Como comentamos hace un par de meses, la misión Artemis I, la cual tenía como objetivo orbitar la Luna y poner a prueba nuevas tecnologías para enviar humanos nuevamente a esta en un futuro, iba a ser lanzada el 14 de noviembre de 2022, luego de varios inconvenientes.
Al llegar el día del 4° lanzamiento, el equipo encargado del lanzamiento de Artemis I logró elevarlo por los cielos y así, luego de más de 4 años desde el comienzo del proyecto, el cohete SLS junto con la nave espacial ORION se dirigían a su destino.
La misión duró 25 días y 11 horas (tal y como se había planeado), tardando 9 días y 13 horas para viajar y alcanzar la Luna, 6 días orbitándola (recordemos que esta misión no tenía ningún procedimiento de aterrizaje planeado, puesto que su misión era solo orbitar nuestro satélite) y 9 días con 19 horas para volver y aterrizar en la Tierra. Todo este recorrido tuvo una longitud de 2,3 millones de kilómetros.
En este lapso, ninguna etapa tuvo inconvenientes y hasta las acciones y maniobras más complicadas tuvieron éxito, entre ellas: el desacople del SLS de la nave ORION, la apertura de los paneles solares de la misma y la reentrada de la nave en la atmósfera terrestre para su posterior aterrizaje en la costa de Baja California, utilizando tres paracaídas preparados para la magnitud de la situación.
Esta última operación (el aterrizaje de la nave espacial), ocurrió el 12 de diciembre, dando por finalizada la misión Artemis I. Luego de esto, la nave ORION fue rescatada de la costa para, posteriormente, revisar la estructura externa en una base de la naval estadounidense. Luego de esto, fue transportada al Centro Espacial Kennedy con la intención de abrirla y revisar en profundidad su interior, junto con los experimentos llevados a bordo.
El equipo encargado de estas acciones no expresó ninguna inconformidad en el análisis de la estructura y cargamento. Por otro lado, los experimentos llevados a cabo están siendo analizados, aunque aparentan haber tenido buenos resultados.
Entre estos últimos, los más destacables fueron dos: el primero buscaba probar chalecos diseñados para la protección contra la radiación. Para esto, se ubicaron dos maniquíes con características, tejidos y órganos que simulan un cuerpo humano. Uno de ellos, llamado Zohar, llevaba puesto el chaleco experimental, mientras su compañera, Helga, no traía puesta la protección. El objetivo de esto era analizar y comparar los efectos de la radiación durante el viaje. A esta experiencia se la denominó MARE (Experimento de Radiación AstroRad Matroshka). El segundo experimento consistía en ubicar sobre la nave células de levadura vivas para su posterior análisis de su evolución en el espacio. Afortunadamente, la primera vista de este experimento mostró no solo la supervivencia de las células, sino también su crecimiento. Este último experimento es parte de una serie de pruebas biológicas realizadas por la División de Ciencias Biológicas y Físicas de la NASA.
Frente a estos resultados, los cuales son en su mayoría positivos o con buenas expectativas, se considera exitosa la primera misión del programa Artemis. Frente a este grandioso resultado, muchos se estarán preguntando ¿y ahora qué sigue?
Las autoridades responsables del proyecto seguirán verificando los experimentos restantes de Artemis I. Por otro lado, se está llevando a cabo la construcción de los cohetes y estructuras necesarias para las misiones Artemis II, III y IV. La primera de ellas tiene como fecha de lanzamiento el 2024 o 2025 (en caso de presentarse algún inconveniente), y su objetivo será hacer el mismo recorrido que la misión Artemis I (sin alunizaje), con la diferencia que la Artemis II llevará una tripulación. A partir de la Artemis III y, si los resultados de las misiones anteriores son positivos, las naves harán alunizajes con sus respectivas tripulaciones, estableciendo bases estables y distintos experimentos en la superficie lunar.
Aún queda mucho por investigar y transitar hasta alcanzar estas misiones. No obstante, observar los resultados de esta primer misión del programa Artemis da ilusiones de volver, tal y como hicimos el siglo pasado, a nuestro único satélite natural. Nuestro potencial cognitivo y de diseño parecen no tener límites.
Por: Santiago Dorsch