consumo de energía en nuestro planeta. Por ello, energías no tan limpias están siendo reemplazadas por aquellas renovables, como lo son la eólica y la solar.
No obstante, esta transición energética depende, en gran medida, de condiciones climáticas y atmosféricas específicas, limitando su aprovechamiento.
Pero, ¿y si pudiéramos generar energía “de la nada”? Suena a algo sacado de un futuro utópico, ¿no creen? Bueno, déjenme decirles que es más factible de lo que se imaginan.
La idea original de capturar la energía almacenada en la humedad del aire se le atribuye a Nikola Tesla, a quien estoy seguro que todos conocemos por uno u otro motivo.
A este concepto, denominado higroelectricidad, se lo divulgó por primera vez en el año 2020, por un grupo de estudiantes de la Universidad de Massachusetts Amherst (UMass Amherst).
Lo más interesante del hallazgo es que, al igual que como ocurrió con muchos otros descubrimientos en el ámbito científico, este se dio por mera casualidad, ya que el equipo (dirigido por el profesor Jun Yao) estaba probando un nuevo sensor de humedad fabricado por ellos mismos pero, a la hora de comprobar su funcionamiento, se olvidaron de enchufarlo.
Al darse cuenta de que el dispositivo estaba funcionando correctamente sin estar alimentado, dieron con la conclusión de que los tubos microscópicos (o nanocables) del sensor (miles de veces más finos que un cabello humano) permitían que las moléculas de agua presentes en el aire entraran, impartiendo cargas eléctricas al material al moverse por ellos. Esta diferencia en la carga creaba una corriente eléctrica, funcionando así como una batería (a una escala mucho más pequeña).
Sin embargo, no conformes con eso, comenzaron a explorar una alternativa diferente (publicada el año pasado), reemplazando los nanocables por millones de nanoporos para aumentar su eficiencia. Según los últimos resultados conocidos, este prototipo puede generar un microwatt de electricidad aproximadamente, suficiente para alimentar un píxel de una pantalla LED.
Si bien las cantidades producidas resultan insignificantes, su potencial parece no tener límites. Esto debido, principalmente, a la ubicuidad del aire; al estar presente en todos lados (y por ende, la humedad), no hay que preocuparse por limitaciones espaciales o climáticas.
Además, el mismo profesor explica: “Piensa en una nube, que no es más que una masa de gotas de agua. Cada una de esas gotas contiene una carga y, cuando las condiciones son las adecuadas, la nube puede producir un rayo, pero no sabemos cómo capturar la electricidad de un rayo de manera fiable. Lo que hicimos fue crear una nube a pequeña escala construida por humanos que produce electricidad de manera predecible y continua para que podamos cosecharla.”, dejando en claro la magnitud de este descubrimiento.
Paralelamente a la investigación de la UMass Amherst, un equipo en Lisboa (liderado por la profesora Svitlana Lyubchyk y sus hijos gemelos, los profesores Andriy y Sergiy Lyubchyk) está avanzando en una tecnología similar, pero utilizando distintos materiales y configuraciones.
El proyecto CATCHER (como fue bautizado por este equipo), utiliza óxido de circonio para atrapar la humedad del aire y generar pequeñas cargas eléctricas. Todo esto compactado en un delgado disco gris, capaz de generar una modesta salida eléctrica.
¿Su objetivo? Alimentar una casa promedio en el Reino Unido con una estructura similar a una lavadora, repleta de estos discos.
A pesar de estos avances tan prometedores, aún quedan desafíos por superar. Fabricar estos dispositivos a gran escala, reducir sus costos y ver cuán eficientemente podemos aprovechar la humedad presente en la atmósfera son obstáculos críticos que dictaminarán el destino de esta forma tan innovadora de energía.
Ya no es una cuestión de si existe o no, sino de cómo podemos aprovechar este enorme reservorio de energía, hasta ahora desaprovechado.
El sueño de Tesla, considerado por muchos como imposible, hoy es más tangible que nunca. Con dedicación, innovación y una gran inversión, podríamos sacarle un mayor provecho a un recurso tan abundante, como lo es el aire que respiramos.
Escrito por: Albertella, Mateo