
5 son los rumores del suburbio,
3 fueron las veces que emprendí la retirada,
7, es un decir, y 19, las horas descifrándote.
Este retorno a la metafísica, en semejante noche y en tal ocasión, produjo en mi ánimo un dolorido movimiento de rebeldía: la deducción de la Causa Primera.
Por sus efectos siempre había sido para mí un estéril fruto de la lógica, incapaz de mover al alma según el amor.
Me pareció que las reunía todas, y no me equivocaba; pero perdía tiempo buscando en otro lo que yo tenía. En esa síntesis de masa ondulante yacía.
Los Adanes, allá en el fondo, gesticulaban, aunque sustrayéndose a su contemplación y al desaforado juego de las imágenes, no supo entender el mensaje.
«El amor es un robo», me dijiste una tarde. Robamos, nos roban, y ahora estás robando mucho más que yo. Perdón, solo quise descifrarte. (19)
Si yo me viera en la necesidad de justificar la sueñera que se apoderó de mí en el cuarto infierno, te recordaría 2 ilustres antecedentes. Si tan solo una imagen proyectada en el espejo te mostrara la respuesta.
¿No es ya demasiado el peso de la deuda flotante? ¿O solo a mí se me parece? Se asombró al evocarse a sí mismo en una multiplicidad de gestos, triunfante, pero sin abusar de su triunfo, le dio la bienvenida al segundo tiempo.
Desde Uribelarrea se sentía que Buenos Aires en marcha reía.
Pero voy a refrenar mi lirismo, te voy a mover del lugar de donde mi estilografía te puso.
¿Qué hace Narciso?
Está practicando su obsesiva y aburrida costumbre de mirarse en las aguas.
Ese hombre estaba condenado a referir la historia de su amor, pero también de su crimen.
Una Rosa (su pálpito), una Granada (su libro) y un Laberinto (su brújula).
Escrito por: Ugartemendía, Maite