La frase “Somos polvo de estrellas” no solo es una expresión meramente poética, sino que tiene base científica: cada átomo que compone nuestro cuerpo y los de todos los elementos que existen están hechos de los desechos de estrellas antiguas que alguna vez brillaron en el universo.
Se piensa que hace trece mil setecientos millones de años una brutal explosión en la cual se empezó a expandir materia, dando por resultado a lo que conocemos como universo. Esta hipótesis fue denominada como “Teoría del Bing Bang”, de la cual se propone que podría proceder toda la materia que existe, que ha existido, y que existirá. Al parecer, a partir de un punto infinitamente pequeño y denso, toda materia comenzó a expandirse. Hoy, a partir de los estudios científicos que emplean nuevas tecnologías para sus investigaciones, se afirma que el universo sigue expandiéndose.
Las primeras estrellas y el Big Bang
Si volvemos entre trece y catorce mil millones de años, hasta el principio del universo con el Big Bang, la comunidad científica explica que solo existían elemento sencillos y ligeros, tales como hidrógeno, cantidades pequeñas de litio y helio. Por ende, las primeras estrellas surgieron a partir de estos elementos.
La primera generación de estrellas empezó entonces a partir de aglutinaciones de gas de dichos elementos y entraron en combustión, lo que dio lugar a una reacción nuclear en el centro de las estrellas involucradas.
Es tan alta la cantidad de calor liberada y la presión dentro del núcleo de una estrella que tiene la facultad de fusionar átomos, dando origen así a nuevos elementos. A este proceso se lo denomina “nucleosíntesis”.
Esas primeras estrellas masivas quemaron su combustible rápidamente y pudieron producir unos pocos elementos nuevos, más pesados que el hidrógeno y el helio. Durante la mayor parte de sus vidas, las estrellas se equilibran entre la presión exterior, producto de la fusión nuclear, y la atracción de la gravedad hacia el interior. Cuando una estrella masiva se queda sin combustible y sus procesos nucleares llegan a su fin, se desequilibra y colapsa. La muerte de estrellas masivas consiste en una inmensa explosión estelar: una supernova.
Cuando la temperatura aumenta a millones de grados, se produce una fusión de helio a carbono, del carbono y helio dando lugar al oxígeno, y si la temperatura es aún mayor, pueden formarse otros elementos más pesados como el magnesio, azufre, silicio, níquel, cobalto, hierro, entre otros.
Además, las explosiones de supernovas pueden llegar a un punto máximo donde dan origen a elementos más pesados. El oxígeno que respiramos y los minerales esenciales, como el magnesio y el potasio, son arrojados al espacio por estas supernovas.
Estas explosiones, denominadas supernovas, también pueden ocurrir en sistemas binarios es decir, de doble estrella. Cuando una enana blanca (estrellas después de agotar el hidrógeno que las alimenta), absorbe material de su compañera, puede provocar un desequilibrio y conducir a otro tipo de supernova muy violentas. Dicha explosión crea calcio (casualmente el mineral que más necesitamos en nuestro cuerpo), hierro (no solo presente en nuestra sangre, elemento que además constituye la mayor parte de la masa de nuestro planeta Tierra). Así mismo, ese tipo de supernovas sintetizan zinc y manganeso.
Entonces, ¿qué relación podemos establecer entre las estrellas y los seres humanos? Como se mencionó, las estrellas originan elementos. Estos mismos elementos son los que componen el cuerpo humano y casi todas las cosas que nos rodean. Desde el oxígeno, que es imprescindible para nuestra sobrevivencia, hasta minerales esenciales, como el potasio, son resultado de explosiones de supernovas.
Nuestro ADN está formado por cada uno de los elementos que son producidos y liberados en los cosmos cuando las estrellas mueren. Por ello, podemos concluir que cada uno de nosotros existe gracias a eventos catastróficos que sucedieron hace millones de años. Por lo tanto, cada uno de nosotros está hecho de polvo de estrellas.
Por: Victoria Garay