Para muchos estudiantes que cursan su último año de secundaria, la pregunta que resuena con mayor fuerza es: ¿Qué debemos hacer al terminar?
En nuestro contexto, la elección de una carrera universitaria se presenta como la ruta determinada para definir nuestro futuro profesional. Sin embargo, esta realidad no siempre coincide con las aspiraciones o necesidades de todos los jóvenes.
Las dudas surgen, y la más común entre ellas es la interrogante: ¿Y si elijo trabajar? Cuando la realidad es que la experiencia laboral, bien valorada por el mercado, suele ser escaso para quienes recién se adentran al mundo laboral. La falta de oportunidades para adquirirla genera angustia y ansiedad en aquellos que buscan una inserción temprana en el mercado de trabajo. Incluso aquellos que logran conseguir un empleo, a menudo se enfrentan a la explotación laboral, producto de su inexperiencia.
Otra alternativa es emprender un negocio propio, que se presenta como una propuesta atractiva, pero también como un juego de azar. El éxito no está garantizado y el riesgo de fracaso es alto. La inestabilidad económica y la falta de apoyo son solo algunos de los obstáculos que enfrentan quienes optan por este camino.
En medio de estas incertidumbres, la familia muchas veces se convierte en la principal red de apoyo. No obstante, esta relación también puede estar cargada de expectativas y presiones, generando sentimientos de culpa y frustración en los jóvenes que aún no han logrado definir su camino profesional.
Ante este panorama, la educación formal parece seguir siendo la opción más segura y viable. Las dudas sobre la elección de una carrera universitaria se intensifican: ¿Debo seguir ingeniería porque soy buena en matemáticas? ¿O tal vez medicina porque soy buena en biología?
Encontrar la vocación es un camino difícil para muchos, y la presión por obtener un título universitario crece por la percepción social de que este representa un símbolo de estatus y éxito.
Es necesario replantear el paradigma educativo actual, que limita las opciones de los jóvenes y los empuja hacia una única senda. Se requiere un sistema educativo más flexible, que fomente el desarrollo de habilidades útiles, la creatividad y el espíritu emprendedor, como cursos para aprender sobre financiamiento básico. También es fundamental promover una cultura del trabajo que valore la experiencia y brinde oportunidades dignas a los jóvenes que buscan insertarse en el mercado laboral.
En definitiva, la pregunta inicial no tiene una respuesta simple. Es un desafío que requiere una reflexión profunda y personal. Únicamente intento poner en palabras pensamientos agobiantes que a la mayoría nos atormentaron en algún momento y dar a entender que todas estas preocupaciones también forman parte de crecer.
Escrito por: Gaite Samira