Todos conocemos, en mayor o menor medida, la energía nuclear y el potencial que puede alcanzar. Es una fuente de energía relativamente novedosa, descubierta hace poco más de un siglo y, por su complejidad y costos, solo unos pocos países han tenido la capacidad de llevar a cabo actividades con ella, tanto sea con fines bélicos como pacíficos.
Centrándonos en este último tipo de aplicación, tan solo 31 países en la actualidad poseen algún reactor nuclear con el objetivo de producir energía, y nuestro país se encuentra en este selecto grupo. Argentina posee tres centrales nucleares con fines energéticos (Atucha I, Atucha II y Embalse), seis reactores con fines experimentales y uno en construcción (CAREM).
Sin embargo, para que un reactor funcione, se necesita un combustible con las propiedades óptimas. Por esta razón, el Uranio es el más utilizado en este tipo de centrales, permitiendo la fisión nuclear (la ruptura de su núcleo atómico) y liberando grandes cantidades de energía en el proceso.
Si bien este elemento se encuentra en la naturaleza y, casualmente, Argentina posee buenas reservas minerales en provincias como Mendoza, el proceso por el que se debe someter el Uranio para poder utilizarlo es complejo. Esto limita a muchos de los 31 países de la lista, los cuales dependen de entidades internacionales que les provean este combustible para así llevar a cabo las actividades en sus reactores.
Entre estos países de la lista, tan solo 13 tienen la capacidad de producir su propio combustible, el cual se denomina “Uranio Enriquecido”. Lo sorprendente de esto es que Argentina se encuentra dentro de este grupo aún más reducido, junto con países como los Estados Unidos, China y Rusia.
El proceso de enriquecimiento consiste en modificar los niveles de isótopos (variedades más o menos estables de un elemento, en este caso el Uranio), con la intención de que los porcentajes sean los ideales para la actividad final. Los tipos de Uranio presentes son el U-238 y el U-235. El primero de ellos es el más estable y menos fisionable mientras que, por el contrario, el U-235 es el más inestable y el que permite el proceso de fisión nuclear. Este último, al ser más inestable, se encuentra en menor proporción en la naturaleza. Por lo tanto, en este proceso de enriquecimiento se busca aumentar los niveles de este.
En el caso de nuestro país, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), logró producir Uranio Enriquecido por primera vez en 1983 a través del método de Difusión Gaseosa a escala semi industrial. Este hito, que hasta ese momento lo habían alcanzado tan solo seis países, se logró en el Complejo Tecnológico Pilcaniyeu, a 60Km de la ciudad de Bariloche.
Este punto marcó un antes y un después en la historia de energía nuclear de Argentina, la cual dejó de depender en su totalidad de combustible de procedencia extranjera.
Este logro de la ciencia argentina demuestra la efectividad de esta y, a través de las entidades comprometidas en estos desarrollos, las respectivas planificaciones y la sustentación de estos proyectos exponen la capacidad de desarrollo tecnológico y científico de nuestro país. Estos factores, juntos con la base de profesionales capacitados en las áreas comprendidas, permitirán que Argentina se dirija a un futuro con nuevas innovaciones en el campo científico.
Por: Santiago Dorsch