Una pregunta que me retumba constantemente es, ¿cuándo un filósofo se lo considera filósofo? Si bien existen carreras con títulos de magistraturas, profesorados, doctorados, etc. en filosofía, eso no los vuelve uno; solo los vuelve educadores de la materia. Por ello, me propongo a buscar cuál es aquel distintivo, aquello diferente, eso inusual en ciertas mentes maestras del tópico que logra hacer que consideremos a Platón como un filósofo de alto calibre y no lo tildemos de loco.
Para comenzar esto, primero tenemos que definir al filósofo. ¿Qué es? Se lo considera filósofo a aquella persona la cual, en el sentido más profundo, destina y dedica su vida a cuestionar el mundo de manera constante y reflexiva, buscando sentido, verdad o justicia.
Una vez definidos, preguntémonos: ¿qué los vuelve distintos? ¿Es acaso la época en la cual hablaron dichos pensamientos que los hicieron resaltar sobre el resto? ¿Y si hoy lo hicieran, serían simples palabras? Porque, claramente, para su tiempo eran unos adelantados en todo aspecto general de la vida y la cultura, aunque esto sería raro, ya que actualmente también hay filósofos que se destacan y no precisamente tienen que ser unos adelantados; solo son personas que se focalizan mucho en un solo aspecto. Entonces, ¿qué es? Sigamos buscando. ¿Será, quizás, que nos mal acostumbramos a verlos como genios y simplemente son simples personas con un vocabulario más amplio? No, tampoco. Eso sería desprestigiarlos. Entonces me sigo preguntando, ¿en qué radica el decir que una persona es un filósofo?
Entre dudas, consultas y asombros, terminé yo mismo filosofando, concluyendo esta pregunta en la originalidad del pensamiento y en la gran capacidad que tiene cada filósofo de poder proponer nuevas formas de ver el mundo, ya sea a través de sistemas de pensamiento, respuestas a preguntas existenciales o la creación de teorías éticas y metafísicas.
Puede que, para muchos, la respuesta haya sido obvia, pero justamente uno puede filosofar, como fue mi caso para la pregunta, pero eso no lo vuelve filósofo. Esa es la principal diferencia: todos podemos hacerlo, pero no todos tienen el don de lograrlo.
Y con esa frase final del párrafo anterior, me propongo hablar de lo que es justamente para la filosofía, una plaga, los llamados pseudo-filósofos. ¿Quiénes son estos? Son personas mal idolatradas por sus buenos ideales y pensamientos de temas serios, pero que no son filósofos. Ya sea desde un político hasta un doctor reconocido que da charlas, tienden a ponerse en sus títulos la palabra filósofos, sin siquiera saber de la misma, lo que termina generando que se ponga en duda la verdadera filosofía y aún peor, que termine opacando a la filosofía argentina, llegando al punto de preguntarse, ¿aún quedan filósofos argentinos?
Y la respuesta es sí, y muchos, pero no son quienes la mayoría piensa y tiene como filósofos a personas tales como Feinmann, Rozitchner, Tomás Abraham, Aguinis, Kovadloff, Darío Sztajnszrajber, Miguel Wiñasky, entre otros, que son nacidos de la época de la televisión y el Internet, pero muchos los tienen de un tipo de persona la cual no son. Sí, son periodistas. Sí, son médicos. Sí, son famosos. Nadie niega sus vocaciones, reconocimiento y especialidades, pero deben dejar de venderlos como filósofos, ya que estos, los “pseudo”, son los que más daño generan a la cultura filosófica argentina, olvidando a quienes verdaderamente lo son, tales como Octavio Derisi (Metafísica y teoría del conocimiento), Alberto Caturelli (Historia de la filosofía en la Argentina), Amelia Podetti (La irrupción de América en la historia universal), García Arturo Astrada (El mito del héroe) Y Ricardo Maliandi (Ética convergente). Cada uno de ellos, con sus mejores obras mencionadas al costado, generaron lo que me gusta llamar, un caldo de cultura filosófica en nuestro país. Aunque, lamentablemente, no con el reconocimiento que se merecen y quedando en un cuasi anonimato.
Dándole cierre a este artículo, propongo que este daño puede ser resuelto, ya que existen jóvenes interesados en la filosofía y mediante un nexo, como lo puede ser el mismo ámbito educativo y no la televisión, se propague aún más la ya existente cultura filosófica argentina verdadera, explicando, aprendiendo y alertando sobre quiénes son y no verdaderos filósofos en nuestro país, logrando así un aprendizaje verdadero y forjando a jóvenes con referentes de su propia nación, ya que uno nunca sabe en qué área se desenvuelve al máximo de su capacidad, y qué mejor que un argentino siendo referente de otro.
Escrito por: Torrens, Máximo