Semanas atrás, diversas regiones del mundo presenciaron uno de los fenómenos naturales más cautivantes que podemos observar: las auroras.
Estas luces que se observaron en el cielo, las cuales varían en distintas tonalidades, fueron captadas no solo en regiones periféricas al polo norte, como es de costumbre, sino que también fueron apreciadas en el polo sur, como así también en regiones de menor latitud, como Estados Unidos o Argentina.
Estos eventos llaman la atención de quienes lo presencian y, a simple vista, no parecen afectar el normal desarrollo de nuestras actividades. No obstante, entender cómo se producen estos fenómenos naturales nos ayudará a vislumbrar sus principales consecuencias.
Las auroras provienen de la actividad solar, específicamente de las tormentas solares. En estos eventos, el Sol libera parte de su material, como partículas altamente energéticas, las cuales, de dirigirse hacia la Tierra, colisionan con la Magnetósfera -el campo magnético de la nuestro planeta-. Gracias a este campo, la radiación proveniente del espacio -tal como la originada por el Sol u otros cuerpos celestes- no alcanza en su totalidad la superficie terrestre, permitiendo el desarrollo de la vida tal y como la conocemos.
Cuando ocurre este choque entre partículas provenientes del Sol y la Magnetósfera, esta las desvía a los polos magnéticos terrestres -coincidentes con los polos geográficos-, donde el oxígeno y nitrógeno presentes en la atmósfera adquieren parte de la energía de las partículas cargadas, desplegando una amplia gama de colores.
Como es de esperar, el alcance y la intensidad de las auroras es dependiente a la actividad solar y su potencia. El grado de la tormenta solar ocurrida semanas atrás fue G5, la más alta de la escala. De ahí que las consecuencias visuales -las auroras- hayan sido visibles en distintas partes del mundo.
Pero no todo son colores en el cielo. Estos eventos -y en especial los que tienen mayor intensidad- provocan desfases en las telecomunicaciones globales, la conexión con satélites y la caída temporal de sistemas de GPS empleados en la navegación y aviación. Al mismo tiempo, los daños pueden ser momentáneos, o bien, definitivos.
Por estas razones, el estudio constante de la actividad solar nos permite predecir eventos de esta magnitud y prevenir, de una forma u otra, sus potenciales consecuencias.
Escrito por: Dorsch Santiago