Nuestra Redes Sociales

Cultura y Sociedad

¿A dónde Irán?

“Irán, sangrienta cronología de muerte y represión” “Ejecución de un ex viceministro británico en Irán” “Ejecutan a un famoso futbolista Iraní” Títulos como estos hemos visto tan solo en el último mes publicados en la red. Por eso, algunos nos preguntamos: ¿Hacia dónde se dirige Irán?

Medio Oriente es uno de los focos conflictivos de los que menos se habla desde occidente. Poco material audiovisual y televisivo se ha visto transmitido desde los últimos hechos impactantes, como el asesinato de Yamaha Amini o la ejecución pública de personas acusadas de atentar contra el orden, y en los pocos medios que tratan el tema se habla de hechos históricos que posiblemente generen un cambio revolucionario en el régimen iraní. Pero, ¿cómo podría pasar esto?, ¿de qué se podría tratar ese cambio? y ¿qué papel juegan la religión y los países occidentales?

El actual sistema de gobierno en Irán consiste en un régimen teocrático. Esto quiere decir que, a pesar de tener “democracia” con un presidente y un parlamento, la máxima autoridad es Dios, y éste gobierna a través de su representante: el líder supremo. Alí Hoseiní Jameneí gobierna ininterrumpidamente desde 1989, fue elegido por 88 expertos religiosos no electos popularmente y tiene el poder definitivo en cualquier ámbito. Controla el ejército, designa jueces (que también se rigen en su labor bajo la doctrina religiosa) y en un complejo sistema de elecciones a dedo también puede bloquear leyes y controlar quiénes son los candidatos a presidente (por ejemplo, en las últimas elecciones de 592 candidatos a presidente solo se permitieron 7). Como vemos, los elementos democráticos iraníes son puramente decorativos.

La religión, entonces, rige no sólo las costumbres y cotidianidades del pueblo a nivel privado, sino también todo sus sistemas de administración pública y de justicia. Es por ello que, desde la última revolución en 1978, está instalada la República Islámica, aún después de que la revolución se hizo al canto de “libertad, independencia y justicia social”, se permiten las limitaciones que establece la religión.

Sin embargo, múltiples manifestantes movilizaron las calles, significando para algunos una debilidad para el régimen iraní y la respuesta ante la situación es como todos imaginamos, violenta.

Los habitantes con doble nacionalidad, específicamente los que además de iraníes son occidentales, son uno de los objetivos a la hora de aprisionar posibles actores que pongan en peligro el régimen dictatorial que rige en Irán. Así como también lo son todos aquellos que critiquen al gobierno o a la interpretación que hace el mismo sobre la religión.

El carácter altamente tradicional y religioso de la República Islámica Iraní está siendo cuestionado no solo por la comunidad internacional de occidente, sino por la propia juventud iraní que se levanta a raíz del asesinato de Yamaha Amini, una mujer que fue aprisionada a manos de la «policía de la moral» por llevar mal puesto el velo reglamentario. Si bien podemos atribuir a la misma población este carácter social y legal fuertemente opresivo contra las mujeres, vemos cómo las mujeres han abierto los ojos y por sí ñ mismas se alzan en contra de la represión y defienden su libertad aún con riesgos evidentes de ser ejecutadas. Pero hoy ya no son solo las mujeres las que cuestionan los mecanismos de gobierno y seguridad, también los trabajadores de diversos sectores y, teniendo en cuenta algunas opiniones, la economía de Irán se viene en picada, significando que en un futuro el desempleo también podría llegar a ser motivo de movilizaciones.

Lo cierto es que no existe actualmente una causa común que vaya en contra del régimen. Los disturbios aquejan a diferentes sectores de la población (mujeres, trabajadores de distintos sectores) y las movilizaciones se encuentran divididas y para nada organizadas, mucho menos se podría hablar de que haya líderes revolucionarios que representen una amenaza al orden político. El régimen tiene muy bien controlado (a base del miedo) a todo aquel que pretenda expresarse, aprisionando personas y juzgándolas de formas cuestionables para luego condenarlos a muerte y con ello disminuir progresivamente la cantidad de personas que se atreven a hacerlo. Y por esto, en este sentido, el régimen no está debilitado.

Sin embargo, sí podemos encontrar signos de debilidad en cuanto a la legitimidad del régimen. Cada vez menos gente se encontraría a favor de este gobierno. Las previsiones a raíz de esta información son inciertas.

Ahora vamos a la cuestión, ¿qué rol tienen los países occidentales? ¿Debemos apoyar los movimientos y condenar las infracciones a los derechos humanos? En este sentido, debemos recordar que la Declaración Universal de los Derechos Humanos fue escrita y firmada por diversos países, incluido Irán. No obstante, representantes de este país han criticado fuertemente el carácter individualista y la influencia de interpretaciones y valores judeo-cristianos que tiene la declaración del 48. Incluso existe una “Declaración de El Cairo sobre los Derechos Humanos en el Islam”, la cual apoyan los Estados miembros de la Organización de Cooperación Islámica. Este documento plantea que las personas tienen derecho a una vida digna y libre de acuerdo a los preceptos de la Shari’ah Islámica (ley islámica).

Nos encontramos con un problema al acordar con la cultura islámica sobre qué derechos son o no correspondientes a todos los humanos por igual, especialmente en cuanto que la declaración de 1948 destaca ampliamente derechos individuales por sobre los derechos colectivos y familiares predicados por la Shari’ah. Es cierto que los derechos humanos han sido establecidos originalmente sin tener en cuenta la “perspectiva del islam” pero no podemos permitir tampoco una revisión de la Declaración de los Derechos Humanos para incluirla, ya que estaríamos permitiendo que en nombre del relativismo cultural, los dictadores justifiquen su constante abuso e infracción contra la vida y la libertad. Se trata del debate eterno entre distintas tradiciones del derecho, que discuten si los derechos son creaciones humanas y por tanto cambiantes y modificables según el contexto o bien son descubrimientos, elementos intrínsecos a la naturaleza humana y por tanto absolutos e irrevocables.

La doctora Aniseh Bassiri Tabrizi, experta en estudios de Oriente medio del “ Royal United Services Institute” nos comenta que las sanciones que pueda llegar a proponer occidente para damnificar o en cuyo caso enviar un simple mensaje de repudio a la República Islámica de Irán no son significativas a no ser que sean enviadas hacia sectores específicos de la economía, lo que afectaría directamente a la población. La doctora advierte que abandonar la diplomacia e intentar garantizar por la fuerza el respeto por los derechos humanos solo aumentaría las posibilidades de enfrentamientos armados con Irán. Tendiendo a sus aliados principales (Rusia y China) en nuestra contra.

Lejos de pretender dar cátedra sobre la ley internacional y el derecho que pueden o no tener otras naciones de intervenir en las formas de gobierno de otros países, considero que nosotros, como países occidentales, no debemos involucrarnos activamente en los conflictos que atraviesa la sociedad iraní en este delicado momento de su historia. Esto no quiere decir, en absoluto, que no debamos rechazar, criticar o repudiar los hechos atroces y salvajes por los que vemos que pasan día a día. Sin embargo, es el pueblo Iraní que con conocimiento exacto sobre su cultura y valores en conjunto con la esperanza que brinda saber que hay otras formas de vivir en libertad alrededor del mundo, formulen su propia forma de gobernarse en su territorio. Una que se acople a sus costumbres, a su historia, a su religión si es necesario, y a su vez permita la paz y la libertad bajo criterios democráticos efectivos. Las interferencias occidentales, todas viniendo de las principales potencias pues los demás tenemos otros asuntos que atender antes de pretender “salvar la democracia global”, solo van a potenciar obstáculos dictatoriales e impedir o dificultar la formulación de aquello que el pueblo iraní decida que es necesario para sí mismo.

Por: Lucía Gaitán