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La educación argentina siempre tuvo sus altos y bajos. Dependiendo del partido que regía el país y sus ideales políticos, podíamos ver progresos o retrocesos. Si bien la pandemia marcó un visible deterioro en cuanto al aprendizaje en la mayoría de los chicos, también nos vimos beneficiados con nuevos métodos de estudios y una introducción media forzada de la tecnología y cómo implementarla en el ámbito educativo. Se rompieron ciertas barreras, pero se crearon otras.
Según el último informe difundido sobre los resultados de las Pruebas Aprender, más del 90% de los estudiantes no alcanza los aprendizajes básicos esperados de Matemática al terminar la secundaria en varias provincias de Argentina.
Un país que supo ser de los mejores del mundo en cuanto a la educación hoy en día es incapaz de brindar los conocimientos y las herramientas más básicas e importantes a nueve de cada 10 estudiantes escolares, en gran parte del territorio nacional.
Muchos de los problemas que tenemos que atravesar hoy vienen de hace mucho tiempo, y las normativas y programas socioeducativos que se han implementado en las últimas décadas no parecen haber direccionado el sistema educativo hacia un camino de mayor calidad. Algunos han tenido resultados positivos, pero todo esto todavía no alcanza la dimensión del sistema en su totalidad y los problemas pasados siguen reapareciendo. No tenemos más soluciones que las ya conocidas que, si bien pueden producir alguna que otra mejora, no constituyen estrategias o intervenciones superadoras que permitan revertirlas. El modelo pedagógico propio del siglo XIX se ha vuelto obsoleto para una sociedad en cambio constante, que busca crecer y posicionarse con potencias mundiales.
Pero, ¿cuál sería una buena decisión contra todos estos percances?
¿Cambiar el sistema educativo desarrollando unos vouchers para descentralizar la educación “entregando el presupuesto a los padres”? Aunque cabe aclarar que especialistas declararon que no es posible llevar adelante este sistema de financiamiento a la demanda -o vouchers- sin cambiar la Constitución y la Ley de Educación Nacional.
¿Distribuir los ingresos en escuelas públicas e invertir más en universidades? Aunque primero tienen que terminar de estabilizar la economía.
Y así podemos encontrar miles de propuestas que no se pueden realizar concretamente y terminamos divagando siempre sobre lo mismo.
Solo nos queda esperar y aceptar lo que nos depara el futuro, cosa que, la mayoría de las veces, termina perjudicando a la educación, dejándola de lado, aunque es la herramienta más importante dentro de la formación de la sociedad y del país; la que nos genera nuevos cambios y caminos.
Creemos una sociedad instruida y capaz, no una ignorante y conformista.

Por: Rafaela Petacci

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