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MEDIO AMBIENTE

El 13 de marzo y una historia esencial en la lucha contra el cambio climático

El pasado 13 de marzo, se conmemoró el 80° aniversario del nacimiento de uno de los grandes científicos en la historia del cambio climático y aquel quien, a través de sus publicaciones y trabajos, impulsó la creación de uno de los protocolos más importantes respecto al cuidado ambiental: hablamos, ni más ni menos, del mexicano Mario Molina.

Nacido un 13 de marzo del año 1943, Molina fue un ingeniero químico, profesor, científico y activista nacido en la Ciudad de México. Muchos lo conocen por haber ganado el Premio Nobel de Química, junto a Pablo Crutzen y Frank Sherwood Rowland, en 1995. Otros, quizás, lo conocen por el Doodle hecho por Google la semana de su aniversario de cumpleaños. Pero, ¿qué hizo Mario Molina y por qué es tan importante?

Antes de volverse una figura conocida en el ámbito científico, estudió ingeniería química, para luego hacer posgrados en países como Alemania, Francia y los E.E.U.U. En 1973, se asoció a la Universidad de California como investigador, junto con el profesor Frank Sherwood Rowland. En 1975, comenzó a liderar sus propias investigaciones, una de las cuales lo llevó a ser tan reconocido y valioso: en este mismo año, comenzó a estudiar los gases clorofluorocarbonos, también conocidos como CFC, y su impacto en la atmósfera.

Haciendo un paréntesis, estos gases (compuestos, como su nombre indica, por cloro, flúor y carbono) se comenzaron a sintetizar en los años 30 por el ingeniero Thomas Migdley (el mismo que se le ocurrió añadir tetraetilo de plomo a los combustibles para automóviles, generando altos niveles de contaminación y afecciones a la salud) para el uso en refrigeración industrial por su “alta estabilidad” y su aislamiento térmico.

Los estudios realizados por Molina y Sherwood Rowland mostraron que la alta estabilidad de estos gases era solo en situaciones normales. A grandes alturas en la atmósfera y siendo afectados por los rayos ultravioletas provenientes del Sol, estos gases se descomponen y generan compuestos con el ozono en la estratósfera. Esto produce una reacción en cadena, en donde la Capa de Ozono se ve perjudicada por la reducción de la cantidad del gas más presente en ella. Consecuentemente, esta capa atmosférica, en poco tiempo, redujo su grosor de forma brusca, especialmente sobre la Antártida, produciendo mayor calentamiento global y la entrada de rayos dañinos para la salud (como los ultravioletas) al planeta, generando mayores niveles de cáncer, ceguera por cataratas y otras afecciones en las zonas más vulnerables a esta problemática.

Si bien el ámbito científico se rehusó a aceptar los estudios de ambos científicos, las pruebas que expusieron ambos investigadores terminaron, con el tiempo, convenciendo a la comunidad.

Luego de un par de años, en 1989, se firmó uno de los protocolos de grado internacional más importante y responsable de la historia: el protocolo de Montreal de las Naciones Unidas. Los países que firmaron este acuerdo se comprometieron a reducir la producción de los CFC conforme la magnitud de su producción y desarrollo. El tratado logró que en el 2010 sea prohibido el uso de estos gases. Mario Molina y Frank Sherwood Rowland fueron clave en la firma de este protocolo por sus trabajos y demostraciones de la fiabilidad de la problemática, lo que les dio, junto a Pablo Crutzen (científico que, de forma paralela, llegó a conclusiones similares acerca del daño en la atmósfera por gases contaminantes), el reconocido Premio Nobel de Química en el año 1995.

Por: Santiago Dorsch