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Millones de personas padecen ya los efectos catastróficos de fenómenos meteorológicos extremos que se observan agravados por el cambio climático, desde las prolongadas sequías del África subsahariana hasta las devastadoras tormentas tropicales que arrasan todo el sureste asiático, el Caribe y el Pacífico. Temperaturas extremas han causado mortíferas olas de calor en Europa e incendios forestales en Corea del Sur, Argelia y Croacia. Ha habido graves inundaciones en África y una prolongada e intensa sequía en Madagascar, que ha dejado a un millón de personas con un acceso muy limitado a una alimentación adecuada.

Esto se debe a que el clima cambia. De hecho, el clima ha sufrido cambios importantes a lo largo de la historia de la Tierra, debido a causas naturales. Por ejemplo, en el último período glaciar, que finalizó hace unos 10.000 años, el clima terrestre era más frío que el actual y los glaciares ocuparon amplias extensiones de la superficie terrestre.

Sin embargo, el actual cambio del clima es muy diferente de otros anteriores, esencialmente por dos motivos: los científicos coinciden en apuntar que la causa del actual cambio del clima es la emisión, como resultado de la actividad humana, de los denominados “gases de efecto invernadero”. Estos gases, incrementan la capacidad de la atmósfera terrestre para retener calor, dando lugar al fenómeno del calentamiento global. La segunda causa incluye su velocidad: el actual cambio climático está ocurriendo con extrema rapidez, lo que hace muy difícil, tanto para la naturaleza como para las sociedades humanas, adaptarse a las nuevas condiciones.

El cambio del clima es una realidad observable que influye en todo el planeta mediante el aumento o disminución de las temperaturas medias, la subida del nivel del mar, el deshielo en el Ártico o el aumento de los eventos extremos.

El cambio del clima adquiere rasgos específicos en diferentes zonas del planeta. En líneas generales, si no hacemos nada para cambiar nuestra realidad, adquirirá la siguiente forma: el alargamiento de los veranos, la disminución de los caudales medios de los ríos, el incremento de las olas de calor (cada vez más frecuentes, largas e intensas), inundaciones que arrasarán con todo a su paso, cambios de clima propios a lo largo de los territorios, entre otros sucesos que azotarán el planeta si este “caos” no es frenado a tiempo.

Este desenfrenado siniestro incluye también cambios diversos en los sistemas naturales: si tienen oportunidad, las especies silvestres se desplazan buscando las condiciones climáticas a las que se encuentran adaptadas. Por lo tanto, pueden cambiar sus ritmos vitales para tratar de ajustarse a los cambios ocurridos en las estaciones. Como resultado, pueden producirse desajustes y desequilibrios ecológicos.

Ya dicho esto, podemos decir que el caos que se detalla está afectando y afectará a nuestra generación, con eventos extremistas a los que nos tendremos que adaptar para sobrevivir en un mundo inestable.

Entonces, ¿no podemos hacer nada? La respuesta es sí, sí podemos. Cada acción que realizamos repercute en nuestro entorno. Por ende, si optamos por alternativas ecológicas, nos permitirán el avance de nuestra sociedad sin necesidad de producir los llamados “gases de efecto invernadero”, pero eso no es todo. Es necesario dimensionar a lo que nos estamos enfrentando. Por ello, es necesario educarse, pero también es necesario enseñar. Es necesario accionar y emprender políticas que sean relevantes para ponerle un fin a lo que es nuestra realidad hoy en día.

Somos la primera generación en sentir el impacto del cambio climático y la última que puede hacer algo al respecto”, Barack Obama.

Por: Garay Victoria

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