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Carta a un transeúnte enojado

No, Roberto, la calle no es tuya. La calle no es de nadie. Uno diría que es de todos, pero cuando le dan un uso que no te gusta, empieza el berrinche. Y en este berrinche, en nombre de la libertad y del “orden público”, nos llevamos puesta la Constitución.

Tu derecho a la libre circulación, contenido en la Constitución, tiene la misma jerarquía jurídica que “su” derecho (que también es tuyo) a protestar, también contenido en la Constitución como una extensión del derecho a la libre expresión, a peticionar a autoridades y al derecho de reunión. No hay balanza que medie entre dos derechos que “pesan lo mismo».

Pero antes de caer en el famoso “es complejo”, permitime decirte que, aunque necesaria,  no alcanza la explicación puramente jurídica. También sirve una explicación político-simbólica. Así que te la hago fácil, Roberto amigo, porque sé que no vas a terminar de leer este artículo.

Imaginate que sos parte de una pequeña minoría. Todos lo somos, en realidad. Pero esta minoría tiene un problema. Un problema que solo puede resolver el gobierno, que está muy ocupado con la mayoría. Y es lógico, la necesita para que lo voten. ¿Cómo podríamos, una minoría sin mayor relevancia en todo en el andamiaje social, pretender que el gobierno nos tome como prioridad? Pues la única forma, querido amigo, es interrumpiendo el normal funcionamiento de la sociedad en su conjunto. Llamando la atención de los medios que afectan directamente la reputación del gobierno y obligando al mismo a tomar cartas en nuestro asunto, o al menos, a escucharlo. ¡Pero qué problema! Al hacer esto, inevitablemente inferimos en el derecho de terceros. Simplemente, es este el sentido del piquete, Roberto. No hay otras formas igual de efectivas para que se tengan en cuenta ciertos derechos sociales.

Igualmente, Roberto, con solo entender lo que significa un piquete tampoco alcanza. Tenemos que definirlo jurídicamente, y acá es donde nos ponemos un poco más técnicos ¿Es realmente un derecho el piquete (el corte de calle)? El piquete, aunque muchas veces acompaña una huelga laboral, es una figura que se diferencia de la huelga por su falta de formalismo legal. O sea, en ningún lado está escrito que es lícito cortar una ruta para protestar. Pero no te emociones, porque su ejercicio está implícitamente reconocido por el ordenamiento jurídico. Como ya dije, contiene dentro de sí derechos fundamentales y explícitos (la libre expresión, a peticionar a autoridades y al derecho de reunión). Y surge como reacción a que no hay una figura legal de protesta (como la huelga) que represente a aquellos trabajadores no asalariados, no registrados, los desocupados, o incluso, los pobres mismos. El piquete en Argentina nace en relación a un gobierno que deja de lado a una variedad de grupos sociales que son invisibilizados. Casualmente, un gobierno liberal muy admirado por tu ídolo, el León.

Ya que estamos hablando de él, veamos que anda haciendo, ¿qué te parece?

Decreto de Necesidad y Urgencia: declaración de servicios esenciales y de importancia trascendental. Prohibiendo la huelga a diversos sectores de la economía e incluso la educación y el cuidado infantil, mediante la justificación del despido en justa causa por realizarla. Ahí no te molesta posponer un derecho constitucional, ¿no, Roberto?

 

Protocolo anti-piquetes: criminaliza el corte de las calles (y en la práctica intimida manifestantes, incluso antes de manifestar), argumentando con el Art.194 del Código Penal, de dudosa constitucionalidad, según muchos autores. Hasta se refieren a él como una norma represiva en vigencia, Roberto. ¡Imaginate!

El art. 194 del Código Penal es uno de los límites que se intenta poner, posteriormente a la creación de la Constitución, al derecho a la protesta. Consiste en aprisionar a quien entorpezca el transporte o los servicios públicos, con el objetivo de no poner en peligro o “lesionar” los derechos de los no protestantes. Esto bajo el entendimiento (básico y reduccionista) de que existen otros métodos para protestar. Pero, volvé al principio, Roberto. Imaginá, empatizá de nuevo y decime si realmente existen otras formas efectivas de protestar, de la misma forma que existen otras formas efectivas de transitar.

Este tan halagado protocolo “obliga” a los manifestantes a marchar en la vereda. Permitime hacer suposiciones, Roberto. Si el protocolo se aplica efectivamente y las marchas pasan a ser en la vereda, ¡el próximo berrinche va a ser por el derecho a caminar por donde me plazca! Pues esta pataleta no se trata de derechos. Se trata de ver hasta dónde imponemos la individualidad por sobre lo colectivo. Lo mío por sobre lo nuestro.

Antes de terminar, me quiero atajar de tus argumentos. Nadie hace una defensa del uso de la violencia en las protestas. Aunque fue legitimado por cierto sector político y es cierto que nos malacostumbramos a verlo. Que un individuo o individuos hagan abuso de derecho para atentar contra la integridad física o la propiedad es condenable, pero también es tratable. Se puede lidiar con ello de forma aislada. Y aunque esto no sea así, no puede ser la violencia de unos el argumento para cuestionar un derecho fundamental de todos. Que la protesta pueda traer aparejada la violencia es un problema de la violencia, y no de la protesta en sí misma.

El piquete, la marcha en el espacio público, es el método de protesta de los sectores menos escuchados y más vulnerados. Es un derecho constitucional que choca con el del libre tránsito, demorando y reprogramándolo en el contexto de vulneración de otros derechos básicos y sociales, y, a veces, la única forma de que nos enteremos que estos derechos se vulneran.

Según uno de los autores que más te recomiendo sobre el tema, que casualmente se llama como vos, Roberto Gargarella, la protesta es la base del Estado democrático porque es lo que asegura a todos los demás derechos. Si no tenés medios efectivos de crítica y negociación con el gobierno, ¿cómo podés esperar que tus derechos constitucionales se protejan?

Tu deber democrático no es cada 4 años, es expresarte y hacer efectivo el cumplimiento de tus derechos básicos o, por consiguiente, aquel derecho que te da las herramientas para proteger otros derechos. Es una tarea constante que nos debemos como sociedad. Pero a veces, algún distraído se olvida. Y al costado del camino se queja, grita y reclama por sus derechos, ignorando que de lo que se queja es lo que los garantiza.

En fin, Roberto querido. La calle es el medio por el cual todos hacemos cumplir nuestros derechos. Si bien jurídicamente no hay balanza que mida cuál pesa más, un conflicto así amerita una toma de posición política. ¿Es lo mismo interrumpir la libertad de expresión que impedir que pases con tu auto por la 9 de Julio? La prioridad que elijas darle a tu derecho a transitar puede significar la diferencia entre que perdamos o no. No solo derechos, sino nuestra capacidad de exigirlos. ¿Qué te quiero decir, Roberto? Que tratar de impedir los cortes al grito de “¡Mis derechos!” y penalizando a personas (que no tienen herramientas jurídicas de protesta claras o efectivas) por interrumpir el tránsito vehicular es vaciar de sentido simbólico-político el derecho a la libre expresión. Y agregaría, querido amigo, que es darles el gusto a leones que piensan que las ovejas están contentas si las ordenas en una caja de cemento. Sí, Roberto, cuando te toque a vos reclamar tus derechos, vos vas a ser la oveja. ¿Posta estás contento?

Escrito por: Gaitan Lucia