Termo, definición clásica: vasija de paredes dobles, entre las que se ha hecho el vacío, provista de cierre hermético, que sirve para que las sustancias introducidas en ella conserven su temperatura sin que influya en esta la del ambiente.
Termo, según la jerga argentina: si bien lo podemos definir como “cabeza hueca”, las personas termos son aquellas las cuales, si se les introduce un líquido, ya sea frío o caliente, como es un termo, se va a mantener siempre en ese estado; frío o caliente, sin posibilidad alguna de modificarlo y sin estar de acuerdo con las variaciones de temperatura.
Pensemos ahora que este líquido es una ideología política de moda, que la introducimos en nuestro termo, que ahora pasa a ser el cerebro de una persona. Si la persona es un termo de primera marca, como los Stanley, ¿cómo creen que esta persona hablará y se expresará sobre esa idea? ¿Va a escuchar a las otras marcas de termos? ¿Va a aceptar que su marca puede llegar a tener defectos? ¿Aceptará la existencia de una marca mejor? Claramente, la respuesta a estas preguntas es un rotundo no. ¿Por qué? Porque, así como los termos, de forma general, son recipientes cerrados, estos tipos de personas también lo son. Una vez que ingresó el pensamiento, se va a quedar en el estado en el que lo hizo, sin enfriarse ni calentarse: simplemente lo va a defender a muerte, ya que consideran tener la razón absoluta.
En el ámbito político, encontramos muchos termos de diversas marcas y gamas. Los termos Stanley, que podríamos equiparar con seguidores fervientes de una ideología específica, no solo defienden sus creencias con pasión, sino que además rechazan cualquier tipo de crítica o argumento que ponga en duda la perfección de su pensamiento. Estos individuos son impermeables a los debates y discusiones, ya que, para ellos, aceptar una falla en su ideología sería admitir una falla personal.
Pero no todos los termos son Stanley. También existen termos de marcas más económicas. Aquellos que, aunque igual de cerrados, pueden tener una ligera flexibilidad. Estos son los que, a veces, permiten que se filtren algunas ideas externas, pero sin cambiar realmente su esencia. Estos termos de segunda marca representan a personas que siguen una ideología, pero no con la misma rigidez que los de primera marca. Son más susceptibles a influencias externas, pero aún así, rara vez aceptan un cambio significativo en su pensamiento.
Es importante reconocer que todos podemos ser termos en algún aspecto de nuestras vidas, inclusive yo que estoy escribiendo esto. Todos tenemos temas sobre los cuales somos inamovibles y estamos convencidos de tener la razón absoluta. La política, sin duda, es uno de esos temas. No obstante, reconocer esta tendencia en nosotros mismos puede ser el primer paso para abrirnos a un diálogo más constructivo y enriquecedor.
Imaginemos por un momento que las distintas ideologías políticas son como diferentes marcas de termos. Tenemos los termos de primera marca, los Stanley, que son caros, elegantes y mantienen la temperatura por horas. Luego tenemos los termos más baratos, esos que encontramos en el supermercado de la esquina, que hacen su trabajo, pero no tienen el mismo prestigio. Las personas que se identifican con ideologías «Stanley» miran con desdén a los que usan termos de menor calidad, como si la superioridad de su termo fuese un reflejo directo de la superioridad de sus ideas. Y claro, siempre hay uno que otro que insiste en usar un vaso de plástico, argumentando que «lo importante es la bebida, no el recipiente».
Así como los termos Stanley mantienen la temperatura de su contenido, las personas «termos» se aferran a sus creencias políticas con una constancia casi inquebrantable. Esta actitud puede llevar a una sociedad más dividida y menos abierta al diálogo. Reconocer esta metáfora en nuestro comportamiento diario puede ser el primer paso para promover un cambio, aceptando que incluso el mejor termo tiene sus defectos y que, a veces, es necesario abrir la tapa y dejar entrar un poco de aire fresco.
Escrito por: Torrens Màximo