O por lo menos, esa es la filosofía de Elon Musk, fundador y director de SpaceX. Según él, el tiempo perdido al intentar múltiples veces un proyecto (con muchos fallos y errores de por medio) es menor al tiempo que se pierde al planificar el mismo proyecto en un plazo mayor y poniéndolo a prueba menos veces (aunque con un mayor índice de aciertos). Por otro lado, plantea que, a través de los errores, podemos observar con mayor claridad las partes y/o sistemas que fallan, permitiendo distinguirlos y corregirlos más rápido y de forma efectiva.
Esta postura queda demostrada en su empresa aeroespacial, en la que prueban reiteradamente un mismo cohete o nave espacial hasta conseguir resultados positivos. Con esta técnica, lograron desarrollar cohetes parcialmente reutilizables, introduciendo al mercado nuevas tecnologías y diseños de última generación, como también la nave espacial Dragon, una cápsula donde se pueden transportar hasta 7 astronautas y con una capacidad de cargamento destacable. Esta misma se utiliza hoy en día para el traslado de astronautas a la ISS –Estación Espacial Internacional- y desde allí a la Tierra.
No obstante, la ambición por diseñar instrumentos aún más revolucionarios y útiles no quedó atrás. Frente a los proyectos espaciales, como el asentamiento de bases estables con humanos en la Luna y nuestra visita personal a Marte en los próximos años, introdujo una nueva invención en las mentes de SpaceX: un cohete espacial con una gran capacidad de carga útil, potencia y totalmente reutilizable.
Los encargados del proyecto no tardaron en desarrollar el prototipo para luego hacerlo realidad, nombrándolo Starship. Luego de 7 intentos –el primero realizado en agosto de 2020- solo se consiguió un aterrizaje en el último de ellos, el cual no fue del todo seguro. Por esto mismo, decidieron agregarle un cohete espacial con mayor potencia para lograr su cometido: ser la primer nave interplanetaria funcional.
Se añadió al cohete y nave espacial Starship un cohete Super Heavy como primer etapa, aumentando significativamente la potencia de la nave, aunque también la complejidad de la misión. La primer prueba de este sistema en conjunto se programó para el pasado 17 de abril. Sin embargo, y a tan solo 40 segundos de su despegue, algunos de sus propulsores se congelaron –el combustible utilizado es oxígeno y metano líquido, los cuales se encuentran a muy bajas temperaturas- y tuvieron que posponer el hecho para el 20 de abril.
Muchas expectativas se encontraban frente a este despegue, puesto que, de ser efectivo el resultado, sería la primera nave totalmente reutilizable, la primera nave interplanetaria, la nave espacial funcional más potente de la historia, la nave espacial más grande de la historia -120 metros de altura- y una de las primeras en poder transportar personas en masa –hasta 100 personas-.
El momento histórico llegó, y la nave espacial Starship Super Heavy levantó vuelo. A pesar de ello, al alcanzar los 39 Km de altura, algunos de los 33 motores Raptor no funcionaron y la nave dio un giro para caer de vuelta a la Tierra. Luego de 10 Km de caída libre, el cohete explotó. Todo esto duró poco más de 4 minutos, y la nave no llegó a separarse ni a realizar los aterrizajes de sus respectivas etapas.
Si bien el despegue puede parecer un rotundo desastre, la realidad es que es solo un paso más para llegar a mejores resultados. Todos los presentes catalogan esta prueba como influyente para próximos lanzamientos y, luego de algunas pruebas más, no hay dudas que este sistema va a ser la figura inicial de un nuevo capítulo en la historia del espacio. Por otro lado, teniendo en cuenta la poca historia de esta empresa, fundada hace tan solo 21 años, demuestra el gran potencial de desarrollo que posee y su capacidad para desarrollar maquinarias de excelencia en cortos lapsos de tiempo.
Por: Santiago Dorsch