Qué atractivo especial que tiene el juego de los opuestos. En un primer momento, te encontrás inerte como un gas; inactivo, inmóvil, sin capacidad de reaccionar, totalmente vacío, dispuesto a entregar cada parte de tu cuerpo a la nada misma. Lo único que está recorriéndote son las gotas cálidas de la lluvia, así como también hay un solo sonido que no permite el silencio absoluto: tu inconsciente.
Susurrando y confesándote lo mucho que anhela el pasado osado, el ruido constante. Pero no me malinterpretes. Se trata de un ruido que contagia rebeldía, que motiva, que te deja con ganas de más. Ganas de potenciarse, de complementarse, que le permitas ser al 100%. No es un vivir al límite, sino más bien vivir sin límites.
A veces es necesaria la ruptura del equilibrio. Y tal se puede dar con la llegada del caos (O como me gusta a mi decirle: la llamarada violeta). El caos viene sin censura; penetra en lo más profundo del ser. Primero va a seducirte, va a desprender todo su encanto de una, así, sin vueltas. Poco a poco va a ir atrapándote, haciendo que lo pienses todo el tiempo y sin poder sacarlo de tu cabeza y cuerpo, generando así una obsesión. Finalmente, va a desaparecer, como hace siempre, porque fuiste su desafío y no más que eso, ¿o sí? Vos, quedaste enredado y con secuelas que pueden explotar, destruir y, en algunas ocasiones, te permiten florecer.
El caos es la tregua de la nada. Es una pena que la mayoría lo vea como algo peligroso, perjudicial, ya que suele traer consigo la magia, y esconde debajo de la manga cambios,
muchos cambios. Cambios que, si uno logra manejar, solo queda aprender de él y disfrutarlo.
Remontando así la historia, pactando con el superior, te elevaste. El tenaz poder del inconsciente, que supo transmitirte eso y mucho más con una sola pregunta.
💭🧠- ¿Qué nos pasó?
Te suena familiar, ¿no? Puede ser, sí. El caos también suele ser una persona.
Escrito por: Ugartemendia Maite